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Los daños colaterales del ataque a 'Charlie Hebdo'

El ataque a la revista francesa tiene varios efectos. En algunos casos está ocurriendo que, por proteger la libertad de expresión, se censura a otros.

DeJusticia ., DeJusticia .
21 de enero de 2015

Los efectos colaterales del ataque a Charlie Hebdo comienzan con el miedo y el aliento. El primero de estos para algunos periodistas y medios de comunicación que preferirán no referirse a temas similares a los que trataba el medio francés para evitarse problemas. El segundo para los diferentes agresores de la prensa, legales e ilegales, que comienzan a ver que pueden amedrentar o atacar a quien hable de asuntos que no son de su agrado, como se puede ver con las amenazas a otros medios europeos por hacer un extenso cubrimiento de los hechos.

Talvez este aliento para atacar a la prensa es una de las razones por las que la gente comienza a hablar de que “es bueno que exista la libertad de expresión, pero tiene que haber límites”. No faltará el congresista que decida promover una ley “para ponerles fin a las expresiones ofensivas”, y varios considerarán un acierto que el papa Francisco dijera que “No se puede provocar” y “no se puede insultar la fe de los demás”. El calor de la ofensa hace que se busque censurar, como se quiso hacer con las desafortunadas palabras de la representante María Fernanda Cabal sobre Gabriel García Márquez.

Y la verdad es que sí existen límites a la libertad de expresión. Pero no se trata de ponerle punto final a cualquier cosa que ofenda o que le parezca imprudente a alguien. Como punto de partida se debe decir que prácticamente todos los tratados internacionales de derechos humanos establecen que no existe censura previa, cualquier castigo debe ser después de decir las cosas. Más allá de los diferentes detalles, cualquier limitación a la libertad de expresión debe estar en una ley o en la Constitución, buscar proteger fines legítimos (como la libertad religiosa) y ser proporcional y necesaria. Es decir, la sanción que se imponga debe ser el último recurso y no debe haber otra forma menos dañina para el derecho de todos a expresarse libremente.

También empiezan a surgir las ideas para “protegernos mejor de quienes quieren hacernos daño”. Tal como ocurrió en Estados Unidos con los ataques del 11 de septiembre. De estos hechos surgió la iniciativa de promover y aprobar la “Patriot Act”. Se trata de una ley que fortalece las capacidades del Estado, especialmente las agencias de inteligencia, para vigilar a la gente con fines de evitar el terrorismo. Suena bien, pero los efectos para la privacidad y el debido proceso de muchos ciudadanos han sido preocupantes. Por ejemplo, en el documental “Terms and Conditions may apply” muestran que a partir de esta norma existen mayores recopilaciones de datos de cualquier persona por parte de las diferentes empresas que prestan servicios de internet en Estados Unidos para suministrársela al Gobierno. Por esta razón comienzan a surgir noticias curiosas de niños que dijeron en internet que iban a poner una bomba y luego terminaron con un operativo del FBI en su casa.

Casos similares ya se están presentando por el ataque a Charlie Hebdo. Con el fin de “proteger la libertad de expresión” se están silenciando las voces de otros. Por ejemplo, en Francia, un comediante está siendo procesado y fue detenido por cargos de defender el terrorismo después de escribir un comentario en Facebook en relación con el atentado. El comentario decía algo como: “Hoy, en lo que a mí respecta, me siento como Coulibaly (apellido del terrorista que asesinó a cinco personas en un supermercado de París)”.

Esto ocurre porque el gobierno francés dio la orden de aplicar la mano dura contra los discursos de odio, el antisemitismo y la glorificación el terrorismo. Han sido detenidas 54 personas por este tipo de acusaciones, a pesar de que no se ha podido establecer un vínculo entre ellas y los ataques. En Colombia se podrá recordar, además de los diferentes y constantes casos de chuzadas, lo ocurrido a Nicolás Castro, procesado, detenido y absuelto después de varios meses, por haber creado la página de Facebook “Me comprometo a matar a Jerónimo Uribe", hijo de Álvaro Uribe.

Más allá de todo, el resultado directo del ataque a Charlie Hebdo que es más obvio es que murieron 12 personas, dentro de las que se cuentan cuatro miembros del medio de comunicación. La violencia del hecho muestra que los agresores muy posiblemente querían exterminar la revista. En Colombia ocurrieron dos casos similares. Uno es el de la emisora La Voz de la Selva, de Florencia, Caquetá. El 20 de mayo de 1991 fueron asesinados dos de sus periodistas, Carlos Julio Rodríguez y José Libardo Méndez. Casi diez años después, otros tres colegas del mismo medio de comunicación corrieron la misma suerte en diferentes días: Guillermo León Agudelo, el 30 de noviembre de 2000; Alfredo Abad López, el 13 de diciembre del mismo año, y José Duviel Vásquez, el 6 de julio del 2001. El otro caso es el del diario El Espectador, que en los 80 y 90 perdió varios de sus reporteros, fotógrafos, corresponsales y a su director, en manos de los violentos. El principal victimario, Pablo Escobar, temía que las publicaciones, más que ofenderlo, interfirieran con su plan de poder.

En el caso francés, los diferentes apoyos del mundo, el tamaño del equipo y otros factores lograron que el principal efecto que se buscaba no se cumpliera: Que el público dejara de recibir la información, opiniones y dibujos que se exponen en Charlie Hebdo. Diferente a lo que ocurrió con La Voz de la Selva, que dejó de existir. Cuando un periodista es asesinado o un medio de comunicación es eliminado, las víctimas no son sólo el muerto y su familia, sino la sociedad, que pierde un punto de vista sobre la realidad.

El ataque a Charlie Hebdo ha causado una gran conmoción en muchos aspectos de la vida cotidiana en Europa y el mundo y tiene más efectos que los vistos. Pero no se puede permitir que el calor del momento lleve a silenciar otras voces que también vamos a extrañar.

*Abogado con especialización en periodismo. @EmmanuelVP

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