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La verdadera agenda

Si la visión del “desarrollo sostenible” se aplicara adecuadamente en nuestras sociedades latinoamericanas estaríamos dando el verdadero paso hacia el crecimiento.

Semana.Com
23 de septiembre de 2015

Sin duda es una buena noticia para el país y para la región que hayan reelegido a Luis Alberto Moreno en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), no solo por ser un colombiano ilustre y sin duda muy representativo para nuestro país en el continente americano, sino también por haberlo logrado con un mandato importante. Todos los países miembros votaron por su reelección menos Venezuela quien decidió abstenerse... tal vez para no echarle más leña al fuego.

Uno de los enfoques más interesantes que ha tenido el BID en su proceso de intervención técnica en los países ha sido aquella encaminada hacia el llamado “desarrollo sostenible”, pero desde una perspectiva moderna y encaminada hacia el adecuado balance entre desarrollo económico, social, ambiental e institucional. Si esa visión se aplicara adecuadamente en nuestras sociedades latinoamericanas, estaríamos dando el verdadero paso hacia el crecimiento económico sostenible, la inclusión de la clase media de manera permanente, tendríamos políticas públicas más efectivas y transparentes, y una sociedad más empoderada en su papel de ciudadano activo y democrático. En caso de acogerse adecuadamente el concepto, todos los actores de la sociedad tienen que colaborar y actuar de manera coordinada, es decir, los gobiernos, los empresarios, los ciudadanos, los medios de comunicación y todas las instituciones que influyen en la convivencia humana.

Una de las definiciones más amplias y compresibles de “Desarrollo Sostenible” ha sido la expuesta por la Comisión Brundtland en 1987, cuando estipuló que se trata de “aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias”. La sostenibilidad urbana supone entonces un balance adecuado de al menos cuatro tipos de sostenibilidad que interactúan: la ambiental, la social, la económica y la territorial-urbanística.

Colombia debe ser muy consciente de esto. Tranquiliza saber que el presidente Moreno se entiende bien con el presidente Santos y que sus conceptos se pueden ir enmarcando cada vez más en nuestra lógica a la hora de diseñar políticas públicas. Por supuesto que también es comprensible que esto no se pueda dar de la noche a la mañana, pues tenemos una cultura ciudadana y unas prácticas de convivencia aún muy precarias, derivadas de las enormes asimetrías sociales y de la desconfianza endémica que existe en nuestro país.

Al margen de si se han aprovechado o no los años de bonanza, lo cierto es que el país se encamina a un nuevo escenario macroeconómico que exigirá ajustes y de la toma correcta de importantes decisiones. La angustiosa necesidad de cuadrar las cuentas, no debe condicionar el sentido sostenible de las políticas económicas. Ese deberá ser nuestro mantra.

Por supuesto que sigue habiendo oportunidad de prenderle nuevamente el motor a la locomotora de la minería, y que persistirá la demanda de hidrocarburos, y no debemos olvidar que gracias a esas actividades se pudieron hacer enormes inversiones en materia social. Pero es hora también de incursionar en la senda del desarrollo tecnológico que busque incrementar el uso de otro tipo de energías renovables, para los que Colombia tiene todos los atributos físicos y naturales. Ahora lo que hace falta es coordinar voluntades. Un excelente articulador de la capacidad técnica del BID y facilitador en la implantación de políticas en el marco colombiano es Findeter. Varias iniciativas que ya arrojan resultados tangibles son las denominadas “Ciudades Sostenibles y Competitivas”, donde Montería, Pasto, Manizales, Bucaramanga, entre otras, son ejemplos reales de ello. Acá se está combinando esa articulación entre el sector público, privado, la sociedad civil y los medios de comunicación, requerida para verdaderamente lograr ese anhelado desarrollo sostenible con una visión moderna. Elementos como renovación urbana, desarrollo de economías creativas a partir de nuevas tecnologías de la información, parques y ciudades amables para los peatones y ciclistas, fomento de las tradiciones y de la cultura, entre otros, son elementos clásicos que se están empezando a ver en estos entornos urbanos.

La buena noticia es que quien lidera esta agenda no está sujeto a las lógicas políticas perversas de nuestras endebles democracias, sino a una instancia supranacional como el BID que garantiza la continuidad de dichas políticas y con ello se asegura su aplicación en el mediano y largo plazo. Pero también hay que añadir un ingrediente que no es menor y es que Luis Alberto Moreno cree en la economía de mercado, en el respeto al Estado de Derecho, cree en la iniciativa individual, el las libertades humanas y en la libre competencia. Elementos no menores en una región donde acechan peligrosos enemigos de esos principios.

Por último, es importante señalar el hecho de que persistan instituciones no politizadas en nuestra turbulenta América Latina, llena de pseudo-instituciones regionales que solo obedecen a agendas no tan ocultas, cargadas de sesgos ideológicos, e incapaces de mediar en los conflictos que nos afectan. Lo cierto, es que hoy son solo escampaderos de ex funcionarios y ex políticos que no tienen nada más que hacer en sus países.