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El Gran Colombiano

La fama de Pablo Escobar lejos de aminorar con el tiempo va ‘in crescendo’ y eso ha sido posible en parte gracias a las narconovelas colombianas que han convertido a la narcocultura en un producto de exportación.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
6 de diciembre de 2014

Si nos pusiéramos en el trabajo de encontrar al colombiano más conocido por fuera de Colombia me temo que nos podríamos llevar una sorpresa. Ese gran colombiano no es ni James, ni Carlos Vives, ni Shakira; tampoco lo son científicos como Patarroyo o Llinás a pesar de que les sobran méritos para serlo ni genios literarios como nuestro premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez, experto en desguazar sin compasión las mentiras que hemos ido arropando de verdades a través de nuestra historia. Por fuera también han quedado políticos que cambiaron a este país como López Pumarejo y mártires históricos como Gaitán o Galán que nos recuerdan lo difícil que resulta en este país hacer política contra la corriente de lo establecido. Ni siquiera, un personaje como el expresidente Álvaro Uribe, cuya fama es solo comparable a la de una estrella de rock clasifica en ese pódium.

Y entonces, ¿si no es ninguno de los anteriores, quién puede ser el colombiano que más ha trascendido las fronteras? La respuesta es muy fácil, así a muchos nos disguste pronunciar su nombre: Pablo Escobar, el peor de los patrones, el narcotraficante que mataba a las vírgenes con que se acostaba porque no quería tener descendencia por fuera de su matrimonio. El Robin Hood que de noche asesinaba a policías, periodistas, ministros, jueces, procuradores, y de día construía estadios con fluido eléctrico en los barrios pobres de Medellín. Ese monstruo que engendró este país, que impuso el terror en las calles y que tanto dolor nos produjo, es lastimosamente el colombiano más reconocido en el mundo.

Para comprobar lo que digo hay que remitirse a lo que le dicen a uno los taxistas que uno toma en cualquier parte del mundo. Casi siempre me sucede el mismo episodio, así se trate de un taxista de Barcelona, de Nueva York o de Buenos Aires:

¿De dónde es?, le preguntan a uno. “Colombiana”, dice uno con cierta prevención. Luego viene la mirada de reojo que no falta. Que recuerde, nunca ningún taxista me ha dicho…¡ah! usted es del país del café, de las esmeraldas más hermosas, el único con dos océanos y el que tiene la democracia más antigua de América Latina, como le malenseñaban a uno de pequeña en el colegio. Tampoco me han dicho ah,  usted es del mismo país al que pertenece García Márquez o el pintor Fernando Botero. En cambio siempre me confiesan y algunos hasta con cierta vergüenza, que lo único que conocen del país es a Pablo Escobar. Y por lo forma con que pronuncian su nombre es como si se tratara de una leyenda y no de un matón. “Ustedes deben tener cosas muy buenas, pero yo solo conozco a Pablo Escobar, lo siento”, me dijo un taxista en Buenos Aires hace poco… “¿Era tan malo como dicen o en realidad robaba a los ricos para darle a los pobres?”, remató.

La fama de Pablo Escobar lejos de aminorar con el tiempo va ‘in crescendo’ y eso ha sido posible en parte gracias a las narconovelas colombianas que han convertido a la narco-cultura en un nuevo producto de exportación. En casi todos los países del mundo sobre todo donde se habla español, han trasmitido Las muñecas de la mafia, Sin tetas no hay paraíso, El cartel de los sapos y aunque la serie del Patrón del mal, fue un intento por contar la historia de Pablo Escobar a través de las víctimas, la verdad es que luego de verla nadie se acuerda de sus víctimas, sino de Escobar, de sus excentricidades y de su poder para ejercer el mal.

Un artículo reciente publicado en SEMANA asegura que una de las causas que podrían explicar los recientes brotes anticolombianos en países como Chile y Argentina, está relacionado con el efecto que estas narconovelas han tenido en la forma como nos ven a los colombianos en el extranjero. Y aunque es tan solo una hipótesis, yo me atrevería a pensar que la tesis tiene algo de razón. En el fondo las narconovelas reflejan cierta infatuación de la sociedad colombiana por las historias de hombres y mujeres que viniendo de abajo llegan a ser poderosos desafiando la ley. Pero además, refuerzan los antivalores que toda sociedad tiene y ese sentido de maldad lo representan en las narconovelas a la perfección los narcotraficantes como Pablo Escobar.

Algo habrá que hacer para que un matón narcotraficante no sea el Gran Colombiano. Por lo pronto, esa es la triste verdad.

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