Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Marihuana, ¿sí o no?

En una democracia liberal, el Estado no tiene ningún derecho a proteger a un individuo de sí mismo, ni a establecer estándares de moral ni de vida íntima virtuosa.

Semana
30 de octubre de 2010

Independientemente de que el referendo que legaliza la marihuana en California sea aprobado o no, la revisión de la estrategia global de la lucha contra las drogas ha quedado puesta encima de la mesa. Empezando, al menos, por la marihuana. Dejando de lado los enfoques éticos y religiosos que nublan una discusión razonable, expondré algunos argumentos económicos y políticos en favor del Referendo 19.

Ante la contundencia de la realidad económica, que refleja una profunda realidad social, Estados Unidos debería revisar su prohibicionismo en contra de la marihuana. Eso sí, sin criticar un comportamiento similar del resto del mundo. En efecto, según el Bulletin of Cannabis Reform, la marihuana se produce en los 50 estados de la Unión Americana, es el principal cultivo en 12 de ellos, es uno de los tres principales en 30 estados y uno de los cinco principales en 39 estados. En Alabama la cosecha de marihuana supera en valor a la de algodón, en California está por encima de las uvas, en Georgia sobrepasa la de maní y en las dos Californias excede a la de tabaco. La marihuana es el mayor cultivo en valor de los Estados Unidos, superando la suma del maíz, el trigo y el algodón. El valor de la cosecha equivale a dos veces la de soya y triplica la de hortalizas.

El valor estimado de la cosecha de marihuana en Estados Unidos es de 35.000 millones de dólares, equivalente a 70 veces la ayuda anual de ese país a la lucha contra el narcotráfico en Colombia. El volumen de la producción de marihuana en Estados Unidos se multiplicó por diez en los últimos 25 años, al pasar de 1.000 toneladas métricas en 1981, a 10.000 toneladas métricas en 2006. Y sigue creciendo. Se estima que en ese país hay 67 millones de plantas de marihuana sembradas, el 85 por ciento de ellas en parques naturales y el 15 por ciento restante en casas y edificios, siendo el primer productor mundial de marihuana doméstica. Solo en 2007 fueron descubiertas en Florida 2.000 casas con esos cultivos. Para las autoridades forestales es un fenómeno sin control que ocasiona un enorme daño ecológico en los parques naturales de ese país, al igual que la coca en nuestros parques y selvas.

Una realidad económica tan contundente y abrumadora debería ser por sí sola suficiente motivo para que la opinión pública y las autoridades norteamericanas pensaran un momento sobre la absoluta ineficacia del prohibicionismo.

Pero al pragmatismo económico habría que agregarle los principios políticos que son el fundamento de la democracia norteamericana. La libertad personal del individuo es intocable y llega hasta donde empieza la libertad y los derechos del otro, garantizados por la ley. En una democracia liberal el Estado no tiene ningún derecho a meterse en la vida privada de las personas, ni a tratar como infantes o minusválidos mentales a personas adultas y autónomas, a ciudadanos con capacidad de autodeterminación. El Estado no tiene ningún derecho a tutelar y castigar a un adulto libre por lo que haga o deje de hacer en su vida privada y con su propio cuerpo, que pertenece solamente a él, y no al Estado. Tampoco tiene derecho a proteger a un individuo de sí mismo, ni a establecer estándares de moral, ni de vida íntima virtuosa. Ni a definir qué es una droga y qué no lo es -el alcohol no, la marihuana sí, aunque el primero mata más que la segunda.

Las preguntas de Milton Friedman -ese odiado neoliberal- siguen sin respuesta: ¿cómo llamar delito a un hecho en el que ningún tercero es víctima? ¿En nombre de qué principio el Estado castiga a un individuo que no ataca a nadie, sino a sí mismo? ¿Acaso el Estado sabe mejor que el individuo lo que es bueno o malo para ese individuo? Según Friedman, la criminalización del uso de drogas es una idea extraña a la filosofía liberal del derecho y está muy próxima al delito de opinión de los regímenes totalitarios.

Porque si se trata de proteger a los individuos de sí mismos, el Estado debería prohibir el alcohol, el tabaco, las corridas de toros, el boxeo, las carreras de autos y de motos, etcétera. Está clínica y estadísticamente demostrado que esas sustancias y actividades producen más muertes y riesgos para la salud de los individuos que la marihuana. Pero tal vez están permitidas porque no atentan contra la 'moral'. Y que conste que yo no fumo marihuana, pero me gusta el vino. No obstante, respeto a quienes la fuman y también a los toreros. Por todas las anteriores razones, yo hubiera apoyado el Referendo 19.

P.S. Por qué califican a Estados Unidos de incoherente... ¿Por tratar de legalizar la marihuana, o por criticar a los países que lo hacen? En el primer caso significa "yo no lo hago, tú no lo hagas", sigamos con el prohibicionismo; en el segundo significa "tú lo haces, no me critiques si yo también lo hago", acabemos con la prohibición. ¿En cuál opción se alinea nuestro gobierno?