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Maquinaria, opinión y confusión

Personas intachables y capaces se dejaron embaucar, por pura afugia electoral, en una seudorreforma que acabará de dañar la política, 49678

Semana
1 de marzo de 2002

Imagínese que, en este despelote, a usted le dio por aspirar al Congreso. Supongamos incluso que usted no está loco y que tiene la fórmula para arreglar el país. Ahora le falta un detallito práctico, que es hacerse elegir: ¿Cómo levantar 40.000 votos para el Senado o 15.000, digamos, para la Cámara?

Pues tiene usted dos grandes opciones: (a) Hacerse conocer de mucha gente y esperar que parte de ella lo acompañe —es lo que llaman “voto de opinión”—, o (b) Hacerle favores a un grupo de gente, a cambio de que vote por usted en bloque —es lo que llaman una “maquinaria”—. Sobre esta disyuntiva básica, se ramifican cuatro caminos-tipo para llegar al Congreso y también se explican los cuatro tipos de congresistas. En orden de antipatía para los lectores de una revista “de opinión”, estos cuatro especímenes son:

1. Candidato de maquinaria-clientela, como decir... casi todos los que salen. La “clientela” es un grupo regional creado específica y exclusivamente para vivir del fisco. La mayoría de estos congresistas (tipo Tiberio Villarreal o Telésforo Pedraza) se limitan al puro clientelismo, pero hay otros, a la Jekyll-Hide, que son gamonales de provincia con formación de estadista (tipo Víctor Renán Barco).

2. Candidato de maquinaria-social o sea, de una organización creada para fines distintos de asaltar el fisco pero con cosas que sacarle al fisco. Crawford (cristianos), Rojas Birri (indígenas) o Angarita (pensionados) son ejemplos del político que defiende bien el interés de su gente, aunque este no sea igual al interés de la gente.

3. Candidatos de opinión-celebridades, que aprovechan su fama en el deporte (Perea, Urrutia) o en la TV (Benjumea) para ir al Congreso a no hacer nada.

4. Candidatos de opinión-personalidades, que han hecho nombre en el servicio público (Carlos Gaviria, Carlos Medellín...) y en efecto buscan el interés público.

Hay casos mixtos, por supuesto: clientela-opinión, tipo Vargas Lleras; clientela-social, tipo Jaime Dussán; social-celebridad, tipo Nelly Moreno... Pero la primera ley de la política sigue siendo: cultive sus amigos o cultive su nombre en los periódicos.

La segunda ley es aún más contundente: no vaya en segundo renglón, porque el cabeza de lista se “chupa” sus voticos; así que juéguele al residuo. Es lo que explica la explosión de listas y el desperdicio de votos “de opinión”.

Y ahora que es usted master en ciencia política, también entiende porqué pasa lo que pasa en el Congreso. Porqué el voto organizado (maquinarias) tiene la mayoría aunque represente pequeñas minorías. Porqué el sistema no escoge a los más capaces ni a los más honestos. Porqué no existen bancadas. Porqué no pueden aprobarse sino dos tipos de leyes: las que ceban el clientelismo o las que el gobierno pasa a punta de sobornos. Porqué la corrupción. Porqué el Congreso está desprestigiado. Y porqué suena tan bien la idea de achicarlo.

Imagínese pues un Congreso unicameral de 150 miembros elegidos por los departamentos y sin circunscripción nacional, que es la fórmula exacta del doctor Alvaro Uribe. En Quién quiere ser millonario le preguntan: ¿Cuál de los cuatro tipos de candidatos sale ganando y cuáles tres quedarían excluidos? Piénselo bien; hay una sola respuesta correcta y está en juego la fortuna... del país.

Si contestó fríamente la pregunta anterior, le asombrará que haya tantos candidatos “de opinión” trabajando para que en el futuro Congreso no haya sino caciques regionales. Personas intachables y capaces como Claudia Blum, Rafael Pardo u Oscar Iván Zuluaga se dejaron embarcar, por pura afugia electoral, en una seudorreforma política que acabará de dañar la política. ¡Los que debían guiarnos, nos confunden!

Pero quedan opciones como Antonio Navarro, Carlos Gaviria, Juan Manuel Ospina, Rafael Orduz, Gloria Cuartas o Jaime Alberto Cabal en el Senado, o como Luis Fernando Ramírez, Gustavo Petro y Daniel Castellanos para Cámara por Bogotá. Así que, después de todo, usted podrá encender una velita el próximo domingo, aunque no le haya dado por aspirar al Congreso.

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