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La Vorágine de los cubanos

¿No será factible que dentro de las buenas relaciones de la cancillería con el gobierno cubano, Colombia exija respeto por estas personas?

Nancy Patricia Gutiérrez, Nancy Patricia Gutiérrez
3 de agosto de 2016

Las imágenes del ingreso de cerca de doscientos mil venezolanos a Cúcuta en un fin de semana, recordaban las balsas atestadas de gente que salen de África hacia Europa, en busca de mejores condiciones de vida; por eso el mensaje que me llegó de una observadora de la situación, en medio de las ferias de Cúcuta, deja un nudo en la garganta:

“La gente llega de Venezuela tranquila, no pueden comprar mucho, porque que pecadito, por el cambio de moneda, les queda muy poco. Compran papel higiénico, arroz, granos, sal, azúcar y leche. Todo de a poquito. Se devuelven con una o dos bolsitas por mitad y una o dos pacas de papel, según les alcance. Se les ve calmados a pesar del sufrimiento que deben llevar dentro... el cansancio de las largas filas y la decepción de lo poco que han podido comprar. Anoche muchos entraron a la Misa de 6 y de ahí salían camino a la frontera. Pero preocupa y duele ver a los venezolanos… mientras las calles de Cúcuta derrochan música, carrozas y trago”.

Este triste panorama se desprende de las decisiones de Maduro, quien cerró la frontera hace ya un año y las cifras de inmigrantes a Colombia desafiaron su vanidad: en 2015, según Semana, ingresaron cerca de 329.500 venezolanos y en el primer semestre de este año más de 111.000.

Pero si por la frontera con Venezuela llueve, por la de Panamá y Ecuador no escampa; lo que cabe preguntar es por qué se generó la avalancha de problemas fronterizos.

La respuesta es: por la corrupción; que permeó al frondoso sistema de la “Red Migrante”, que cuenta con 27 centros de Servicios y 38 puestos de control; Migración Colombia, terminó desdibujada por la red de tráfico de personas, en la que se vieron involucrados varios de sus funcionarios, haciendo parte de un concierto que salpicó a otras entidades, incluyendo a la propia cancillería.

La crisis afloró cuando Panamá decidió cerrar la frontera con Colombia y como consecuencia se generó un trancón de cerca de dos mil personas que quedaron atrapadas en Turbo; si bien la comunidad acogió a estos extranjeros, su situación generó una crisis, cuyo desenlace fue la deportación; ahora quién garantiza los derechos de los repatriados, que deben estar rezando la frase de Arturo Cova en La Vorágine “A mil leguas del hogar donde nací, maldije los recuerdos porque todos son tristes”.

¿No será factible que dentro de las buenas relaciones de la cancillería con el gobierno cubano, Colombia exija respeto por estas personas?

Porque según han declarado los cubanos que llegaron de forma ilegal al país, el desespero y la necesidad de buscar mejor futuro son los motivos para el viaje al infierno, que iniciaron en un salvaje recorrido que se interrumpió para llevarlos de regreso al punto de partida, con el riesgo de terminar en una cárcel, o aplastados por un sistema en el que no hay respeto por los derechos, que en otros escenarios son bandera de organizaciones internacionales y de terceros países.

La lección que queda de estos dolorosos episodios, es la inconmesurable solidaridad de los más humildes: en Cúcuta, sufren por las deshumanizadas decisiones del gobierno venezolano y en Turbo, sus autoridades y la población, no negaron comida y ayuda a los cientos de migrantes que quedaron atrapados como víctimas de delincuentes transnacionales que juegan con el dolor de los más débiles.

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