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Los peligros de la mediocridad

Debido a que el laboratorio del INS está desbordado, lo más probable es que nos toque esperar hasta la próxima semana para saber si el virus ya llegó.

María Jimena Duzán
2 de mayo de 2009

Por la forma enérgica y diligente como el ministro Diego Palacios ha salido a capotear en Colombia el inevitable avance del temible virus de la gripa porcina, uno podría llegar a la conclusión de que el país está requetepreparado para enfrentar una pandemia como la que acaba de ser declarada por la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, basta mirar más detenidamente el estado lamentable de las instituciones que tienen que ver con la salud pública durante estos últimos siete años, para llegar a la conclusión contraria: que Colombia ha retrocedido en materia de prevención de epidemias de manera preocupante.

Esa es la alarmante tesis que sostiene un grupo importante de epidemiólogos y salubristas en el país, los mismos que desde hace un buen tiempo vienen alertando a la sociedad -sin mucho éxito, es cierto- sobre el deterioro progresivo que se viene advirtiendo en ese campo. El caso que más les preocupa a todos es el del Instituto Nacional de Salud (INS), convertido hoy, según varias de esas voces autorizadas, "en un botín político". Mal que bien, a la dirección del INS habían llegado cabezas científicas de la talla de un Jorge Boshell, o de un Moisés Wasserman, actual rector de la Universidad Nacional. No obstante, desde cuando fue ungido como ministro el doctor Diego Palacios por el gobierno Uribe, los directores de ese centro de investigación han sido escogidos más por sus perfiles políticos, que por los científicos. Luis Alberto Mejía, quien fue hasta hace poco director del Instituto, era el secretario de salud de la Alcaldía de Pasto, y su antecesor, fue un funcionario de la salud de Boyacá que se postuló como candidato a la Gobernación de ese departamento.

El hecho mismo de que esta pandemia haya cogido al INS con un director encargado desde hace varios meses, demuestra que el interés que le merece al ministro Palacios este tema es inversamente proporcional al que ha invertido en su defensa por cuenta de la Yidis-política.

Lo cierto es que según expertos consultados, fue precisamente bajo la administración Palacios que se inició el proceso de involución del INS: no sólo se paró la producción del suero antiofídico, el cual sólo se volvió a producir luego de que el hecho fue denunciado en los medios, sino que los laboratorios que fueron creados para hacer los análisis de los virus resultaron desmantelados progresivamente, hasta el punto de que hoy el país no está en capacidad de hacer sus propios análisis, hecho que nos obliga a enviar estas muestras al laboratorio en Atlanta. Debido a que ese laboratorio está desbordado, lo más probable es que nos toque esperar hasta la próxima semana para saber si el virus de la gripa porcina llegó o no a Colombia, demora que de hecho hace aun más difíciles las maniobras de prevención en materia de salud pública. En otras palabras, lo que está sucediendo es que "el virus ya debe estar aquí, aunque no hayamos podido detectarlo", como me lo dijo otra voz autorizada.

Lo más preocupante es que en el concepto de muchos epidemiólogos, toda esta situación tan desventajosa se habría podido evitar. "Si en el Instituto no se hubieran empezado a desmantelar los laboratorios, habríamos podido detectar ya el virus de la gripa porcina y no tendríamos que estar supeditados a hacer cola en el laboratorio de Atlanta, perdiendo tiempo invaluable para manejar la situación", me dijo un científico. Pero no todo son malas noticias. En ciudades como Bogotá, los avances en materia de salud pública han demostrado ser de invaluable aporte para enfrentar la crisis producida por una eventual pandemia. A diferencia de lo que sucedió en estos siete años en el INS, en el Distrito, desde la administración Peñalosa, se creó un grupo de expertos dedicados a trabajar las enfermedades respiratorias, luego de que Bogotá sufrió la muerte de varios niños a causa de un virus. Las subsiguientes administraciones continuaron apoyando este grupo de científicos y el resultado de estos esfuerzos ha sido evidente: sus laboratorios están mucho más avanzados que los del INS y han desarrollado una capacidad para la identificación de virus aproximándose a una confirmación similar a las que podrían dar laboratorios como el de Atlanta. Sin embargo, por esas veleidades del poder, el Ministro acaba de ordenar que el único laboratorio autorizado para hacer este tipo de análisis es el del Instituto, desconociendo de un tajo los avances del laboratorio de la Secretaría de Bogotá en la aproximación de una posible confirmación del virus pandémico.

Señor ministro Palacios: en lugar de andar dividiendo fuerzas, debería aunar esfuerzos y pedir la colaboración de la Secretaría de Salud de Bogotá que le ayude a sortear el problema, habilitándola a hacer este tipo de análisis. Esta no es hora de los micrófonos, ni de las vanidades. Tampoco debe el gobierno sacar provecho de esta desgracia, sacando pecho en una materia en la que no tiene mucho que mostrar. La mejor definición de la gestión del Ministro de Salud la dio hace poco en una columna Alejandro Gaviria en El Espectador cuando lo definió como un funcionario dueño de una "mediocridad desafiante".

Sobran las palabras.

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