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Mi pobre Angelino

Así son los políticos colombianos: muérganos e irresponsables. ¿Cuántas veces le advirtieron a Germán Vargas que no jugara en las escaleras de Unicentro?

Daniel Samper Ospina
28 de agosto de 2010

Ahora que superó la prueba, saludo al vicepresidente Angelino Garzón y le deseo una pronta mejoría. Es lamentable que su corazón, otrora un centauro brioso que avanzaba impasible entre espesos mares de colesterol, haya quedado como la Constitución después del paso de Uribe por el poder: lleno de parches y remiendos.

Reconstruyo los hechos: un día antes de dejar el poder, y de manera misteriosa, el ex presidente Uribe advirtió que se venía una importante noticia para el país. Y dos días después a Angelino le dio un infarto: ¿esa era la gran noticia? ¿Acaso el ex presidente vio ese viernes a Angelino congestionado, con la cara roja y la corbata suelta, enfrentándose a un trozo de chicharrón, y no fue capaz de decir nada? Cuando Uribe hablaba de la franja de Gaza, ¿se refería al pecho de Angelino en el posoperatorio?

El hecho es que el lunes Angelino sintió un dolor en el esternón, y sus asesores temieron lo peor: que el Vicepresidente tuviera un gas. Una noticia grave para el país. O al menos para los que estuvieran cerca.

Pero todo se trataba de unas cuantas oclusiones en las arterias; nada que no se pudiera remendar con, óigase bien, cinco puentes coronarios. Cinco. ¿Cuánta rellena se necesita haber comido para tener ese número de daños? ¿Existe otro país del mundo en que el Vicepresidente se estrene con cinco puentes coronarios? ¿No se supone que el Vicepresidente es el sano, el que debe estar bien para reemplazar al Presidente?

Cinco. Y con todo, Angelino tuvo buena suerte: si el infarto lo agarra en el gobierno anterior, no estaría contando el cuento: Andrés Uriel le habría asignado a William Vélez la construcción de los puentes y todavía no habrían arrancado con el primero. ¿Cómo será operar a Angelino? ¿Cómo reconocer si lo que aparece en el monitor es producto de una endoscopia y no de la sonda de la mina de Chile, si en los dos casos hay socavones, piedras, incluso gente?

Recuerdo que tan pronto supe la noticia llamé a Júnior Turbay. Hace algunos años, Júnior padeció de un problema similar: su adicción al cuero de lechona le dañó una válvula aórtica. Aquella vez los médicos se la reemplazaron por una de marrano. Es verdad. Hace ya varios años la ciencia descubrió que ciertos tejidos del cerdo son compatibles con los del ser humano, o al menos con los de Júnior Turbay.

Lo invité a tomar onces para analizar el caso de Angelino. Rogué para que llegara solo porque apenas había comprado una pequeña torta y Júnior es de buen comer.

Pero, como lo temía, Júnior llegó con su patota. Corrijo: con sus patotas. Son dos: dos patas grandes, cada una cerrada por un tobillo inflamado al que cubre una media desjetada que el zapato se va tragando por detrás, por el talón, en una triste alegoría de lo que él hizo con el presupuesto de la Contraloría.

Como siempre, Júnior repartió la torta, se quedó con el pedazo más grande y se fue sin ayudar.

Así son los políticos colombianos: muérganos e irresponsables. Ni siquiera cuidan su salud: ¿cuántas veces le advirtieron a Germán Vargas Lleras, por ejemplo, que no jugara en las escaleras de Unicentro? Por no hablar de Angelino, cuyo infarto se veía venir. Pero desmedido, como todos, se inventaba excusas para no empezar la dieta: que la hago después, cuando ganemos; que por ahora estamos en campaña: venga, pues, esa rellena; pase, pues, esa mogolla chicharrona; arrime, a ver, el gordo de aquel churrasco, si no se lo va a comer.

Con tanta voracidad, bastaba una mínima presión para que todo colapsara. Y esa presión se dio durante la posesión. Ese día, Julito Riaño, el jefe de protocolo, iba detrás del Vicepresidente estresándolo con órdenes: métase la camisa que se le salió por detrás; ¡quite de ahí, que ahí es Tutina!; guarde el cábano que durante los discursos no se come. Hasta que una cosa llevó a la otra y su corazón no pudo más.

Con todo, me gusta de Angelino que se acepta como es. Cualquier otro aprovecha la intervención quirúrgica para hacerse de una vez la maxilofacial. Él, al menos, es auténtico. Aun hoy, ya en labores, si le hablan del Ejecutivo, piensa en el almuerzo; si lo citan en Palacio, llega al del Colesterol.

Su caso, además, sirvió para que el Presidente comenzara a tomar medidas preventivas con sus funcionarios obesos. Por eso mandó al 'Gordo' Bautista como embajador en Venezuela.

'El Gordo' Bautista es el novio de Angelina, la hija de Angelino: ¡ah, gordo ratero, gordo lacra y sinvergüenza que le robaste el corazón!

En un primer momento no me gustó ese nombramiento: los quiere separar, pensé conmovido: ojalá no se dejen y luchen por ese amor. Los Garzón no aguantan dos corazones rotos en el mismo mes: quiera dios que la pareja mande todo al demonio y huya a Maracaibo y los dos corran desnudos por la playa bajo el atardecer.

Pero ahora lo comprendo todo: el Presidente mandó a Bautista a Venezuela para protegerlo de un infarto. Con el desabastecimiento de alimentos que hay allá, seguro bajará de peso. Es inminente el nombramiento del 'Pote' Carreño en Cuba y el de todos los Name, sin excepción, en Haití.

Esta es Colombia. El Vicepresidente tiene más puentes que el mes de noviembre. Sea como sea, ojalá termine de recuperarse. Lo deseo con todo el corazón.

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