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‘Mentiras’

No es fácil encontrar un tema sobre el cual el presidente Uribe no haya dicho mentiras, desde las negociaciones con los paras hasta el TLC con Estados Unidos

Antonio Caballero
9 de septiembre de 2006

Voy a referirme a dos temas distintos, sugeridos ambos por columnas de prensa. Una de Eduardo Posada Carbó en El Tiempo sobre la sucesión de Uribe, y otra de Alejandro Gaviria en El Espectador sobre la promoción de la cultura.

Dice Posada en El Tiempo que no hay que especular sobre la posibilidad de que Álvaro Uribe aspire a ser reelegido para un tercer período presidencial cuando agote el actual, como desean algunos y tememos otros, entre los cuales me menciona. Su argumento es que el propio Uribe ha dicho ya que no. Y para no creerle sólo "quedaría el argumento de quienes sólo ven cinismo en el lenguaje de los políticos".

Ese es mi caso, claro. La mentira -como debe saber muy bien Posada, que estudia (y creo que además enseña) ciencias políticas en la Universidad de Oxford- es una de las herramientas fundamentales de la actividad política. Muchas veces he citado al respecto una frase espléndida de una gran político profesional español de principios del siglo XX, el conde de Romanones:

-Nunca, nunca, nunca -y cuando digo "nunca" quiero decir "por ahora"- hará mi partido...

Tal o cual cosa, o la contraria: da igual. Para un político la palabra no es un compromiso, sino un instrumento. Y más segura es su mentira cuanto más "nítida y enfática" -como dice Posada- es su palabra. Cita una frase de Uribe con latinajo incluido: "Para que les quede muy claro: rechazo 'in limine', o sea rechazo total. Rechazo antes de que llegue la propuesta". Para quien sepa leer los labios de un político (por citar la conocida frase, "read my lips", del presidente Bush padre cuando prometió que no subiría los impuestos), el énfasis de Uribe en su negativa es la confirmación plena de que estaba buscando su segunda reelección incluso antes de que sus amigos la propusieran.

Sucede además que no estamos considerando a los políticos en general, sino a Álvaro Uribe en particular. El mismo que aseguró a comienzos de su primer mandato que no quería ser reelegido para un segundo: y ahí está. El mismo que prometió que lucharía contra la corrupción y la politiquería: y véanlo. No es fácil encontrar un solo tema sobre el cual el presidente Álvaro Uribe no haya dicho mentiras, desde las negociaciones sobre perdón y premio con los narcoparamilitares hasta las negociaciones sobre el TLC con los Estados Unidos, pasando por las cifras, todas las cifras, todas falsas, de los distintos órganos de su gobierno: el Ministerio del Interior y el de Obras (o como ahora se llame), la Dijín, el DAS, la Dian, Planeación Nacional el Dane: un director del Dane que se negó, por dignidad, a manipular las cifras, fue destituido fulminantemente por el presidente Uribe. ¿Trabajar, trabajar y trabajar? No sé si así haya sido. Pero mentir, mentir y mentir, vayan y miren.

Para no mencionar una vez más a los elegidos, reelegidos y reelegidos Menem de la Argentina y Fujimori del Perú, habría que recordar los ejemplos de Trujillo en la República Dominicana, o de Somoza en Nicaragua, o de Stroessner en el Paraguay, o el más remoto de Porfirio Díaz en México: todos ellos, para hacerse reelegir, prometieron primero que no se presentarían a la reelección. Y les creyeron. Y por eso mismo los reeligieron. La gente es crédula.

Y no sólo son crédulos, hasta el límite de la bobería, los electores rasos. También son bobaliconamente crédulos, por lo que vemos, tanto los refinados politólogos oxonianos como Posada Carbó, que dice creer en las palabras de Uribe negando su aspiración re-reeleccionista, como los rudos generales troperos como el ex comandante del Ejército Carlos Alberto Ospina, que entrevistado en esta revista por María Isabel Rueda le confía estremecido que "vio al presidente (Uribe) en su verdadera dimensión" cuando le dijo:

-A mí no me eligió el pueblo colombiano para decir mentiras.

Pero bueno.

Quería hablar también de otro tema, como dije al principio: el de la defensa o el aplastamiento de la cultura por parte de este gobierno, sugerido por una columna del columnista Alejandro Gaviria en la que nos critica a los también columnistas Marianne Ponsford de El Espectador y yo mismo de SEMANA por "exaltados" y por tontos. Pero esto de las mentiras presidenciales se me alargó demasiado, como si fuera la nariz de Pinocho. Ese tema se queda, pues, para la semana que viene.

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