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El ridículo

En la histeria sobre Pastrana, Uribe y Trump, los medios no hicieron la tarea.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
21 de abril de 2017

La primera regla del periodismo es responder el quién, el qué, el cuándo, el dónde, el cómo, el por qué y el para qué. La segunda es verificar información. La tercera es proveer contexto. Los hechos - ni la vida- no ocurren en un vacío.

Cuando el ex presidente Andrés Pastrana escribió en su cuenta de Twitter el pasado viernes 14 de abril que había conversado ese día con Donald Trump, se conoció el cuándo, el qué y una parte del quién (¿eran solo ellos dos?) pero quedaron los otros cuatro interrogantes fundamentales. Fundamentales ya que la respuesta a ellos definiría la relevancia del tuit de Pastrana.

¿Dónde ocurrió? ¿Fue en la Casa Blanca? ¿Fue en la residencia privada de Trump en Mar-a-Lago, su resort en West Palm Beach? ¿O fue en algún evento del club de manera informal y social? En la diplomacia, el lugar, el escenario y la puesta en escena - el protocolo- son significativos.

Por ejemplo, el embajador Juan Carlos Pinzón asistió a una cena en febrero en la cual el invitado especial era el Presidente estadounidense. Allí conversó brevemente con Trump, como lo registró en su cuenta de Twitter el diplomático colombiano. No fue casual - Pinzón buscó esa oportunidad- pero tampoco fue trascendental. (Ver el encuentro aquí)
La confirmación del lugar del diálogo de Pastrana y Trump apenas ocurrió el martes (el club Mar-a-Lago). Ya en ese momento varios medios e influyentes columnistas habían especulado sobre un giro estratégico de Estados Unidos con Colombia y que la administración del presidente Juan Manuel Santos no había captado esa transformación en Washington. Así no operan los gringos. Sus mensajes son directos, no sutiles. Por ejemplo, a Lilian Tintori, la esposa de Leopoldo López, Trump la recibió en el despacho oval y la Casa Blanca divulgó la foto. (Vea la foto aquí).

No menos relevante fue cómo Pastrana y Álvaro Uribe lograron estar frente a frente con el mandatario estadounidense y en qué condiciones se desarrolló el encuentro. Curiosamente, tanto Pastrana como Uribe dieron pistas de su significado. El ex presidente conservador dijo que fue una conversación; en el portal "los irreverentes" - vocero virtual oficial del uribismo- se describió como un "encuentro social".

Fueron los medios - inicialmente La FM y luego sus colegas en el frenesí de no dejarse chiviar- quienes convirtieron ese diálogo en una reunión a todo taco. A las pocas horas, retumbaban los titulares y los tuits sobre una crisis de confianza en las relaciones de Washington y Bogotá. Incluso se propagó la narrativa de que Uribe y Pastrana le habían ganado al presidente Santos en verse primero con Trump. Como si fuera lo mismo coordinar una reunión entre jefes de Estado y una con dos particulares, por ilustres que fueran.

Increíblemente, durante los primeras 72 horas la mayoría de los medios se dedicaron a informar bajo el supuesto que había un antes y después en la política exterior colombiana. Algunos para darle palo al gobierno y otros para denunciar a los expresidentes.

Cuando el lunes CNN en español y Univisión pusieron en duda que hubiera una reunión formal, la misma versión que habían creado los medios, se invirtieron los papeles. Ahora los afectos al gobierno -o más precisamente los anti-uribistas- minimizaron el encuentro -pulularon memes por las redes sociales burlándose de los ex presidentes-, mientras los críticos de Santos buscaron desvirtuar la credibilidad de los noticieros internacionales y darle mayor relieve a la charla Pastrana-Uribe-Trump.

En todo este desenfreno de rumores y de especulaciones, el por qué y para qué del encuentro quedó relegado. Si bien todo el mundo prevé un nuevo enfoque de Estados Unidos -al fin a cabo es una administración republicana-, este aún no se ha manifestado. La preocupación sobre el aumento de los cultivos ilícitos precede a Trump. El malestar con Colombia por el presunto incumplimiento del TLC también. El gobierno estadounidense -incluyendo la Casa Blanca- conoce las críticas de Pastrana y Uribe al proceso de paz. Cuando Santos se vea con Trump la tercera semana de mayo en Washington, su equipo le habrá transmitido esa información. Tranquilos, ellos hacen la tarea.

Una conversación de 10-15 o incluso 30 minutos con unos ex mandatarios colombianos no le quita ni le pone a Trump ni a cualquiera de sus antecesores. Me cuentan que el conocimiento de Barack Obama en 2009 sobre Colombia era precario, casi inexistente. Es lógico: no somos el ombligo del mundo.

En cambio, para Pastrana y Uribe sí era relevante obtener el encuentro, con el fin de contarlo en Colombia. Ese era el para qué.

Por andar preocupados por lo urgente - buscar y publicar reacciones, reacciones y reacciones para mantener viva la polémica y la polarización- se abandonó lo esencial del oficio: informar lo más objetivamente posible. En fin, contestar las siete preguntas básicas del periodismo. Así se habría evitado el ridículo de volver noticia mundial un saludo y una conversación entre el presidente de Estados Unidos y dos ex mandatarios de su principal aliado en América Latina.


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