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Los vecinos vengadores

Pero la justicia por mano propia no es verdadera justicia. Es venganza, que es distinto. Es poner en el mismo nivel de hampones al ‘justiciero’ y al ‘ajusticiado’. Es una trampa.

Semana.Com
17 de junio de 2015

Que la Viuda negra, el Hombre increíble y el Capitán América se reúnan con otros vecinos, se autodenominen los Vengadores y combatan a los malos del universo suena excitante. De hecho, esta es la historia de unas cuantas películas de superhéroes que se ven en las pantallas de cine. Y les va muy bien en las taquillas. Pero que un hombre, por increíble que sea, una viuda de cualquier color y un capitán, por poner un ejemplo, se agrupen en un combo de vecinos para vengarse de ‘los malos’ del barrio es lo más peligroso y equivocado que pueda enfrentar una sociedad. Lo peor es que en nuestro caso no es argumento de una película, sino una realidad muy viva. Es una trampa y además, la semilla de esa violencia maldita que padecemos en Colombia, venga de extremas izquierda o derecha.

Hace unas semanas circuló un video por las redes sociales y los medios de comunicación masivos en el que un sujeto le advertía a su víctima, un muchacho a quien intentó atracar unos minutos antes, que más se demoraba él en caer detenido que en salir nuevamente a la calle a atracar a otros ‘pirobos como usted’. La indignación que suscitó fue tremenda: se oyeron voces atacando a nuestros jueces, llamándolos blandos e ineficientes y descalificando la Justicia.

No sé si aupados por ese video, o por mera coincidencia, empezamos a ver con más frecuencia otras grabaciones de linchamientos de ciudadanos a ladrones en Transmilenio o en las calles de los barrios. Igualmente, por las redes sociales, empezó a ser común ver panfletos –de pésima ortografía y redacción, entre otras barbaridades— con advertencias y amenazas de muerte para los delincuentes e invitaciones para conformar organizaciones que reemplacen a las autoridades y apliquen ‘verdadera justicia’.

Pero la justicia por mano propia no es verdadera justicia. Es venganza, que es distinto. Es poner en el mismo nivel de hampones al ‘justiciero’ y al ‘ajusticiado’. Es una trampa, como dije antes, y es dar rienda suelta a un círculo vicioso de consecuencias imprevisibles. Es, como para que lo pongamos en términos conocidos, la semilla de paramilitarismo. Pero por sobre todas las cosas, la justicia con mano propia ¡es inútil!

Pongamos dos casos: el de un simple ‘raterito’ o caco y el de una banda organizada de ladrones de celulares, billeteras, carros, apartamentos o lo que sea. No existe posibilidad alguna de que un grupo de vecinos, por valientes y bravucones que sean, armados o no, pueda combatir una banda profesional de delincuentes. Para acabar con este tipo de hampones se necesita un grupo de profesionales –como sí los hay en la Policía, la Fiscalía o en otras organizaciones del Estado— con mecanismos de inteligencia muy sofisticados y, por lo menos en el papel, bajo el control de la ley.

Con el ladronzuelo tampoco podrán acabar unos vecinos organizados. Y no porque no puedan atrapar a uno y romperle la crisma –cometiendo, a su vez, un delito—, sino porque detrás de él vendrá otro, y otro, y otro, o peor aún, vendrá un hijo de este, un amigo o un socio a cobrar venganza. No es cierto que la delincuencia se asuste o ‘aprenda a respetar’ con simple violencia. La rabia de la víctima como respuesta a un delito es legítima y entendible, pero no puede ser permitida como justicia. Si para los ciudadanos honrados es legítimo el deseo de venganza, recordemos que para ciertas personas es legítimo robarle a los ‘ricachones’. Eso no significa que hay que entenderlos y dejarlos impunes, significa que hay que usar los métodos legales que la sociedad ha encontrado para administrar justicia, por defectuosa que sea.

Así pues, en el caso de la banda organizada o de los rateritos, la justicia por mano propia no sirvió para nada y sólo trajo más violencia. Las famosas ‘zonas sanas’ o ‘limpias’ no son más que una falsa calma lograda a punta de esconder el ‘mugre bajo el tapete’, un árbol sembrado sobre los cadáveres de culpables e inocentes y cuyos frutos son el resentimiento y el dolor. Los vecinos organizados pueden y deben colaborar con la justicia legal, trabajar a su lado, facilitar su función. Ese es un fenómeno válido y deseable. Lo que no es ese espejismo peligroso de la justicia por mano propia, ese que en el caso de las Convivir de Álvaro Uribe hizo que unos vecinos pasaran de tener unos radioteléfonos a unas armas, y luego a conformar organizaciones de inteligencia con mecanismos descontrolados de espionaje, a fundar ejércitos, a cobrar vacunas, a matar selectivamente o a masacrar comunidades. De ahí a traficar con drogas y armas y convertirse en una amenaza para el propio Estado no hubo sino un estornudo.

La Justicia es otra cosa. Busca castigo, sí, pero también reparación y garantía de no repetición. No pretende que las partes se perdonen o sean amigas, pero sí que pare el espiral de violencia entre ellas. Para que funcione tienen que cumplirse unas condiciones. La primera es que quien la administre debe ser una tercera parte no afectada ni amenazada directamente por el problema; así, podrá mirar más allá del dolor y la rabia, evaluar causas y efectos, agravantes o atenuantes que no siempre son fáciles de entender. La segunda es que debe dar garantías a las partes; por ejemplo, procurar unos mínimos en derechos humanos para el delincuente y ser proporcionales con el castigo: un ladrón de un celular puede ser detenido, encarcelado si se quiere, pero no desmembrado ni torturado ¿Con esto lo estoy defendiendo o pidiendo piedad para él? ¡No! Estoy resaltando que las sociedades civilizadas, a través de los años, entendieron que el castigo no es venganza.

Estoy viendo una vieja serie de la televisión gringa que se llama El Ala Oeste. En algún capítulo le preguntan al personaje del presidente de los EEUU si él no estaría de acuerdo con la pena de muerte para alguien que secuestrara, violara y asesinara a su propia hija. Su respuesta fue maravillosa –por eso es una serie de ficción—: dijo que sí, que en ese caso a él querría torturar y despedazar hasta matar al agresor; por eso, añadió inmediatamente, es que él no podría aplicar justicia en ese caso, por eso que existen la ley y los jueces, aunque a veces se equivoquen.

*Periodista, autor del blog http://elojonuclear.co/

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