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Los peligros de la debilidad

Juan Gabriel Tokatlián, analista internacional, hace una comparación entre Argentina y Colombia a partir de la debilidad de ambos. “Por caminos distintos pero concurrentes, los líderes de ambos países piensan que la estrella polar de su salvación pasa exclusivamente por Washington…Colombianos y arge

Semana
11 de marzo de 2002

Durante la Guerra Fría, los problemas fundamentales que afectaban la paz y la seguridad internacionales derivaban del poderío. La competencia integral entre Estados Unidos y la Unión Soviética tenía múltiples dimensiones, pero se expresaba de manera más dramática en la rivalidad militar y en la carrera nuclear entre Washington y Moscú. La amenaza permanente de una eventual confrontación armada entre los países centrales y el recurso recurrente a la fuerza directa por parte de las grandes potencias contra algún país de la periferia se transformaron en la mayor fuente de incertidumbre y violencia por décadas. A mayor poder bélico, más potencial de inestabilidad.

Algo semejante ocurría con el denominado Tercer Mundo. La existencia de agresivos regímenes autoritarios, de presupuestos de defensa desbordados, carreras armamentistas regionales, rivalidades vecinales exacerbadas, antagonismos geopolíticos zonales y esquemas de proliferación nuclear hizo que la paz en diversos continentes estuviera en jaque durante lustros. La búsqueda de mayor preponderancia individual, entendida en términos militares, generaba más inseguridad colectiva.

En la pos-Guerra Fría, las amenazas más letales a la seguridad y la paz mundiales surgen del poderío y de la debilidad. En términos de las relaciones entre las potencias principales, el poderío continúa siendo la fuente de mayor desconfianza y conflictividad: la búsqueda de primacía militar de Estados Unidos, el crecimiento de la capacidad nuclear de China, los enormes arsenales bélicos de Rusia, la lenta remilitarización de la defensa de Japón, el intento de mayor autonomía estratégica de la Unión Europea.

En cuanto a la periferia, la debilidad se ha convertido en una causa básica de inseguridad y violencia. El colapso parcial o total del Estado, la proliferación de lucrativos negocios ilícitos (drogas psicoactivas, armas ligeras, deshechos nucleares, blanqueo de capitales subterráneos, tráfico de seres humanos, etc.), la erosión de facto de la soberanía territorial ante actores violentos (terroristas, crimen organizado, mafias, etc.), la fractura de las sociedades cada vez más paupérrimas, la incapacidad de controlar internamente los efectos más nocivos de la globalización, y la pérdida de sentido de amplios núcleos humanos y vastas culturas se han transformado en fenómenos que conducen a verdaderas implosiones domésticas y que producen millones de víctimas a lo largo y ancho de las naciones periféricas. Así entonces, cuanto más débil es un país, más se afecta la paz y la seguridad internas e internacionales.

En el período de la Guerra Fría, las historias respectivas de Argentina y Colombia parecieron marcadamente distintas. Las comparaciones no resultaban pertinentes ni sugerentes. Ni la geografía, ni la cultura política, ni la realidad económica, ni las relaciones internacionales permitían identificar puntos de contacto. Probablemente, eso ya no sea así al comienzo del siglo XXI.

Hoy, Argentina y Colombia se asemejan notablemente. Ambos países se ven afectados de manera seria debido a su monumental fragilidad. Las dos naciones se están transfigurando en dilemas para sus vecinos inmediatos al ser percibidos como espacios desorganizados, donde por una u otra razón, el Estado se desvanece, la sociedad se postra y la democracia languidece. De Colombia se dice que vive en caos, de Argentina se teme que se anarquice. La violencia, la corrupción, la anomia y la desinstitucionalización, en grados diversos, se han tornado en los indicadores más visibles de los dos países. Encerrados en sus respectivos laberintos, argentinos y colombianos por igual descreen de los partidos políticos, de sus clases dirigentes y de la justicia. Por caminos distintos pero concurrentes, los líderes de ambos países piensan que la estrella polar de su salvación pasa exclusivamente por Washington. Con estilos y talantes diferentes pero con conductas casi idénticas, Buenos Aires y Bogotá esperan que de afuera le resuelvan los problemas que ninguno de los dos parece arreglar autónomamente.

Por ello, Argentina en el Cono Sur y Colombia en el mundo andino son epítomes de las nuevas amenazas surgidas de la debilidad. Los problemas internos que viven y las dificultades externas que producen devienen de su condición débil, no de su ansiedad de poderío. En consecuencia, el peligro que emana de ambos casos es la internacionalización negativa de sus respectivas crisis; esto es, colombianos y argentinos pierden control de su desarrollo en democracia y son objeto de acciones externas encaminadas a establecer un nuevo orden interno. Probablemente el ajuste colombiano sea más brutal, pero el argentino no será mucho menos cruel.

*Analista internacional

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