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Maquillajes de la democracia

El referendo consiste en una pregunta tácita: "¿Siguen conmigo, me apoyan todavía?" Y su resultado no mejorará ni empeorará al país

Semana
22 de septiembre de 2003

En un matrimonio, cuando uno quiere poner algunas condiciones, tiene que aprovechar la luna de miel. "Mira, mi amorcito", dice uno al principio de la relación, "tú y yo vamos a vivir juntos hasta que la muerte nos separe, pero eso sí, te advierto, yo no voy a dejar de salir a almorzar de vez en cuando con mis amigas". "Claro, mi corazón, faltaba más; y yo también". Otra cosa importante es ejercer de inmediato esa libertad que uno se quiere tomar -aunque no tenga muchas ganas de ejercerla- porque también la costumbre crea el derecho. Si uno intenta imponer una condición de esas al cabo de tres años de vida marital, lo que va a obtener es una reacción furibunda, más la grosera vista del dedo pulgar metido entre el índice y el corazón (pistola), y también una palabra: ¡mamola!

Es por esos mismos motivos sicológicos que los presidentes aprovechan el primer año de gobierno para que "el pueblo" les apruebe lo que sea. ¿Qué hizo Chávez cuando ganó las elecciones en Venezuela? Convocó un referendo para ampliar su período presidencial. Unos pocos sensatos decían: esperemos a ver qué pasa, no firmen cheques en blanco, no actúen con el entusiasmo del momento. Pero de nada valió: "el pueblo" le aprobó al coronel Chávez todo lo que quiso, incluyendo un período de gobierno de seis años (que con otras triquiñuelas podrían volverse 12, o más).

Al presidente Uribe hay que reconocerle que en su proyecto de referendo no incluyó el tema de la reelección (los uribistas esperan obtenerla por el camino regular). Si hubiera querido, con un país más enamorado que novio estrenando novia, "el pueblo" le hubiera aprobado hasta una Presidencia vitalicia. No, el referendo de Uribe será farragoso, incomprensible e inútil, pero al menos no se hizo para aprobar barbaridades que, bajo la máscara de una decisión popular, nos llevaran por un camino tiránico o antidemocrático.

En todo caso el referendo (cualquier referendo), en las democracias sanas, no suele ser un arma del gobierno, sino una herramienta de la oposición. Cuando un gobierno (como es el caso del gobierno Uribe) cuenta con las mayorías parlamentarias para aprobar con holgura sus proyectos de ley, el referendo se convierte en un rodeo y en un gasto inútil. Pongo un ejemplo: cuando en Italia gobernaba la Democracia Cristiana de manera hegemónica (cosa que sucedió durante 40 años), la oposición sabía que había algunos asuntos concretos en los cuales la mayoría de los italianos no estaban de acuerdo con la política del partido de gobierno. De ahí que la oposición propusiera y ganara los referendos para aprobar el divorcio y el aborto. La gente siguió votando por la DC, pero en esos puntos concretos se apartó de lo que quería el partido mayoritario.

En general, en las democracias maduras, el referendo es una estrategia de la oposición para derrotar al gobierno sobre puntos muy específicos (la oposición sueca acaba de ganar el referendo contra el euro). En cambio, en las democracias inmaduras, o peor, en las tiranías, suele ser una estrategia del gobernante para darle a su dictadura una máscara democrática. Pocas semanas antes de la guerra, el tirano Hussein convocó y ganó de manera aplastante un referendo en Irak. Algo así como el 98 por ciento de los votantes aprobaron su continuidad en el gobierno. A los tiranos les encantan los plebiscitos (que a veces disfrazan de referendos): no sólo Hussein, también Castro, Kim Il Sung, Fujimori y Pinochet convocaron referendos para afincarse en el poder.

En una elección presidencial no tiene sentido abstenerse, pues en ese tipo de elecciones no hay umbral. Si votaran tan solo 10 ciudadanos, y seis lo hicieran por un candidato, éste quedaría elegido legalmente. En un referendo con umbral, abstenerse es un acto político (y muchos gobiernos han optado por pedirles a sus electores que se abstengan en los referendos propiciados por la oposición). Cuando abstenerse tiene efectos políticos, llamar antipatriotas a los abstencionistas no tiene sentido.

Pero lo verdaderamente importante es que Alvaro Uribe no aprovechó su luna de miel para proponer un referendo trascendental, con alguna reforma radical que su Congreso aliado no le quisiera aprobar. Hizo un referendo largo, a veces bien intencionado y a veces inútil, incomprensible y sin mayores efectos sobre la sociedad. En realidad, consiste en una pregunta tácita: "¿Siguen conmigo, me apoyan todavía?". Eso ya lo sabemos: la gran mayoría repetirá que sí. Y el referendo no mejorará ni empeorará el país. Si a uno en la luna de miel la esposa le informa que irá todos los jueves a la peluquería (en vez de poner la condición de poder salir con amigos de vez en cuando), la condición sale muy barata y uno contesta: "Claro, mi amor". Igual con este referendo del gobierno: maquíllate todo lo que quieras, que lo fundamental va por otro lado. No vale la pena que nos cojamos de las mechas por un referendo colorete y pestañina, que ni hace daño ni hace bien. Si lo aprueban, magnífico. Si no, también.

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