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La ‘hackermanía’

Chuzar a los enemigos y difamarlos por las redes sociales para doblegarlos por la vía del chantaje y el matoneo es la manera a la que están recurriendo los políticos para llegar al poder.

María Jimena Duzán, Revista Semana
30 de agosto de 2014

La política y la inteligencia están hace rato en manos de unos hackers iletrados y primarios como Andrés Sepúlveda y no nos habíamos dado ni cuenta. De repente, el país empieza a saber que detrás de muchos políticos ya no hay estrategas sino hackers y que la inteligencia técnica del Ejército ya no la hacen oficiales debidamente preparados sino personajes como Sepúlveda que ni siquiera estudiaron una carrera y que escasamente saben escribir.

(Eso quedó claro en el escándalo revelado por SEMANA sobre los abusos que se estaban cometiendo en la inteligencia técnica del Ejército desde la plataforma Andrómeda).

El hacker Sepúlveda no solo prestó servicios a la campaña de Zuluaga. Venía de la campaña uribista que eligió a Juan Manuel Santos en 2010 como presidente e incluso antes de que reventara el escándalo alcanzó a hacer la página web del congresista Carlos Fernando Galán, como bien lo aceptó el senador hace unos días. Según lo reveló SEMANA, El hacker Sepúlveda también prestó sus servicios a gente de la Procuraduría con quienes se comprometió a hacer una campaña de desprestigio contra el alcalde Petro y por si fuera poco reveló que en la Contraloría se había abierto un concurso de hackers. ¿Hay alguna duda de que hackers como Sepúlveda fueran hombres con mucho trabajo en la trastienda de la política colombiana antes de que reventara el escándalo?

Pero este no es el único hacker al que han recurrido los políticos. Su socio, Carlos Escobar, otro hacker fanático por el matoneo, tuvo más fortuna en el Congreso. A ninguno de sus clientes les importó ni su fama de mitómano –insiste en que fue quien le creó la cuenta en Twitter a Chávez mientras volaba con él en helicóptero-, ni que según Ernesto Yamure, Escobar sea sobrino de Griselda Blanco, la reina de la coca, ni que suela suplantar las cuentas en Twitter de personajes públicos para difamar desde ahí a periodistas como Daniel Coronell y a los detractores de quien le esté pagando.

Un artículo de Las2orillas, titulado ‘Carlos Escobar, el hacker que Sepulveda vuelve a salpicar’, afirma que entre sus clientes estuvieron el senador Armando Benedetti, asesores de Gina Parody y  el senador Juan Manuel Corzo. Escobar fue contratado también por Pacho Santos para su corta campaña como precandidato del uribismo y mientras Escobar ‘hackeaba’ las cuentas de la campaña de Zuluaga, Sepúlveda hacía lo mismo con sus correos. Si así se trataron entre copartidarios no me imagino las bajezas que se habrán cometido con los enemigos políticos.

Con todas estas revelaciones, se ha destapado la cloaca en que se ha convertido la política. Y este inusitado protagonismo de los hackers en nuestra vida política, demuestra que estamos sometidos a los peores estándares y que chuzar a los enemigos y difamarlos por las redes sociales para lograr doblegarlos por la vía del chantaje y del matoneo es la manera a la que están recurriendo los políticos para llegar al poder. Si la política estaba ya  en crisis antes de que llegaran los hackers, con su aparición, esta ha entrado en cuidados intensivos.

Desde luego que los políticos no han sido los únicos en caer bajo el embrujo de los hackers. Los organismos de inteligencia también han sido seducidos por estos locos fanáticos. El propio general Zuluaga, exjefe de la Central de Inteligencia Técnica del Ejército, Citec, aceptó en una extensa entrevista a La W, que el propósito de montar una plataforma como la de Andromeda, era precisamente la de entablar relaciones con “la comunidad de los ‘hackers’”.

Ese intento por establecer una relación con esos locos le salió caro al país: las plataformas de inteligencia del Ejército fueron usufructuadas por estos hackers y se acabó no solamente chuzando al presidente Santos y al alto comisionado de paz, Sergio Jaramillo, sino que estos personajillos también fueron el vehículo utilizado para torpedear el proceso de paz, mientras varios de ellos salían a vender información secreta al mejor postor en el mercado negro. Algo parecido sucedió con la Dirección Nacional de Inteligencia,  los ojos del presidente. Este escándalo de Sepúlveda ha revelado que ellos también tienen su ejército de hackers y que muchos de ellos, como fue el caso de Sepúlveda, compraron información secreta para ser utilizada en favor del candidato Zuluaga.

Estar en manos de estos mercenarios mediáticos, que no saben ni leer, ni escribir y que ni siquiera han terminado sus estudios, es el peligro más grande que ha enfrentado el país desde que Pablo Escobar nos llenó de bombas las calles.

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