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Los motivos de Uribe

Colombia se refugia en la derecha por la violencia. Por la de las guerrillas, sin la cual la gente se volcaría hacia la izquierda. Y por la violencia armada de la derecha económica

Antonio Caballero
3 de febrero de 2006

Uno tras otro, todos los países de América Latina van eligiendo gobiernos más o menos de izquierda. Digo "más o menos" para no entrar a definir qué es la izquierda, y sobre todo porque son gobiernos muy distintos: en sus métodos, en sus fines, en los sectores sociales que representan y en las personas que los encarnan. Michelle Bachelet no es Hugo Chávez,

ni Evo Morales es Lula, etc. Pero todos tienen un rasgo en común, incluyendo el caso de Chile: son el resultado de una reacción de rechazo contra las catastróficas consecuencias sociales de las políticas económicas neoliberales que (de cabestro de Washington, por supuesto) han imperado en todo el continente en las últimas décadas. Esas que, una tras otra, han sido llamadas por los economistas (siempre a posteriori) "décadas perdidas": como la de aquel personaje de un cuento de Scott Fitzgerald que se despertó estupefacto al cabo de diez años de laguna alcohólica. Las décadas de los diktats del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y del Consenso de Washington. ¿Consenso? A la fuerza ahorcan. Las décadas de la más acelerada concentración de la riqueza y del más amplio crecimiento de la pobreza en la historia de América Latina, desde la Conquista.

Colombia no ha sido una excepción en ese aspecto. El empobrecimiento general y el enriquecimiento de unos pocos han sido más notorios aquí que en el Brasil o en México o en Bolivia. Y en cuanto a los motivos políticos que en todo el continente han provocado, más que una deriva hacia la izquierda una reacción contra el statu quo, Colombia puede incluso reclamar un papel ejemplar: la corrupción de los partidos tradicionales ha sido aquí mayor aun que en Venezuela o en el Perú. Nuestros conservadores han sido en ese sentido peores que los adecos venezolanos, y nuestros liberales peores que el apra peruano. Por eso fue Colombia el primer país de la región en generar minicaudillismos en nombre de la 'antipolítica': el de Regina Once, el de Antanas Mockus. Minicaudillismos que ni siquiera ahora, sumados todos los numerosos miniuribismos, han podido convertirse en un caudillismo populista en grande con un partido en serio: un peronismo, digamos, o al menos un fujimorismo.

Y sin embargo Colombia, a diferencia de todos sus vecinos del continente (salvo el Paraguay y los países centroamericanos machacados por las guerras civiles fomentadas por Washington), no gira hacia la izquierda, como ellos, sino que se refugia en la extrema derecha. Pasa de Pastrana a Uribe, y de Uribe otra vez (tal vez) a Uribe: a un Uribe bis todavía más autocrático en lo político, y neoliberal en lo económico que el que hemos padecido estos cuatro años.

La razón de esta excepción continental, que es una aberración, es una sola: la violencia.

Para empezar, la violencia de la izquierda: la guerrilla. Si en Colombia no existieran las guerrillas -las Farc, el ELN- los colombianos se volcarían arrolladoramente hacia la izquierda: contra al neoliberalismo, contra el clientelismo, contra el gamonalismo. En resumen: contra todo lo que ha sido ensayado y reensayado y repetido, y ha fracasado minuciosamente. Pero la izquierda violenta, la guerrilla, se ha hecho dueña de la izquierda; gracias entre otras cosas, claro está, al exterminio físico de la izquierda no violenta por parte de la derecha violenta en alianza con las fuerzas militares del Estado. Y esa violencia de izquierda ha provocado el terror de las clases medias, en la medida en que el neoliberalismo económico les ha permitido subsistir sin marginalizarse, sin depauperizarse: la proletarización está excluida, pues a causa del neoliberalismo la industria ha desaparecido en el país. Sólo queda la emigración: más de cinco millones de colombianos viven en el extranjero.

Pero no es sólo la violencia de la izquierda la responsable de este estado de cosas. Pues ella es la respuesta histórica a la violencia de la derecha: violencia armada, además de violencia económica y social. En Colombia, a diferencia de lo que ha sucedido en otros países del continente sometidos a erupciones súbitas pero pasajeras de dictaduras ultraderechistas (promovidas por los Estados Unidos: Brasil, Chile, Argentina, América Central, Uruguay...), la violencia armada ejercida por la derecha económica en colaboración con el ejército ha sido endémica: de baja intensidad, pero constante e incesante. No existe solución de continuidad entre los 'pájaros' de hace medio siglo y los 'paras' de hoy. Aunque hay una diferencia entre unos y otros: los 'paras' de hoy son más ricos que sus jefes políticos. No reciben de ellos órdenes, sino que se las dan. Y no los necesitan más que como testaferros.

Este horrendo estado de cosas cuenta con el respaldo de los Estados Unidos, por supuesto, y con la complicidad de la casi totalidad de la clase dominante del país (en el campo, la totalidad). Pero también con la aprobación tácita, o la resignación, de la mayoría de las clases medias. De lo que queda de ellas.

Se necesita un sobresalto.