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Lo que se nos viene

La gran pregunta es cuánto estamos realmente dispuestos a perdonar los colombianos así de divididos y polarizados como estamos. Y a cambio de qué podríamos dar ese perdón total.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
27 de abril de 2013

Si avanza en La Habana el  acuerdo con las Farc, no me cabe la menor duda de que detrás, y muy pegadito viene imparable el perdón  total para quienes de un lado o del otro cometieron crímenes en este largo conflicto colombiano.  

Un perdón que tendría que abarcar no solo a las Farc, sino a los militares que cometieron atropellos en el curso de esta guerra infernal y que tendría que cobijar también a los 
paramilitares como Mancuso, H.H o Jorge 40, como lo propuso Sergio Araújo hace poco en una interesante columna publicada en Kienyke. 

Obviamente el tema no es fácil de abordar. Tantos años de conflicto nos han convertido en una sociedad altamente polarizada y escenarios tan inusitados como los que se nos avecinan nos cogen muy mal parados. 

Por lo pronto la sola posibilidad de ese perdón total, me ha vuelto a acercar a Sergio Araújo, un viejo amigo, con el que terminé distanciada por cuenta de esa relación que se estableció entre ciertas élites del Cesar y el paramilitarismo, suficientemente documentada ya por varios expertos.  
 
Aunque tanto Sergio y yo somos víctimas del conflicto, su familia lo fue de las Farc, (su hermano fue condenado por parapolítica) y la mía de los narcoparamilitares, han sido más las cosas que nos separan que las que nos unen. 

No comparto su percepción benevolente sobre las razones que permitieron el surgimiento y posterior consolidación del narcoparamilitarismo y él descalifica mi juicio sobre los paramilitares porque considera que está nublado por el odio que según él yo siento por ellos  ya que ellos fueron los que asesinaron a mi hermana Silvia. 

No creo que estos ejércitos privados hubieran sido una bendición para la olvidada provincia colombiana porque hicieron retroceder a la insurgencia, como él afirma en su columna, ni que se le pueda endilgar a la propaganda de izquierda el mito de que los paramilitares fueron unos codiciosos que mataron solo gente inocente, como él sostiene en su escrito. 

Disiento también de la transparencia con que según él actuaron los paramilitares en el proceso de desmovilización dentro del marco de la Ley de Justicia y Paz y sin embargo, a pesar de todas las diferencias que he señalado lo acompaño en la afirmación que hace en su columna en el sentido de que si queremos una paz con buenos cimientos esta tiene que incluir a todos los actores del conflicto.   
La gran pregunta es cuánto estamos realmente dispuestos a perdonar los colombianos así de divididos y polarizados como estamos. Y a cambio de qué podríamos dar ese perdón total. 
Yo creo que solo podemos hablar de perdón total si los actores del conflicto aceptan decir la verdad y contarles a sus víctimas por qué cometieron los crímenes que nos llenaron de sangre. 

La experiencia que nos dejó la Ley de Justicia y Paz es que nada reemplaza a la verdad y que el hecho de que los victimarios hubieran sido encarcelados no resarció a sus víctimas. 
   
Es decir, si Jorge 40 quiere el perdón total tiene que salir de su mutismo y contarnos por qué mató a dirigentes sindicales y a profesores universitarios. Pero que lo haga ya. Y si los militares quieren ser objeto de ese perdón tendrán que hacer lo mismo. 

Decirnos la verdad sobre el Palacio de Justicia, sobre lo que sucedió en la masacre de Mapiripán y en tantas otras en las que por acción u omisión hubo oficiales del Ejército involucrados en atropellos a los derechos humanos. 

Y si las Farc quieren el perdón total, deberían en esa comisión de la verdad que están proponiendo pedir no solo que se esclarezca el exterminio de la UP. También tendrían que esclarecer hechos como el exterminio cometido por ellos contra los desmovilizados del EPL en el norte del país; contar la verdad sobre el acto terrorista del Nogal y la de la masacre de los diputados del Valle, además de pedirles perdón a los miles de secuestrados que fueron tratados como animales. 

Si todos los actores violentos de este país son capaces de darle la cara a ese país que los ha padecido y si unos y otros nos cuentan quiénes eran sus socios en la política para que podamos desterrar para siempre esa práctica nefasta de la combinación de las formas de lucha, probablemente esta sociedad tan reacia a los cambios, esté dispuesta a concederles un perdón total así nos salten a la yugular todas las ONG. Y si llega ese día, tal vez Sergio y yo, podamos volver a tomarnos un café.

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