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Los escenarios y sus riesgos

estamos frente al mayor desafío internacional de nuestra historia, y se requiere lo mejor de nuestra diplomacia.

Semana
26 de enero de 2008

Hay que precisar los riesgos con Venezuela, distintos en los diferentes escenarios. El primero está generado por las agresiones verbales del coronel contra el presidente Uribe y su gobierno. Son insultos devaluados. La lista de agraviados por el boquiflojo va desde José Miguel Insulza, secretario de la OEA, hasta el Rey de España, y pasa por Bush, Alan García, Vicente Fox y George Bush. Aunque denotan la ausencia

total de cortesía propia de un chafarote, no tienen más riesgo que el de la tentación de caer en la provocación que suponen. Hace bien el Presidente al aguantar la grosería y en ordenar a sus ministros que guarden prudente silencio. A Chávez hay que dejarlo hablando solo y quitarle excusas.

Otra cosa son las declaraciones ante la Asamblea Nacional en que pide el retiro de las Farc de las listas de grupos terroristas y que se les conceda la calidad de beligerantes. Aunque Chávez en su discurso no les dio ese carácter, fue un campanazo de alerta. La respuesta de Uribe fue rápida y efectiva. El éxito de la gira en Europa es innegable: todos los jefes de Estado con los que habló, y el representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, se negaron a retirar a las Farc el mote de terroristas, exigieron la liberación unilateral e incondicional de los rehenes, ampararon el principio de no intervención en asuntos internos y aceptaron que sea Colombia la que defina los términos de la cooperación internacional para el "intercambio". Tienen especial valor las declaraciones del portavoz de Sarkozy, que dejó a un lado su trayectoria de intervenciones unilaterales y de respaldo al mal llamado "derecho de injerencia", y la de Rodríguez Zapatero en defensa de la soberanía colombiana.

Las restricciones comerciales y las operaciones contra el contrabando son la faceta económica del problema. Más allá de su innegable impacto en las zonas de frontera, no es posible criticar la lucha contra el tráfico ilegal de mercancías. De hecho, quizás ayude a la formalización de la economía en esas áreas y sin duda es buena para nuestra industria. Diferentes son las limitaciones al comercio binacional. Las exportaciones a Venezuela alcanzaron los 4.500 millones de dólares en 2007. Chávez empezó por acotar las importaciones de vehículos y eso nos costará 500 millones de dólares. Seguramente saltará, gota a gota para hacerlo más doloroso, a otros productos. Si extiende las restricciones a todo lo demás, excepto los alimentos que le son indispensables, el PIB se afectaría en al menos un 2 por ciento y hay sectores que, como los textiles, no aguantarían. Los ministerios de Hacienda y Comercio Exterior deberían trabajar con los gremios para que entiendan los riesgos y deben acercarse de inmediato a las empresas con más dependencia de Venezuela, implementar una política de sustitución de mercados donde ello sea posible, y diseñar un plan de contingencia que contemple medidas eventuales como la prohibición de importación de ciertos productos, para proteger las industrias que puedan resultar más afectadas. A propósito, ¡urge el TLC!

El panorama de un mercado cerrado para los productos colombianos será también una realidad si Chávez decide ir de la palabrería a los hechos y concede beligerancia a las Farc. En esa hipótesis a Colombia no le quedaría opción distinta de, como mínimo, romper relaciones. Hay un peligro adicional en que otros países como Nicaragua, y quizá Bolivia, sigan los pasos del coronel. Ecuador puede tomar otro camino, pero eso dependerá de la reconstrucción de las relaciones con los hermanos del sur, tarea que debe emprenderse sin demoras. Para evitar semejante escenario es indispensable no sólo una ofensiva como la desarrollada en Europa, sino una diplomacia fina e inteligente con América Latina, en especial con Argentina, Brasil, Chile, Cuba y México. Gestiones especiales con Lula y con los Castro son urgentes. Y acercarse a China, tan influyente en Venezuela, es prioridad. Estamos frente al mayor desafío internacional de nuestra historia y se requiere lo mejor de nuestra diplomacia. Por cierto, ¿qué esperamos para cambiar al embajador en Caracas?

Finalmente puede ocurrir que Chávez decida apoyar militar o financieramente a las Farc, o caer en la tentación de una incursión armada. La guerra sería ineludible. Es una hipótesis imposible, al menos por los próximos tres años. Para entonces habrá llegado el armamento de última tecnología comprado por el coronel, quizás haya superado la dependencia alimentaria con nosotros, y tal vez tenga la unidad de las fuerzas armadas venezolanas, cuya ausencia hoy hace imposible semejante locura.

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