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Píldoras contra la moralina

Como hombre público está en mora de explicarles a quienes sí fuimos víctimas de esa guerra muchos de los episodios oscuros de su larga y misteriosa vida política.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
13 de enero de 2018

Apropósito de la alta dosis de moralina que exudan los trinos del expresidente Uribe y sus adiestradas huestes; de su intención constante por sacar a relucir su superioridad moral como gran luchador contra el narcotráfico con el sambenito de que es el presidente que más ha extraditado narcotraficantes a Estados Unidos –dato que tampoco es cierto–.

A propósito de esta imagen de adalid de lucha contra la droga que ha querido forjarse Uribe, sería oportuno, como diría Turbay Ayala, reducir la moralina del expresidente a sus justas proporciones. Eso es lo mínimo que podemos hacer en memoria de los verdaderos adalides de la lucha contra el narcotráfico entre los que, desde luego, no se encuentra el expresidente Álvaro Uribe, así intente ahora decir que fue amigo personal de Luis Carlos Galán y de Guillermo Cano –otra de las tantas mentiras que ha querido imponer el expresidente en su deseo de forjarse su imagen de gladiador contra el poder del narcotráfico–.

Quienes libramos la dura batalla contra el poder de Pablo Escobar desde la redacción de El Espectador bajo la batuta de Guillermo Cano, una guerra infame y desproporcionada que a muchos periodistas nos cambió la vida para siempre, nunca vimos ni supimos que Álvaro Uribe hubiera jugado un papel decisivo a la hora de enfrentar a Pablo Escobar en Antioquia como sí lo hicieron muchos políticos, varios de los cuales fueron asesinados por el capo.

En diciembre de 1989, en plena guerra contra Pablo Escobar y días después de que un bombazo destruyó las instalaciones de El Espectador, el presidente Barco, de manera valiente, decidió hundir la reforma política que había presentado en el Congreso por culpa de un mico que le habían colgado los narcotraficantes, que pretendía sepultar la extradición de nacionales sometiéndola a un referendo. (La extradición en ese instante no tenía apoyo en la opinión nacional porque muchos colombianos la consideraban la culpable de las bombas que ponía Escobar en los centros comerciales).

La reforma con el mico a cuestas había pasado ya por la Comisión Primera de la Cámara, por la plenaria y por la Comisión Primera del Senado. Como bien lo ha recordado el exfiscal Alfonso Gómez Méndez en su columna, cuando la reforma iba a ser aprobada por la plenaria del Senado, Barco prefirió hundirla antes que ceder a la presión de los narcotraficantes. Dentro de los senadores que no se opusieron al mico estaba Álvaro Uribe.

En el documento de la inteligencia militar del Departamento de Defensa de Estados Unidos (DIA), fechado en septiembre de 1991 que hace poco fue objeto de una columna de El Espectador de Yohir Akerman, el nombre del expresidente Álvaro Uribe está reseñado en una lista de narcotraficantes de la época. Uribe aparece acompañado de nombres como el de Popeye, su aliado en la campaña por el No, y de una cantidad de traficantes que en su mayoría están muertos o extraditados: el Mexicano, Pablo Escobar, varios de los sicarios que integraban el grupo de seguridad del temible capo y algunos nombres de guerrilleros del ELN con vínculos con el narcotráfico.

Uribe aparece reseñado como un senador que “colaboraba para el cartel de Medellín en altos niveles del gobierno”. Dice también que se le vinculó a un negocio que tenía relación con operaciones de narcotráfico en Estados Unidos y que su padre fue asesinado en Colombia por su conexión con los traficantes de narcóticos. Se afirma que el expresidente Uribe era amigo personal de Pablo Escobar y que fue uno de los políticos que desde el Senado criticó el tratado de extradición.

Los pocos uribistas que se han referido a este documento –el expresidente no lo ha hecho nunca– no niegan su autenticidad, pero dicen que carece de valor probatorio porque nunca se investigó si los que aparecen en esa lista eran o no narcotraficantes.

Si es cierto como dicen los uribistas que este documento no tiene ninguna validez probatoria, 30 años después de escrito, su contenido refleja un conocimiento muy agudo de lo que sucedía ese momento en Colombia cuando el país casi sucumbe ante el poder de Pablo Escobar.

Yo le reconozco al expresidente Uribe muchas cosas, así nunca haya votado por él. Su pasión con que concibe la política y su habilidad para conectarse con el colombiano del común. Cómo no reconocer que la desmovilización de las AUC, pese a los problemas que tuvo, redujo considerablemente los índices de la violencia en el país, y le reconozco incluso que su decisión por “acabar con la culebra de las Farc” cambió la correlación de fuerzas a favor del Estado, hecho que le permitió a Juan Manuel Santos hacer un acuerdo de paz con las Farc.

Pero no le reconozco ningún aporte en la lucha contra el narcotráfico, ni contra Pablo Escobar, ni contra los carteles. Y creo que como hombre público está en mora de explicarles a quienes sí fuimos víctimas de esa guerra muchos de los episodios oscuros de su larga y misteriosa vida política. Sobre todo, ahora que anda comandando sus huestes en la cruzada de la moralina, graduando a quienes vemos un gran avance en el desarme de las Farc de aliados del terrorismo y del narcotráfico.