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Lo que va de Canal Capital a Kien&ke

Es ingenuo creer que los medios son inmunes a la contaminación política y más ingenuo aún pensar que la propiedad de un medio o la pauta publicitaria no influyen en la orientación de la información.

León Valencia
10 de noviembre de 2012

¡Qué difícil hablar de los medios de comunicación cuando uno está implicado! Pero ya varios de mis colegas le metieron el diente y yo que he estado muy cerca del debate que el concejal Marco Fidel Ramírez le armó a Canal Capital y he conocido de primera mano la discusión en el interior de Kien&ke sobre la supresión de la columna de Daniel Pardo, quiero participar en la controversia.

He vivido otras experiencias que me impactaron. Rodrigo Pardo y María Elvira Samper me contaron alguna vez que en el cierre de la revista Cambio influyó un poco, solo un poco, el gran espacio que ellos les daban a los informes que año tras año hacía Arco Iris sobre la marcha del conflicto armado y la reacción que eso desencadenaba en las altas esferas del gobierno de Álvaro Uribe.

Hace dos años, con motivo del lanzamiento del libro La Economía de los Paramilitares, visité a quien dirigía las noticias de uno de los grandes canales de televisión para impulsar unos informes especiales. Era un tema con un inmenso potencial noticioso y no hubo problema para que acogiera la idea. Pero me advirtió que si las investigaciones implicaban a alguna empresa de los dueños del Canal le quedaría muy difícil pasar esos contenidos. No había nada al respecto y todo salió bien.

También viví con angustia la salida de Claudia López de El Tiempo. Es mi amiga y compañera de labores en Arco Iris. Señaló un sesgo en la información sobre el gobierno debido al interés en el tercer canal de televisión. Roberto Pombo me buscó y me explicó que no se trataba de una censura a determinada inclinación política o visión crítica. Solo que no podían tolerar que se pusiera en duda la transparencia y la imparcialidad de su equipo periodístico. Le manifesté mi desacuerdo con la medida y con la manera como se había puesto en práctica.

De estos hechos he sacado lecciones. Es ingenuo creer que los medios son inmunes a la contaminación política y más ingenuo aún pensar que la propiedad de un medio o la pauta publicitaria no influyen en la orientación de la información. Esto ha sido así siempre, pero lo es más ahora cuando la comunicación se ha vuelto determinante en la toma de decisiones públicas y privadas, y cuando al tenor de los grandes avances tecnológicos se han ido formando impresionantes complejos de multimedia que requieren inversiones cuantiosas que solo están a la mano de los grandes grupos económicos.

La independencia, la crítica, la objetividad, pilares del periodismo, encuentran allí sus límites. El grupo que adquiere un medio o invierte sumas considerables de dinero en pauta no va a quedarse tranquilo si el medio destinatario de su inversión se dedica a darle palo. Tampoco las fuerzas políticas con poder o influencia reciben pasivamente el cuestionamiento a sus planteamientos y decisiones. Pero los casos de Canal Capital y Kien&ke muestran que también los empresarios y las fuerzas políticas pueden encontrar límites a su injerencia en los medios y permiten vislumbrar caminos de pluralidad y democracia para la información.

Gustavo Petro y Hollman Morris tomaron un Canal irrelevante y quieren echarlo a volar dándole espacio al debate y al análisis sobre problemas candentes de la ciudad y del país desde una perspectiva de derechos humanos y de paz, permitiendo que se oigan y se sientan voces de minorías, voces alternas. Es un pequeño experimento de comunicación pública. La reacción ha empezado. La citación al Concejo y la irascibilidad de Ramírez es una muestra de la gran disputa que genera el control de la información. María Elvira Bonilla renunció a la dirección de Kien&ke para defender el derecho de un columnista a cuestionar la actitud con que algunos medios han recibido la pauta de Pacific Rubiales. Estos hechos deberían servir para abrir un gran debate nacional.

El debate tendría que partir de dos preguntas: ¿es posible que las grandes alcaldías y el gobierno central les den vida a importantes medios de comunicación pública para competir con los privados en calidad y pluralidad? ¿Puede y debe el Estado colombiano deshacer la gran concentración de los medios privados y redistribuir la torta de la información en diversas manos?

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