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Los ciberciudadanos

"Será emocionante que los ciberciudadanos se hagan sentir con la voz fresca y sin amarras que a veces tanto nos falta a los periodistas. Sobre todo ahora que, aprobada la reelección, crece el riesgo de que el unanimismo arrase", dice María Teresa Ronderos, asesora editorial de Semana

Semana
12 de febrero de 2006

La historia del señor Oh Yeon Ho, de Corea del Sur, es como de cuento de hadas. El era un reportero que había trabajado durante 10 años en periódicos radicales de izquierda en su país. Bajo el régimen autoritario que allí imperó, no era fácil para Oh conseguir la información, ni siquiera la oficial, y mucho menos hacerse oír. Un buen día de febrero de 2000, cuando fue a una rueda de prensa de algún ministerio, y los funcionarios altaneros ni siquiera se dignaron darle el boletín, Oh se hartó. Se fue a su casa, consiguió un capital semilla aprovechando la bonanza del Internet y con un grupo de colegas se inventó un medio independiente llamado OhmyNews (literalmente, O mis noticias).
Según ha dicho él mismo, Oh resentía el sesgo con que los medios tradicionalmente conservadores de Corea cubrían los hechos alrededor de sus propios intereses económicos, el poder político y la intervención estadounidense en su país. Por eso OhmyNews buscó la mayor apertura mental en el cubrimiento noticioso.
Su diario en Internet tiene el lema "Cada ciudadano es un reportero". Cualquier persona puede inscribirse en este sitio, comprometerse a cumplir un código de ética (básicamente a no difamar ni insultar), y contar la vida según la vive en su barrio, aldea, fábrica, o escribir de lo que le venga en gana. Hoy, el 70 por ciento de las noticias que publica esta mezcla de diario profesional y bitácora (o blog, para usar el término más conocido en inglés) proviene de sus 38.000 "reporteros". Un grupo de editores rechaza algunas notas y perfecciona otras, sobre todo para asegurarse de que no tengan el formato con que los periodistas suelen contar sus noticias, sino uno más directo y personal. El diario les paga el equivalente a unos 20 dólares a aquellos que publiquen las notas que resulten más leídas. Y últimamente, para estimular a sus ciudadanos-periodistas, OhmyNews invitó a los lectores a premiar con una propina al autor de aquellos artículos que más disfruten. La idea ha resultado tan fructífera, que Kim Young-ok, un profesor de filosofía, se ganó en dos días el equivalente de 22.000 dólares en propinas que le dieron unos 4.500 lectores, por una nota suya criticando a la Corte Constitucional de su país por haber bloqueado una decisión del gobierno de trasladar la capital administrativa de Seúl a otra ciudad. OhmyNews ya lanzó su versión en inglés, está preparando otra en japonés y ya cuenta con 300 reporteros-ciudadanos en todo el mundo. Espera que en 2006 estos sean 10.000.
El poder político de OhmyNews ya se hizo sentir. En 2002, cuando dos colegialas murieron aplastadas por un convoy militar estadounidense, OhmyNews cubrió la historia en detalle contada por quienes la vivieron. Esto motivó protestas callejeras masivas contra la presencia militar estadounidense en Corea. En las elecciones presidenciales del año pasado no sólo apoyó a Roh Moo-hyun, un candidato ajeno al establecimiento que perdía en las encuestas, sino que fue clave en canalizar el "Internetón" liderado por muchos jóvenes quienes, horas antes de los comicios, enviaron un ciclón de mensajes a celulares y computadores invitando a votar por Roh. Este resultó elegido por un margen estrecho y, por supuesto, su primera entrevista fue para OhmyNews.
Es cierto que el caso coreano es especial. Su sistema político, hasta hace poco cerrado y autoritario, contrasta con el hecho de que más del 70 por ciento de sus 49 millones de habitantes tienen acceso a Internet. En Colombia, apenas el 15 por ciento de las personas se conecta a la autopista virtual (aunque hay que tener en cuenta que hace tan sólo tres años esta cifra era la mitad). Sin embargo, la historia de OhmyNews revela en forma nítida cómo la Internet está poniendo de patas para arriba las tradicionales relaciones de poder entre emisor y receptores desde cuando existen los medios masivos de comunicación.
Con Internet el ciudadano del común puede fundar su propio medio, sin demasiado dinero, ni palancas. Y en unos meses, éste puede llegar a ser más masivo que muchos centenarios medios de comunicación. Hay cientos de ejemplos más de bitácoras virtuales y de medios electrónicos en los que personas corrientes pueden poner a tambalear nociones aceptadas y verdades oficiales. Por supuesto que el éxito de una página virtual o un blog depende de la calidad creativa, de la cercanía con que se cuenten las historias y, sobre todo, de su capacidad para ofrecer alternativas reales a los medios tradicionales, tan asfixiados aquí y en el resto del mundo por sus compromisos con los diversos poderes.
Pero en Internet, al contrario de lo que sucede con los medios masivos que reciben presiones de los gobiernos o las empresas para evitar que esto o aquello sea publicado, la cantidad de ideas simultáneas que se esparcen por el mundo virtual las hace incontrolables. Cualquiera, hasta el más humilde ciudadano, puede echar a rodar su cuento, y aun sin proponérselo, éste puede resultar catastrófico para el mayor de los poderosos.
La Internet abre entonces un nuevo tipo de ciudadanía, la ciberciudadanía, que tiene la capacidad de hablar con el mundo, de protestar, de publicar sus verdades, de contradecir a gobiernos y medios sin tener que pedirles permiso. En Colombia, donde el acceso a Internet está creciendo exponencialmente, ya empiezan los ciudadanos a descubrir su recién adquirido poder de contar su versión de las cosas. La participación en foros, chats y el número de bitácoras está en aumento. La irreverencia que le hace tanta falta a nuestra formal y acartonada política nacional está subiendo como espuma. Será emocionante que los ciberciudadanos colombianos se hagan sentir en estas elecciones que vienen con la voz fresca y sin amarras que a veces tanto nos falta a los periodistas. Sobre todo ahora que, aprobada la reelección, se crece el riesgo de que el unanimismo arrase.

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