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Mis revelaciones sobre los Nule

Hablar de concierto es exagerado. Son apenas un trío. Por mucho, serenata para delinquir.

Daniel Samper Ospina
9 de abril de 2011

Esta es mi primera columna investigativa. Conseguí valiosos documentos  con nuevas revelaciones sobre los Nule, pero, a diferencia de lo que harían los resentidos periodistas colombianos, los usaré para reivindicar a estos pobres ejecutivos contra los que la sociedad se ha ensañado.
 
Se trata de una serie de correos privados que publico, subrayados, en la versión web de esta columna  y que los muestran como esas personas soñadoras que en realidad son. Tras leerlos, uno se entera de que Guido sueña con ser actor; Miguel, baterista y modelo de pasarela y Manuel, profesor de fútbol y caddie de golf. Es de verdad. No se rían. Miren los correos.
 
Alguien tiene que demostrar que el contratista criollo tiene un lado tierno. Y yo asumo la misión.
 
A diferencia de todos ustedes, siempre he compadecido a los Nule, esos muchachos que nacieron en una familia de humildes gamonales costeños, a quienes les daban Bienestarina cuando niños y que crecieron con una crisis de identidad similar a la de los sobrinos del Pato Donald, porque nadie supo nunca cuál era cuál: ¿no pueden ponerle una escarapela con el nombre a cada uno, tal y como he rogado que lo hagan también con Tomás y Jerónimo?
 
Uno de los Nule se casó con una señora llamada Rina y el más feo quiere ser modelo de pasarela: ¿no es eso suficiente para compadecerlos? Pese a esas dificultades, compitieron en franca lid con los voraces y despiadados vendedores de frutas y mangostinos ("los competidores son todos, hasta los que venden mangostinos en los semáforos", dice el mensaje) y lograron amasar una fortuna por culpa de la cual, maldita sea, dejaron de lado sus sueños.
 
No me sumaré a este linchamiento. Estas cartas me han enseñado a mirarlos con compasión. Guido, en realidad, era un filósofo ("Intentaré no ser tan filosófico, pero lean esto con cariño, que está lleno de filosofía", dice) y define con honradez intelectual la escuela de pensamiento a la que pertenece ("Soy más puntualista que eternalista, puntualista en proyectos y eternalista en ideas"). Hombre sabio y profundo, creó una tendencia filosófica que mezcla la contabilidad empresarial con el existencialismo erótico ("Pienso en los 12 años que llevamos juntos y los divido por los que he tenido uso de razón y a eso le quito los que he sido humanamente útil y significan más de la mitad de mi excitante vida"), y a la vez inscribió su doctrina en lo más alto de la tendencia maturanista ("nadie triunfó y nadie fracasó; el éxito fue estar los tres y el problema, estar los tres").
 
Colombia no sabe ubicar a sus filósofos: a Pambelé lo hizo boxeador; a José Obdulio, asesor del DAS. No es culpa de Guido que lo hayan puesto a construir avenidas. Si a Kierkegaard le hubieran asignado la Ruta del Sol, él también habría fracasado.
 
Ahora bien: sé que no es normal andar soñando con cargar talegas de golf. Suelen ser los caddies los que sueñan con ser contratistas. Pero hay algo de vocación en ese sueño, ¿eh?; y el arenal de la 26 tiene algo de búnker de golf, ¿no?; y quizás podamos armar un gran cartel de caddies de la contratación del que hagan parte Lucho y Angelino, ¿ah?
 
Respetemos, pues, sus sueños. Y no seamos moralistas. Que tire la primera piedra quien no se haya tumbado unos anticipos, quien no haya dejado a un país sin infraestructura. Pero en Colombia no pueden ver a un filósofo en un Lamborghini, a un caddie con avión, porque lo acaban. Acá castigamos a los empresarios jóvenes y emprendedores, como los Nule o como los citicos, que almorzaban con ellos en Panamá.
 
Es imputante la forma como los trata la Fiscalía. Los acusan de concierto para delinquir, de falsedad ideológica. Si a Roy Barreras, que ha militado en tres partidos, no lo han acusado de falsedad ideológica, a nadie, óigase bien, a nadie pueden achacarle semejante delito. Y hablar de concierto es exagerado: son apenas un trío. Pensemos, por mucho, en una serenata para delinquir. Ahora: si la Fiscalía tiene dudas de la actuación de Guido, ruego que no se lo digan: no lo frustren como actor, que ese es su sueño. Y al revés: si encuentran que definitivamente hay concierto, les pido que le permitan tocar la batería a Miguel, para hacerlo feliz.
 
Aporto, pues, estos mensajes en defensa de los Nule, para que no se diga que Uribe y Samuel les entregaron todo no solo a unos corruptos, sino a unos completos idiotas. Son seres sensibles que incluso recuerdan a Wálter Rizo. Ojalá la justicia no cometa un error. Presos ellos, ¿qué profesor de fútbol, si no es Manuel, enseñará a los defensas de la Selección a tirar planchas, a hacer anticipos?; ¿en qué escuela filosófica se inspirarán los nuevos contratistas sin estos hombres, que eran "puntualistas" para recibir el adelanto y "eternalistas" para entregar la obra?
 
Rezo para que el modelo no termine en la Modelo; para que a Miguel, que es alérgico, el frío del calabozo no le produzca rinitis, es decir, nostalgia por Rina, y para que Guido, el filósofo, escriba en prisión sus obras completas con aforismos como el de su primo: "la corrupción es inherente al ser humano", o aportes propios como "soy más rentable en liberad que esclavo de mis inventos" o "la amistad no es lo importante, lo importante es el fin mismo", que es el título de uno de los correos. Ese libro valdría oro. Sería la única obra completa de los Nule.
 
Vea los correos de los Nule aquí.