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¿Un Congreso para la paz?

Esta elecciones dejan claro que Colombia es un país de derechas.

Marta Ruiz, Marta Ruiz
9 de marzo de 2014

¡Vaya resultados los del domingo! Hubo elecciones en paz y eso ya es mucho. Pero creo que más allá de esa buena noticia, hay poco que celebrar. Las llagas de nuestro famélico sistema democrático se exhibieron sin remedio, aunque no ha de faltar quien diga que todo fue una fiesta.

Que otra vez el 10% de los votos sean nulos, es prueba de que la complejidad el tarjetón aleja a la gente de la democracia. Más de un millón de votos perdidos es una cifra demasiado alta y distorsiona cualquier resultado. El colmo es que esta falencia se repita después de que en las elecciones pasadas se había detectado el mismo problema.

La alta votación que obtuvieron tanto para la Cámara como para Senado un grupo significativo de herederos de los para-políticos, bien fuera mimetizados en los partidos mayoritarios o en Opción Ciudadana, demuestra que la para-política, que antes era considerada un fenómeno atípico, ahora es una institución. Al parecer, hay un sector consolidado de colombianos que tiene su corazoncito paraco, y logra cada cuatro años coronar por lo menos un 20% del Congreso.

Dejan claro también estas elecciones que Colombia es un país de derechas. Si bien Uribe no alcanzó los treinta y pico de curules a las que aspiraba, si se convierte en una fuerza muy significativa con 20 senadores y 12 representantes, cuya disciplina y obediencia se da por descontada.

Uribe llega al Congreso para oponerse a los acuerdos de La Habana, pues sabe muy bien que el diseño de la negociación implica una serie de reformas y leyes que hagan viable la paz. Su papel, seguramente, no será sabotear el proceso como tal, sino llevarlo a la irrelevancia. Convertirlo en un nudo gordiano que lo haga inviable. Obstaculizar las reformas que le den contenido. Intentar reducirlo a una entrega de armas. A una rendición de las guerrillas. Y no me cabe duda que en esas lides le resultarán varios aliados de otros partidos.
Aunque la Unidad Nacional que acompaña a Santos en su propósito de lograr un acuerdo con las FARC quedó con una holgada mayoría en Senado y Cámara, fueron sus expresiones más retrógradas las que resultaron más votadas: el Partido de la U. y los conservadores. Los liberales, que han sido aliados incondicionales del gobierno en materia de paz, fueron los apaleados de la jornada, por lo menos en Senado.
Habrá que ver si las bancadas del Polo Democrático Alternativo, de la Alianza Verde, y quienes desde la coalición del gobierno entienden que la paz necesita cambios profundos en el país, pueden convertirse en una masa crítica para impulsar una verdadera reconciliación nacional.

Pero no hay que hacerse muchas ilusiones. Que Santos se haya inclinado hacia la derecha al elegir a Germán Vargas Lleras como su fórmula vicepresidencial, es otro indicador de que el camino que tendrán que recorrer los acuerdos de La Habana antes de convertirse en realidad, será más que culebrero. Si es que algún día se firman.

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