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Esculturas parlantes

La hoy escasa intervención en los monumentos bogotanos luce atomizada y obedece más a la política de la Secretaría de Gobierno que a la técnica de Patrimonio Cultural.

Semana.Com
19 de julio de 2016

“¡Viva Italia! ¡Viva Fo! A finales de 2010, ocurre en Italia un hecho maravilloso: las estatuas hablan… Ante los escándalos de Berlusconi, las estatuas han vuelto a hablar, reactivando una vieja tradición… ‘Pequeña tu estatura, pequeña tu cabeza, si abres la boca aniquilas las artes, el cine y el teatro’, dice uno de los planfetos titulado Berlusckultura… Estatuas que hablan y que nadie, ni el Padrone de Italia, como despectivamente llama a Berlusconi el gran cineasta Ettore Scola, puede silenciarlas”. (Minera, Otto. 2012. Prólogo a Darío Fo).  Por suerte, a las esculturas italianas se les cuelga cartelitos parlanchines; no se les raya. 

Resulta que el pasado 12 de julio, El Tiempo invitaba a conocer el renovado monumento a los Héroes, de Bogotá, después de actividades de embellecimiento que realizaron unos 125 voluntarios, durante 7 horas de trabajo continuo. “¿Será, acaso, que escobas y esponjas resuelven la patología de la edificación monumental?”, me preguntaba quien me enviara el artículo. Al tiempo, una ‘tuitera’ me invitaba a celebrar la restauración de Héroes.

Con el ánimo de evitar la confusión entre limpieza y restauración, hago memoria del existente proyecto de restauración integral para este monumento, el que implicó: estudios históricos, de composición y valoración arquitectónica y artística; registro fotográfico y levantamiento arquitectónico; exploraciones en los diversos componentes del bien cultural, como parte de los estudios de los sistemas constructivos; elaboración de fichas de calificación de cada uno de los distintos elementos del bien cultural (o registro de deterioros); detección de refuerzos en elementos de concreto; exámenes, en laboratorio, de estado de conservación y resistencia de materiales de construcción; apiques y sondeos en suelo, como parte de los estudios de suelos y cimentación, estructurales, y de vulnerabilidad sísmica. En adición, se consideraron afectaciones del monumento por vandalismo y se estudió la movilidad y vialidad del entorno inmediato, así como la accesibilidad y otros. Como es apenas obvio, esto no se hace en un día.

La patología del monumento, simplificando, está relacionada con  el desbalance de la edificación –aparentemente no crítico, pero que se debe atender para la actividad de museo-, filtraciones de agua con mayor afectación en el sótano y en las cubiertas, eflorescencia en la superficie de concreto, disgregaciones del concreto y corrosión del acero expuesto. 

El proyecto consta de propuesta urbano-paisajística y de accesibilidad -que incluye pasaje subterráneo para el tránsito a la estación de Transmilenio-, proyecto de restauración arquitectónica y de bienes muebles, y proyecto museológico. No es necesario adicionar grandes dispositivos para la atención de la vulnerabilidad sísmica, por lo cual se opta por refuerzos ligeros.

El proyecto museológico mismo desarrolla, a partir de la museografía, el concepto de arte de la memoria y desde allí, específicamente, propone cuatro Teatros de la Memoria, uno por cada plataforma del edificio. Un sugerente mirador-café-restaurante, en la terraza, propicia un mayor goce del monumento. El gobierno Petro dejó concluido el proyecto de restauración integral, para una superficie de 1,430 metros cuadrados, y de recuperación de áreas libres, para 2,985 metros cuadrados. Éste tiene un costo, a precios de hoy, de 4.248 millones de pesos. El anhelo es que el dinero de los ciudadanos aquí invertido sea aprovechado ahora cuando los ojos del alcalde Peñalosa están puestos en los Héroes.

Aunque legítimo el embellecimiento periódico, la hoy escasa intervención en los monumentos bogotanos luce atomizada y pareciera que obedece más a la política de la Secretaría de Gobierno que a la técnica de Patrimonio Cultural. Preocupa, pues, que en el afán de mostrar resultados rápidos se cambie la restauración integral, que proyectan y dirigen especialistas,  por la limpieza de unas horas, que ejecutan voluntarios sin preparación alguna. Si se continúa de este modo, a la manera del Pasquino, la estatua del S.III de plaza Navona, en Roma, las esculturas de Bogotá narrarán a gritos lo que empieza a ser obvio: su utilización para la propaganda fácil.

*Ex directora de Patrimonio de Bogotá.

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