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El facilitador que nadie conocía

La obsesIón de Henry Acosta porque este país tenga paz y sea más equitativo no lo convierte en un hombre cuestionable, sino en un hombre sensato.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
25 de octubre de 2014

La semana pasada salió a la luz pública el nombre de Henry Acosta en una columna de Daniel Coronell. En ella aparece como un enlace entre Uribe y las Farc a través del cual ese gobierno canalizó dineros con el propósito de ambientar un despeje que estuvo a punto de darse en los municipios de Florida y Pradera.

La columna tiene el mérito de refrescarle al expresidente Uribe un episodio que ahora no quiere recordar y de manera deliberada: el de que en su gobierno fue tal el interés por abrir un diálogo con las Farc, que se llegó incluso a aceptar un despeje de unos municipios, una exigencia que ni siquiera se le ha pasado por la cabeza al gobierno Santos.  Sin embargo, creo que Daniel se apresuró al poner a Henry Acosta en su relato como un personaje cuestionable que sirve de puente para darle un dinero a las Farc.

Conozco a Henry Acosta desde hace un tiempo y puedo dar fe que su papel en esas negociaciones las cuales se dieron durante el gobierno Uribe no fue el de un testaferro de las Farc, y por el contrario su labor callada en pro de la paz fue clave para impulsar el proceso que hoy adelanta Juan Manuel Santos. Sería injusto con él y su mujer Julieta, quien también ha sido soldado de la misma causa, que su labor por abrirle camino a la paz termine siendo distorsionada.

Pero además, Henry Acosta está en contra de la lucha armada y  no cree que esa sea la forma de cambiar las cosas en este país. Tampoco es un hombre de izquierda, como muchos pensarían. Yo diría que es más bien un liberal romántico de esos que piensan que este país debe salir de la guerra y que todos debemos poner nuestro grano de arena. Tampoco ha sido uribista ni fue funcionario de ese gobierno. Por cuenta de su amistad con el entonces senador Carlos Barragán, padre de uno de los diputados del Valle que secuestró las Farc,  terminó convirtiéndose en facilitador entre el gobierno de Uribe y las Farc. Un día, Barragán llamó a Luis Carlos Restrepo a decirle que había encontrado a un personaje que los podía ayudar a liberar a los diputados secuestrados.

Así fue como Henry conoció a Luis Carlos Restrepo, quien lo autorizó desde ese mismo año como facilitador entre el gobierno y las Farc. (Ver documento)

Henry Acosta servía de facilitador porque conocía a Pablo Catatumbo. Los medios han dicho erróneamente que se conocieron en la universidad, y no es cierto. Se conocieron en 2002.  En ese año Henry Acosta fue al pueblo de Barragán alto a conocer un proyecto para desplazados cuando trabajaba en el fondo de solidaridad del Valle. Llegando en su carro al lugar se topó con un retén de las Farc y tuvo que verse cara a cara con Pablo Catatumbo.

Tampoco es cierto que sea un gran empresario como lo han perfilado algunos medios. Ha trabajado sí en varias empresas: fue director de la Fundación Coomeva, fue gerente central de las cooperativas de caficultores durante 15 años y antes de eso fue funcionario de la FAO en América Latina y de la OIT en Europa y en África. Y su primer cargo público fue el de secretario de Desarrollo Comunitario de Carlos Holmes Trujillo durante su Alcaldía de Cali. Más que economista, Henry Acosta es un experto en cooperativismo y no se especializó en la Unión Soviética  sino en Israel y en Alemania.

Cuando fue nombrado en la Secretaría de Desarrollo Social en la Gobernación de Angelino, empezó a comprender la necesidad de hacer proyectos en la cordillera, pero no por presión de las Farc, sino porque consideraba que era el deber del Estado ante tanto abandono. Por eso, cuando lo llamó Uribe lo nombró facilitador y le habló de la necesidad de hacer proyectos agrícolas en la cordillera. Él estaba ya sintonizado con la idea y aceptó el desafío sin pensar en nada más. En total  se realizaron diez proyectos de desarrollo agrícola en la zona. Y los beneficiarios no fueron las Farc como lo afirma el senador Benedetti –el mismo que ayer fue uribista y que hoy es furibundo santista–, sino cerca de 850 familias que habitaban la alta cordillera oriental. Los contratos pasaron por la revisión de la Contraloría y tuvieron el visto bueno.
Su obsesión porque este país tenga paz y sea más equitativo no lo convierte en un hombre cuestionable, sino en un hombre sensato. Y lo que deberíamos hacer con hombres como Henry Acosta es agradecerles que pongan su vida al servicio de la paz en lugar de distorsionar sus aportes a la sociedad.

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