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Mercado cambiario sin guardián

Independientemente de los beneficios o perjuicios que se derivan de la variación del precio del dólar, es claro que el mercado es dócil a la especulación.

Rafael Rodríguez-Jaraba, Rafael Rodríguez-Jaraba
20 de julio de 2013

La Tasa Representativa del Mercado (TRM) es un indicador que revela la valoración del Peso frente al dólar. Se calcula diariamente con base en las operaciones de compra y venta de divisas realizadas entre intermediarios financieros, que no son otros que la mayoría de las instituciones financieras.

El notorio repunte que recientemente ha tenido el dólar y la ligera caída que ahora registra, de nuevo evidencia el poder de los especuladores del mercado, quienes cada vez que lo quieren, alteran en su favor la Tasa de Cambio y desafían la capacidad de intervención del Banco de la República.

Lo que no logra el Emisor mediante operaciones de mercado abierto, que buscan empobrecer el peso frente al dólar, fácilmente lo consigue un puñado de agentes cambiarios, que mimetizados en operaciones masivas, revierten a su antojo la tendencia revaluacionista del peso y obtienen ganancias siderales a costa del expolio de un mercado desorientado.

Irreparables son las pérdidas de muchos y abultadas las ganancias de pocos; todo, ante la indiferencia de la autoridad financiera, la mirada resignada del sector productivo y la incomprensión ciudadana.

Independientemente de los beneficios o perjuicios que se derivan de la variación de la tasa de cambio, es claro que el mercado es dócil a la especulación y el Gobierno indolente a ella.

Es ingenuo creer, que en un país anegado de dólares, atraídos por las altas tasas de interés fruto de los yerros del Emisor, la divisa pueda abundar o escasear en periodos tan cortos y de manera tan abrupta.

La Superintendencia Financiera está en mora de auditar con rigor la conducta de los intermediarios del mercado cambiario y de verificar el origen de las transacciones masivas que provocan tan bruscas alteraciones en la tasa de cambio.

Si se pudieran conocer los nombres de quienes participan en las operaciones interbancarias y en las transferencias que se realizan en días en que la divisa presenta sospechosa volatilidad, otro sería el comportamiento de la TRM. El sigilo bancario en ocasiones solo sirve para desproteger inocentes y encubrir delincuentes.

Que no se diga, que los cambios súbitos de la TRM son fenómenos de mercado, pues lo ocurrido, ni fue espontáneo ni impredecible; al contrario, fue el resultado de una maniobra colusoria que se veía venir, y que habíamos advertido. Por eso no resulta extraño, que algunos estén dando explicaciones no pedidas. Cada vez que los intermediarios financieros se atiborran de dólares, desploman su precio para comprar barato y luego lo encarecen para vender caro. 
 
El aumento de la TRM testimonia el poder insospechado de los tenedores de medios de pago, quienes con los bandazos cambiarios se lucran más que los propios dueños del dinero.
 
La sociedad no puede seguir siendo indulgente con las prácticas restrictivas del mercado y convalidándolas con su silencio. Por su parte el Estado debe evaluar la eficacia de los instrumentos de vigilancia y control cambiario.

Contrario de lo que se cree, la revaluación más que una tragedia, es una provechosa oportunidad para revisar con rigor y en profundidad la sostenibilidad del modelo económico.

Nada resulta más promisorio para una economía emergente que su inserción al mercado mundial; pero para que la inserción sea sostenible, debe afincarse en productividad y competitividad, y no en distorsión cambiaria. 

* Socio y Director de Rodríguez-Jaraba & Asociados. Consultor en Derecho Comercial, Financiero, Empresarial, Negocios y Contratación Internacional. Catedrático Universitario.

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