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De matoneo y estigmatizaciones, hablemos de los medios

El historiador inglés Owen Jones hace una reflexión, refiriéndose a los medios británicos, que cae como anillo al dedo a la realidad colombiana: “(…) no existe la libertad de prensa. Existe una prensa libre de la intervención directa del gobierno, que es algo completamente distinto”.

Javier Gómez, Javier Gómez
18 de julio de 2017

De matoneo y estigmatizaciones, en el lenguaje actual le dicen bulling. Esa ha sido una práctica recurrente entre periodistas. En el pasado, y creo que ahora también, hablar de insurgencia en las salas de redacción de cualquier medio, ir más allá del simple registro noticioso o promover la denuncia social, era cuestión de iconoclastas.

Sé que muchos colegas no me dejarán mentir. El conflicto colombiano, el no armado, también se vivió en los consejos de redacción de los noticieros, del medio escrito, en la televisión o en la radio.

La estigmatización o matoneo era el común denominador cuando se hablaba del conflicto y del carácter político de los alzados en armas. Dado que no se analizaban con criterio político las acciones subversivas, no era posible identificar las verdaderas razones de los problemas del país y la responsabilidad concluía en los “desalmados” guerrilleros: “Ellos son los culpables”, se afirmaba, sin argumento alguno. Definir cómo contar las historias era un suplicio porque la guerra no la cubrimos los periodistas; el relato de la confrontación era impuesto desde el Ministerio de Defensa y sus partes oficiales.

En el sagrado consejo de redacción las inquietudes no contaban y menos el debate a fondo de los temas, tan serios como la profesión misma. Cundían el uso de ejemplos extremos como acicate para apelar más a los prejuicios e inseguridades de la gente que a contar una realidad inherente a nuestra sociedad, atiborrada de injusticias y de endémicos problemas. Esta realidad hoy persiste, y es fácilmente comprobable a través del contenido de los espacios periodísticos y el sensacionalismo noticioso sin que amerite un contexto.

Dicho lo anterior, acudir a ejemplos factuales permite ilustrar cómo los medios deliberadamente promueven la ignorancia y distorsionan nuestra verdad y la de los hechos. Por ejemplo, le ponen el velo a un asunto aterrador, por decir lo menos: el asesinato de 186 líderes sociales en los últimos 19 meses, lo que equivale, según datos de la Defensoría del Pueblo, a 9,7 muertos por día; muertos que no pasan de ser tan solo una estadística. Nada se hace en términos periodísticos para contar esta historia o para hacer el esfuerzo de hallar el denominador común de este exterminio. Un país serio o unos medios serios estarían poniendo el grito en el cielo. Pero como tan poco han cambiado en las salas de redacción, proponer un cubrimiento distinto, creo yo, es correr el riesgo del estigma.

Ese debate, el de la estigmatización en los consejos de redacción, no se da porque a los periodistas no se les permite hacer un alto en el camino. No se abre un espacio a la reflexión sobre si en verdad se están haciendo las cosas bien o mal, o si la información que se posee y luego se transmite se está divulgando fielmente, sin prevenciones o con autocensura. No hay lugar a la autocrítica en la vorágine de la sangre y el atraco.

Los colegas asumen, en muchos casos, los cargos de dirección con soberbia e imponen un pensamiento único e inamovible. Claro, los ponen ahí para jugar un papel; y son cruciales en el momento de inducir el contenido del mensaje. Su aporte es nublar el discurso para evitar la fiscalización del establecimiento. Es el “ayúdame que yo te ayudaré”, porque para nadie es un secreto que detrás de cada medio está la muralla de silencio con la que sus dueños, poderosos, defienden imperecederamente el statu quo.

El historiador inglés Owen Jones hace una reflexión, refiriéndose a los medios británicos, que cae como anillo al dedo a la realidad colombiana: “(…) no existe la libertad de prensa. Existe una prensa libre de la intervención directa del gobierno, que es algo completamente distinto”.

El pasado 3 de mayo, día mundial de la libertad de prensa, se celebró con un sugestivo título que se denominó: “Mentes críticas para tiempos críticos: el papel de los medios para el avance de sociedades más pacíficas, justas e inclusivas”. Pero los medios ni siquiera se dieron cuenta, porque no les interesa.

Recuperemos la memoria y volvamos a los viejos maestros del periodismo, que nos decían: “hacer periodismo implica relacionarse con el entorno, untarse de su realidad, informar de abajo hacia arriba”, y creo que eso lo hemos perdido. Nunca es tarde.

@jairotevi

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