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MENSAJE A UN AMIGO

Semana
6 de enero de 1997

Según Vargas Llosa y Octavio Paz, nuestro subdesarrollo es ante todo cultural y se expresa en un manejo tramposo de las apariencias: lo que se piensa no es lo que se dice y lo que se dice no es lo que se hace. Allí estaría el germen primordial de nuestros descalabros e infortunios. Todo esto, dolorosamente, lo estamos entendiendo al fin los colombianos, porque entre nosotros la palabra se ha vuelto mentira y la mentira, sobre todo la mentira política, ha hecho crisis. De ahí nuestro profundo hastío, nuestra visceral fatiga. Este país ya no cree en nada ni en nadie. Y tal vez eso sea positivo porque, después de las experiencias vividas, quien diga la verdad y se apoye en hechos y realizaciones será el único que consiga romper ese calcáreo escepticismo.Escribo esto pensando en los precandidatos, y muy especialmente en mi amigo Juan Manuel Santos. Creo que es un hombre muy valioso. En los foros, sus exposiciones resultan lúcidas y muy bien articuladas. Le cabe el país en la cabeza. Pero quisiera transmitirle una inquietud. Tal vez en aras de una estrategia electoral, está permitiéndose un curioso desdoblamiento. Cuando habla o escribe para la galería no está diciendo lo que realmente está pensando, sino lo que considera más conveniente decir, que no es lo mismo. Permítanme unos ejemplos. Desde sus tiempos de Harvard, él sabe, como lo sabemos muchos, que el populismo, el dirigismo y el estatismo no han producido sino estragos en el continente. El sabe que la única vía que tenemos para salir de la pobreza es producir más, exportar más, competir mejor en el mercado internacional, todo ello en el marco de una verdadera economía de mercado. Y ello supone _también él lo sabe_ otro modelo de desarrollo, distinto al que ha prevalecido hasta ahora, en el cual el Estado debe transferir a la sociedad civil funciones, empresas y servicios que ha monopolizado desastrosamente, con ineficiencia, clientelismo, despilfarro y corrupción.¿Por qué entonces, Juan Manuel, que era un declarado partidario del modelo liberal cuando tenía barbas, sale ahora a decir que ese modelo ha fracasado? ¿Por qué se define hoy como socialdemócrata? ¿Por qué repite el siempre aplaudido pero engañoso discurso de que la pobreza se combate distribuyendo mejor la riqueza? Nada de esto es demostrable, aunque suene bien y tenga mejor acústica en nuestro mundo desorientado.Neoliberal, es cierto, se ha convertido en una mala palabra porque la izquierda litúrgica que nosotros tenemos, heredera tanto de la escolástica como del marxismo, sólo sabe estampillar herejías y satanizar rótulos. Pero la verdad, duélale a quien le duela, es que el único país donde el modelo liberal se ha aplicado a fondo es Chile y sus indicadores económicos (crecimiento, tasa de ahorro y de inversiones) son los mejores del continente. El ingreso per cápita de un chileno es el triple del de un colombiano, la pobreza (que, desde luego, existe aún) ha bajado del 42 por ciento al 27 por ciento y el desempleo es sólo de un 4,5 por ciento cuando en Colombia llega ya al 12 por ciento. ¿Es eso fracaso? Por favor.En cambio, ¿en qué parte del continente ha tenido éxito la socialdemocracia? Desde el aprismo peruano hasta el sandinismo nicaragüense, sin olvidar a Allende, a los adecos venezolanos y al liberalismo colombiano de esa corriente, la socialdemocracia no ha dejado sino balances en rojo por donde ha pasado. Entre nosotros, por ejemplo, el mejor exponente socialdemócrata es el propio Ernesto Samper acompañado por su fiel escudero Horacio Serpa. ¿Debemos continuar lo iniciado por ellos?La distribución de la riqueza es otro postulado demagógico, pues no es verdad que la pobreza se combata quitándole a los ricos parte de lo que tienen. El intermediario de esta supuesta distribución no sería precisamente un San Francisco, sino un ladrón que se lo guarda todo para sí: el Estado burocrático que tenemos. Ese dinero, recaudado por la vía impositiva, acabaría engordando a todos los Names del clientelismo. Si el capital hecho por la familia Santos, en el curso de tres generaciones, se repartiera entre los 35 millones de colombianos, a cada uno no le correspondería más de 20 dólares. Dicho capital no es parasitaritario y rinde más beneficio social multiplicando inversiones y nuevas empresas.Todo eso lo sabe Juan Manuel. ¿Entonces por qué desempolvar este viejo discurso, que está en contravía de su formación y de su imagen de hombre nuevo? Si se trata de atraer a la clase política, sintonizándose con sus lugares comunes, con ello, estoy seguro, un candidato sólo consigue perder puntos en la vasta franja de opinión sin ganarse la maquinaria, pues el apoyo de ésta se logra únicamente con las prebendas del poder. Cansado de todo ello, el país tiende hoy a favorecer en encuestas y opiniones a quienes ve como figuras ajenas al manejo político tradicional y con una capacidad de traducir en hechos lo que acometen: un Valdivieso, un Uribe Vélez, una Noemí. No es casual, por cierto, que los dos últimos provengan de Antioquia, la primera región del país que ha puesto un pie en el desarrollo, por un factor cultural profundo propio de su idiosincrasia: porque allí lo que se piensa es lo que se dice y lo que se dice es justamente lo que se hace. Y eso es, precisamente, lo que está necesitando el país.

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