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'Lula', y lo que le espera

Aunque no tenga pasajeramente el control del gobierno la derecha siempre sigue siendo dueña de los resortes del poder: de la riqueza

Antonio Caballero
10 de noviembre de 2002

Tras varias intentonas, y venciendo muchos temores y amenazas, ganó por fin Luiz Inacio da Silva en el Brasil. 'Lula'. El obrero metalúrgico. El Partido de los Trabajadores. Un gobierno de izquierda. El Fondo Monetario Internacional se rasga las vestiduras.

Puede tranquilizarse: 'Lula' se ha "moderado" mucho en los últimos tiempos, como suele decirse. También Cardoso, el presidente saliente, fue de izquierdas, en sus tiempos. Y, sobre todo, ningún gobierno es de izquierda. Los que se llaman así pueden ser a veces, al principio, menos perjudiciales que los otros, más beneficiosos para sus pueblos y sus países: redistribuyen, nacionalizan, etcétera. Pero luego se "moderan'', o los derroca el Imperio para poner en su lugar a un gobierno de la derecha dura, y entonces es peor. Pues por muy de derecha que se vuelva un gobierno de izquierda, un gobierno de derecha es mucho más de derecha. Lo estamos viendo en el Imperio mismo, en el contraste entre la administración de Bush y la de Clinton: que no es que fuera de izquierda, por supuesto, pero no era de extrema derecha. Esta de Bush sí lo es, y está a punto de hacer estallar el mundo a base de represalias preventivas: la aplicación, en la política internacional, de su principio ecológico según el cual hay que talar los bosques para evitar que se quemen. La gente de derecha es más de derecha en el poder que la de izquierda, porque ya llega con práctica. ¿Práctica de qué? Del poder.

'Lula' no la tiene. Clase obrera. Infancia pobre. Sindicalismo. Cárceles bajo la dictadura militar. Partido de los Trabajadores. Pero ahora llega al gobierno y va a encontrarse, tal vez para su propio pesar, con que ningún gobierno de izquierda es de izquierda, pues si fuera de izquierda no sería gobierno. Lo impide una imposibilidad semántica: gobernar es de derecha. Y una práctica: el derrocamiento por cuenta de los Estados Unidos en nombre de la democracia, del mercado y de la libertad.

Por eso los gobiernos de izquierda, o que se llaman así, decepcionan siempre a sus partidarios, a los que han votado o luchado por ellos. Y por eso no decepcionan nunca los gobiernos de derecha: éstos cumplen con quienes los han puesto ahí, que son los ricos, los poderosos y los reaccionarios, porque gobiernan para ellos. Bush, por ejemplo, acaba de arrasar en las elecciones de mitaca (mid-term, las llaman allá; y si en Colombia todavía quedara café, a la cosecha de mitaca ya la estaríamos llamando de mid-term); y acaba de arrasar porque venía cumpliéndoles a sus electores: les había bajado los impuestos a los ricos, había eliminado las ayudas a los pobres, había prohibido el aborto, y estaba multiplicando las ganancias de las empresas petroleras abriéndoles las reservas medioambientales de Alaska y prometiéndoles todo el petróleo del mundo para ellas solas: el de Irak muy pronto, y luego el de Irán, y el de Arabia, y todos (ya está mandando soldados norteamericanos a proteger oleoductos en Colombia, y en Venezuela ya está tumbando al incómodo coronel populista); y multiplicando las ganancias de las empresas de armamento gracias al más descomunal presupuesto militar de la historia del mundo. En suma: estaba cumpliendo.

Cumplen siempre, los de derecha, incluso en el exterminio: Hitler cumplió. En cambio cuando los de izquierda se dedican ellos también al exterminio, como Stalin, no están cumpliendo, porque ese es un programa de derecha: están decepcionando a los suyos.

Los gobiernos de izquierda "moderada", como el de 'Lula', tienen además el problema de que, como no la han exterminado, tienen enfrente a la derecha verdadera, a la derecha tradicional, a la derecha con práctica de serlo. Y ésta es siempre más fuerte que la izquierda "moderada" porque es la dueña de las cosas: de las tierras, de las fábricas, del dinero: de lo que se llama los medios de producción. Aunque no tenga -pasajeramente- el control del gobierno, la derecha siempre sigue siendo dueña de los resortes del poder: de la riqueza. Los poderosos son los ricos, no los pobres, aunque éstos sean más numerosos. Los dueños, no los trabajadores. 'Lula' lo va a tener difícil si no quiere decepcionar a los suyos. Si intenta cumplir.

Pero no hay que ser pesimistas. Algo hará 'Lula', si lo dejan. Algo tiene que hacer. Porque en el Brasil, como en todos los países del mundo gobernados por el Fondo Monetario Internacional bajo las directivas del Imperio, ya no se puede vivir.

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