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Los pecados de Luis Eduardo

Al viajar a Brasil dijo que los gastos eran de su bolsillo y se probó que no. Si un alcalde viaja por cuenta del erario no es pecado. Decir mentiras sí

Semana
29 de febrero de 2004

En la 'arrancada' del nuevo Alcalde de Bogotá, la ciudad ha sido generosa y paciente con él. Por ningún lado se ha cumplido el pronóstico de que los del norte iban a aplastar al alcalde del sur, y por el contrario, se palpa un interés general y poco clasista de que a Luis Eduardo le vaya bien en su gestión.

Pero hasta él mismo ha tenido que reconocerlo: sus

promesas de campaña han sufrido la avalancha de la realidad. Cuando se es candidato se puede prometer impunemente que no habrá más impuestos, pero cuando se es alcalde oponerse a ellos, si realmente se necesitan, es una cara irresponsabilidad. La sobretasa a la telefonía y la contribución por valorización ya obligaron a Luis Eduardo a aceptar que se equivocó cuando prometió que en su administración no habría más impuestos, con la disculpa de que ''he tenido nueva información'' que justifica estas cargas tributarias. Hasta donde tengo entendido, Mockus puso una semana antes de las elecciones a disposición de todos los candidatos todas las cifras que justificaban la creación de estos nuevos impuestos. O Luis Eduardo no las vio, o las ignoró. o la fuerza de los acontecimientos lo ha hecho reconocerlas.

Claro: él dice que la iniciativa es del Concejo de Bogotá. Qué burla. El Concejo sólo puede estudiar y aprobar cargas tributarias que avala la administración.

En cuanto al día sin hambre. tuvo que contratar al ex ministro Eduardo Díaz para que le enderezara esta promesa de campaña. El otro día dijo en El Tiempo que el famoso día sin hambre sería en 2007. Pero nadie entendió: ¿los bogotanos van a estar sin hambre hasta el 2007, o tienen que esperar hasta el 2007 para estar sin hambre?

No me gusta. No me gusta que el asesor del secretario de Tránsito sea quien hasta el 30 de diciembre del año pasado fue presidente de Apetrans, líder de las organizaciones de transportadores a las que el secretario debe poner en cintura.

De seguridad en la ciudad nadie volvió a decir ni mu. Las únicas que hablan por sí solas son las cifras de enero, cuando la tasa de homicidios se incrementó 15 por ciento.

Su promesa de rebajar las tarifas del agua implica que no habrá inversión en planes que Luis Eduardo no considera prioritarios, como el alcantarillado pluvial. Seguirá inundándose Tunjuelito y todo el margen occidental de la ciudad. Y levantándose el pavimento. en las pocas vías en las que todavía queda pavimento.

Pero el caso más extraño es que cuando Luis Eduardo se posesionó, dijo que el déficit de cupos escolares era de 40.000. A los pocos días dijo que era de 60.000 y a los pocos, que era de 100.000. Hoy dice que es de 160.000. Con base en esta ''terrible emergencia'' se han contratado en propiedad 1.000 maestros que estaban en provisionalidad. Pero la administración de este Alcalde sólo se ha comprometido a crear 27.000 cupos. Los expertos dicen que una equivocada generación de expectativas hizo que muchos padres de familia pasaran a sus hijos de colegios privados a públicos, y el déficit de cupos creciera en proporción geométrica.

Otra equivocada generación de expectativas está sacando nuevamente a los vendedores ambulantes a ocupar el espacio público de los bogotanos. Luis Eduardo propone construirles unos kioscos. (¿Qué diferencia habrá entre kiosco y caseta?) Pero de esa propuesta no se saca un solo empleo.

La terquedad con la que la administración de Luis Eduardo se ha empeñado en reabrir el Hospital San Juan de Dios, que es una responsabilidad de la Nación y no del Distrito, implicaría dejar de financiar la red hospitalaria de Bogotá. ¿Alguien se lo habrá explicado?

Ni siquiera el asesor taurino le ha salido bien a Luis Eduardo. El público bogotano no hizo sino protestar por las orejas que se cortaron o que no se cortaron.

Y además están las mentirillas. Primero dijo que en su viaje a Cuba no había visto a Fidel, luego que se lo había encontrado en una esquina de La Habana, y después se supo que habían conversado ampliamente. ¿Por qué tanto secreto, si hablar con Castro no es pecado, pero decir mentiras sí?

Durante su reciente viaje a Brasil dijo que el pago de todos los gastos de viaje, incluyendo pasajes y viáticos, había salido de su bolsillo. Algún noticiero de televisión sacó unas facturas que probaban que no había sido así. Pero que un alcalde viaje por cuenta del erario no es pecado. Decir mentiras sí.

Por todo lo anterior he resuelto que en adelante no le voy a decir Lucho a Luis Eduardo. Los apodos cariñosos hay que ganárselos.



ENTRETANTO. El aberrante caso de OLA sólo ha ameritado de los alcaldes de Bogotá y Medellín una ''reunión informativa''. Mientras miles de ciudadanos padecen este pésimo servicio, ¿no será que se le puede recomendar a la empresa que en lugar de gastar millones de pesos en propaganda para pedirles perdón a los usuarios, le inviertan algo a la construcción de nuevas antenas?

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