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Las costuras del lenguaje

No importa el elemento lexical que designe un secuestro porque su contenido semántico es el mismo. Y la desaparición forzada será siempre un crimen.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
23 de noviembre de 2015

En una reciente entrevista, concedida al diario español El país, el jefe negociador de las FARC y segundo hombre fuerte de la agrupación armada, Iván Márquez, aseguró: “Queremos decirle a los colombianos que cometimos errores”. Según el Diccionario de la Real Academia Española, una acción premedita, planeada y ejecutada con precaución hasta en sus detalles más ínfimos, no podría definirse como “error”. Eso es estrategia. Creo que el “error” del comandante guerrillero es darle al concepto un contenido semántico que no tiene. La primera acepción que encontramos de ‘error’ en ese cementerio de palabras, como definió el maestro Héctor Rojas Herazo al DRAE, es “concepto equivocado o juicio falso”. La segunda acepción es definida como una “acción desacertada o equivocada”, y la última reseña la “diferencia entre el valor medido o calculado y el real”.

Una “acción desacertada o equivocada” podría entenderse como un acto calculado donde un eslabón de la cadena se rompe. Es decir, se planeó el hecho pero en su ejecución algo no salió como se esperaba. En el 2002, durante la posesión presidencial del ‘gran colombiano’, un comando de las FARC arremetió, con lanzacohetes artesanales, contra el centro de Bogotá. La idea, como quedó demostrado luego, era convertir en blanco el Palacio de Nariño y la sede del Congreso de la República donde estaban reunidos en ese momento importantes representantes de la política nacional e internacional. Pero los cohetes, como sabemos, no alcanzaron el objetivo deseado y muchos de estos terminaron impactando sectores aledaños. Lo anterior es definido por el DRAE como la “diferencia entre el valor medido o calculado y el real”. En palabras concretas, el ‘error’ no fue la acción en sí misma, sino el grado de medición entre los artefactos que lanzarían los cohetes y el blanco que se pretendía destruir.

Me hubiera gustado creer que cuando el jefe guerrillero, en la entrevista señalada, habla de los “errores” cometidos por “sus muchachos”, haría referencia a estos errores considerados tácticos. Pero no, él se refiere a las víctimas inocentes que por error se presentan en la confrontación. Ahora bien, creo, por simple sentido común, que si se deja abandonado un carro bomba en un edificio gubernamental, o en el parqueadero de un Club como El Nogal, no se puede pensar que la explosión vaya a afectar solo a los miembros del gobierno o a los ‘oligarcas’ que acuden a ese lugar de recreación o trabajo. Allí la onda expansiva va a matar toda vida humana que toque: desde los meseros, barman y aseadores de piso que viven en el sur de la ciudad, hasta los señores, señoras y niños de estratos superiores que celebran el cumpleaños de algún pariente o simplemente festejan un día especial del calendario.

Por ejemplo, el asesinato sistemático de los Turbay Cotes en el departamento del Caquetá, donde le echaron plomo al perro, al gato y hasta el chofer de la familia, no tiene nada que ver con errores, entendidos estos como los daños colaterales de una acción, pero sí mucho con una planeación milimétrica que buscaba producir caos y poner pies en polvorosa a todo el que tuviera una relación cercana con los miembros de esta casta política del sur del país.

Dudo mucho que George W. Busch se le ocurra declarar ahora para un medio de comunicación que las miles de muertes que su gobierno produjo en Irán, Afganistán y Pakistán durante 8 años hayan sido errores y no una estrategia de persuasión y manipulación que es histórica entre los gobernantes de la gran nación del norte. Manufacturar representaciones mentales, como diría Teun van Dijk, es dibujar una línea de ‘nosotros’ como ‘buenos’ y proyectar sobre ‘ellos’ o los ‘otros’ una imagen negativa, donde el ‘nosotros’ aparezca definido como un agente del ‘bien’ y ‘ellos’ o los ‘otros’ como representaciones malignas.

La explicación, en este sentido, es sencilla, pues la eliminación física del enemigo no entra en el abanico de errores, ya que es considerado por el ‘nosotros’ un fin en sí mismo. Las FARC, como sabemos, siempre se han considerado víctimas del Estado colombiano, lo que las ha llevado a defenderse del victimario. Ahora bien, si en cualquier momento una acción defensiva, como la llaman, lleva al exceso, es decir, bordea los límites del ‘error’, lo normal en este caso es recurrir a proposiciones que minimicen esa acción negativa. En otras palabras, en vez de decir “la embarramos”, que dejaría en evidencia un error grave, se recurre a expresiones ambiguas como “no tenemos información de ese hecho” o “ninguno de nuestros frentes tiene presencia en el lugar de las acciones”. En términos comparativos, se estaría empleando la misma línea estratégica discursiva puesta en marcha por algunos funcionarios estadounidenses ante las invasiones hechas a países como Panamá, Irak o Afganistán. Por esta razón, nunca escucharemos en sus declaraciones la palabra ‘invasión’, que resultaría sumamente agresiva para sus políticas internacionales, pero sí la muy pomposa ‘ocupación’.

De la misma manera, el término ‘secuestro’ permanece ausente en ese abanico lexical utilizadas por los comandantes fareanos, pero sí reivindican la ‘retención’ como una manera de minimizar el impacto semántico, psicológico y político que puede generar la expresión. De ahí que cuando el entrevistador le pregunta a Iván Márquez que “siendo él un hombre con muchas muertes acuesta, ¿de qué se arrepiente?”, el curtido guerrillero, con un tono de voz que quiero imaginar pausado, bordeando las orillas de la reflexión, responde: “Yo lo que he hecho fundamentalmente es conducir operaciones militares. Uno no sabe lo que ocurre en el combate. Al final, claro, hay bajas. La rebelión se hace con armas, la rebelión causa muertes, heridos”.

Repito, George W. Busch, como comandante en jefe de las Fuerzas Militares más activas del planeta, no puede salir a decir ahora para un medio de comunicación que él solo dio la orden de “ocupar Irak”, pero que no tuvo nada que ver con las miles de muertes de civiles, producto de los bombardeos de la Fuerza Aérea estadounidense. Eso no sería serio para un señor que fue dos veces presidente del país más poderoso del mundo. Y, por supuesto, nadie le creería. Pero tampoco es serio para el comandante guerrillero no reconocer su culpabilidad en las miles de muertes que las FARC han ocasionado a civiles a lo largo y ancho de la geografía nacional en las últimas décadas. No es serio utilizar eufemismo para designar hechos dolorosos que cambiaron la vida de mucha gente y llevaron a la muerte a otras. Un secuestro es un secuestro sin importar el elemento lexical que lo designe porque el contenido semántico es el mismo. Y la desaparición forzada es un crimen aunque el cadáver de la víctima nunca aparezca.

En Twitter: @joarza
E.mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.

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