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Luz y taquígrafos

Nada se ha sabido de lo que han sido las negociaciones del Alto Comisionado de la Ternura y la guerrilla de las Farc

Antonio Caballero
22 de agosto de 2004

Existen muchas definiciones de la democracia, desde los tiempos de los griegos. Es famosa la de Abraham Lincoln: "El gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo". Un poco vaga, la verdad, un poco teórica. Hay otra, que data de la Primera República española, que dice simplemente:

"Luz y taquígrafos".

Era una frase de índole puramente funcional. Se usaba para pedir que, en el momento en que se votaba una ley o se aprobaba un tratado, se encendieran las luces, para que se pudiera ver; y empezaran a tomar nota los taquígrafos, para que después se supiera en qué habían consistido el tratado o la ley, con puntos y comas. Repito: una frase funcional. La democracia es funcional. O, si no, es mera retórica.

Estoy hablando del secretismo obsesivo del gobierno autoritario del presidente Álvaro Uribe. Pero ya volveré a eso.

El pacto germano-soviético de 1939 sobre la partición de Polonia fue secreto. Sólo lo conocían Stalin, Hitler y unos cuantos funcionarios. No sabían de su existencia ni el pueblo alemán, ni el pueblo ruso, ni los parlamentos respectivos de los dos países, ni los gobiernos del resto del mundo. Empezando, claro está, por el de la propia Polonia prometida al descuartizamiento.

Es un ejemplo entre muchos. Podría hablar, yo qué sé, del secreto 'Plan Cóndor' que bajo los auspicios secretos de la CIA firmaron el general chileno Pinochet y los militares de las dictaduras argentina y uruguaya para exterminar disidentes de forma coordinada. Si pongo el ejemplo de Hitler y Stalin es porque los dos tienen una bien ganada fama de dictadores. Podría hablar también de la guerra secreta que adelantó el presidente norteamericano Richard Nixon en Camboya, a escondidas del Congreso y de la prensa norteamericanos (hasta que se supo); o de las torturas secretas de la cárcel de Abu Ghraib en Irak y de la base de Guantánamo en Cuba (hasta que las reveló la prensa). Pero ni el gobierno de Nixon ni el de George W. Bush han sido reconocidos como dictatoriales, aunque lo hayan sido en muchos aspectos (y el de Bush lo sea cada día más). El secreto ha sido instrumento inmemorial de todas las tiranías. De ahí el reclamo de la luz y los taquígrafos: que las cosas no se hagan a oscuras, y que queden registradas. Que se sepan.

Con lo cual vuelvo a Álvaro Uribe.

Bajo su gobierno las cosas no se saben. Todo es secreto. Cosas inocuas, como el monto del sueldo de su secretaria. O cosas graves, como el número real de asesores militares norteamericanos en Colombia. No se sabe -no se supo nunca- en qué consistían los pactos firmados en secreto y sobre temas secretos con el Partido Liberal, con el Partido Conservador, con la llamada "bancada uribista". No se sabe bien -ni el gobierno quiere que se sepa- cómo es lo de la compra de tanques de guerra en España. No se sabe ni siquiera en qué paró aquella promesa del presidente Uribe sobre una carreterita en no sé qué pueblito de qué consejito comunalito. No se sabe en qué han consistido las promesas hechas a los paramilitares por el Alto Comisionado de la Ternura, doctor Luis Carlos Restrepo. Ni, para hablar de lo más reciente, se ha sabido nada de lo que han sido las negociaciones entre ese mismo Alto Comisionado y la guerrilla de las Farc, cuya súbita conclusión ha sido el anuncio, negado durante años, del canje humanitario de presos guerrilleros por políticos y militares secuestrados. (Y hay también, dicen, una propuesta secreta al ELN).

No voy a entrar aquí en si es bueno o malo el canje. Ni voy a entrar en si es buena o mala la "alternatividad penal" para los paras. Ni en si es bueno o malo que haya muchos -o pocos- asesores militares norteamericanos, oficiales y privados, en Colombia. Ni en si es útil, o completamente inocuo, que se pacten tonterías con las distintas bancadas del Congreso. Lo que importa es que todo eso se hace en secreto; y eso está mal. El doctor Restrepo, Alto Comisionado para la Bobería, acabó revelando la existencia de la propuesta del gobierno a las Farc sólo cuando se dio cuenta de que estaba a punto de ser conocida por las inevitables filtraciones a la prensa.

La democracia es un circo, sí, de acuerdo. Pero es aún peor que el circo despliegue su espectáculo en secreto.