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Como borregos

En esta campaña se vuelve a sentir esa asfixia de ideas y ese afán por reducir el debate a la mera propaganda oficial.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
19 de abril de 2014

Desde que Álvaro Uribe decidió imponer la tesis de que los presidentes-candidatos no tenían que ir a debates en los medios porque para eso estaba la propaganda oficial, nuestra democracia sufrió una de las peores degradaciones. La más humillante de todas es que nos convirtió a los ciudadanos en simples receptores de mensajes manipulados y no en sujetos activos a los que se conquista con propuestas y con ideas.

Así de grotesca fue su campaña por la reelección. Sin debates, sin ideas, pero con consignas que apelaban no a nuestro intelecto sino a exacerbar nuestros miedos –caer en la hecatombe–. Uribe no solo nunca asistió a ningún debate presidencial sino que optó por utilizar la propaganda oficial para adoctrinar a sus súbditos. Se inventó frases primarias pero tremendamente efectistas para definir su régimen: a la guerra sin limitaciones de ninguna clase la llamó “seguridad democrática”, desterró de nuestro vocabulario las palabras ‘conflicto interno’ e impuso su tesis de que la única amenaza que tenía esta democracia eran las Farc –los paras según el dogma uribista ya habían dejado de existir a pesar de que su desmovilización fue un desastre–; decidió que el estado de opinión lo representaban las encuestas y que no había que pararle bolas a lo que decían los campesinos, los estudiantes, los periodistas, las cortes, porque todos ellos eran auxiliadores de la guerrilla. (Esa propaganda la sigue utilizando hoy el candidato uribista, aunque con bastante menos eficacia).

Álvaro Uribe ganó esas elecciones cómodamente y perdimos todos los que intentamos demostrar que esas elecciones de 2006 le dieron un golpe mortal a la Constitución de 1991. El tiempo nos ha dado la razón, al punto de que el propio presidente Santos, quien también se opuso a la reelección en su momento, ha propuesto erradicar la reelección de nuestro sistema político argumentando que esta acabó con el sistema de pesos y contrapesos que había armado cuidadosamente la Constitución de 1991.

No obstante, en esta campaña se vuelve a sentir esa asfixia de ideas y ese afán por reducir el debate a la mera propaganda oficial. De nuevo, el presidente-candidato, esta vez Juan Manuel Santos, ha decidido no asistir a los debates presidenciales que hasta ahora le han propuesto ya varios medios y lo que es más grave aún, ese camino también lo ha adoptado el candidato Enrique Peñalosa, quien va subiendo en las encuestas sin siquiera haber hecho campaña. No sabemos ni sus propuestas ni sus ideas y lo peor de todo es que las malas lenguas dicen que su mejor estrategia es no hablar porque cada que lo hace la embarra.

Lo mismo está ocurriendo con los candidatos a la Vicepresidencia. A los debates que se han hecho en los medios solo han asistido los coleros y en general la discusión electoral se ha reducido a entrevistas personales que impiden a la opinión confrontar propuestas e ideas y que nos someten a inocuos debates coyunturales como el que ha suscitado la frase de Santos en la que duda ante la hipótesis de matar a Timochenko. (¿Qué querían los uribistas, que dijera que lo iba a matar, cuando está haciendo un proceso de paz con las Farc?).

Ojalá que el picante que le falta a esta campaña no sea por cuenta de frases descontextualizadas, que apelan a la emoción, a la ira, a la furia, al miedo y que incitan a la polarización y no a la reflexión. Pero además, ojalá que en este mes que falta de campaña, el presidente-candidato y Enrique Peñalosa, reconsideren su estrategia política y se lancen a hacer debates ante la opinión.

Los ciudadanos nos merecemos que nos consideren como seres pensantes y no como borregos.

CODA 1: La carretera Bogotá-Bucaramanga no resiste una tractomula más. No solo porque no caben, ya que es una carretera que se quedó pequeña hace varios años, sino porque cada vez que se voltea una en la vía, la Policía de carreteras no da abasto. Los trancones que se arman son monumentales y a los viajeros nos toca esperar como en el cuento de Cortázar horas y horas para que nos den paso. ¿Qué dirá de lo que está sucediendo en esta carretera nuestra diligente ministra de Transporte?

CODA 2: ¿Y por qué la demora del presidente en nombrar el alcalde provisional de la terna que presentó el movimiento Alianza Verde en Bogotá?

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