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NERON ALCALDE

Antonio Caballero
21 de diciembre de 1998

La primera dama se fue para Centroamérica con un par de aviones cargados de ayuda para los damnificados del huracán 'Mitch', como si no hubiera damnificados qué ayudar a menos horas de vuelo. Los hay por millones, en toda Colombia. Pero prestarles ayuda sería intervenir en política, cosa que no deben hacer las primeras damas; porque en nuestro país los damnificadossiempre lo son de la acción de las autoridades, causantes directas de todas las catástrofes. Podría poner cien ejemplos, desde los damnificados del Upac hasta los indios uwa. Pero voy a dar sólo uno: el de los vendedores ambulantes de Bogotá, víctimas del delirio urbanístico del alcalde Enrique Peñalosa.
Los vendedores llamados ambulantes no eran exactamente ambulantes, puesto que tenían casetas fijas (a diferencia de esos otros, más informales aún que ellos, que venden en los semáforos cigarrillos o mangos). El alcalde destruyó sus casetas, en nombre de la recuperación del espacio público, prometiendo eso que llaman 'reubicarlos'. Nueve meses después de iniciados los desalojos (que, por otra parte, continúan), ni uno solo de los desalojados ha sido reubicado. Lo cual tampoco significa que el espacio público haya sido recuperado para el público (aun suponiendo, como por lo visto supone el alcalde Peñalosa, que los vendedores ambulantes no sean público). Al contrario: las zonas públicas se han vuelto aún más peligrosas que antes, y en consecuencia inutilizables para el público, por la razón elemental y previsible de que los millares de vendedores desalojados y no reubicados, despojados de sus medios de subsistencia por el delirio del alcalde, han tenido que convertirse forzosamente en delincuentes para no morirse de hambre.
El alcalde Peñalosa, sin embargo, no está todavía satisfecho con el notable aumento de la delincuencia callejera obtenido mediante los desalojos, y planea una operación todavía más ambiciosa. Si consigue llevarla a feliz término, habrá sumado no ya unos pocos millares, sino cientos de miles de delincuentes forzosos más a la selva de las calles bogotanas. Consiste en vaciar sobre ellas a todos los habitantes de los pueblos de la Sabana mediante el método de quebrar previamente a los municipios para que no puedan dar empleo rural. Un empleo que, para Peñalosa, tiene un beneficio económico muy bajo, "o incluso negativo". Porque, razona esta luminaria que tenemos por alcalde, "una hora perdida en un embotellamiento de tráfico urbano por un ingeniero altamente especializado le cuesta mucho más al desarrollo económico de un país que la misma hora perdida por un trabajador rural no calificado". De manera que hay que ayudar a los paramilitares y a las guerrillas en su tarea modernizadora de arrojar hacia las ciudades a los habitantes del campo. ¿Cómo? Simplemente suspendiendo la transferencia a los pueblos de recursos presupuestales generados por nuestra ultramoderna economía urbana. "No es exagerado decir _sostiene nuestro brillante alcalde_ que esas transferencias prolongan la existencia de esos poblados de manera artificial, como lo hacen en los hospitales con los enfermos terminales".
(Nada de esto me lo estoy inventando yo. Lo dijo Peñalosa en una conferencia que dictó hace veinte días en Santander, España, ante el Primer Congreso del Banco Mundial sobre Mercados de Capitales a Nivel Subnacional, según informa la agencia de noticias EFE.)
Es, una vez más, ese 'síndrome de Simón el Bobito' que acomete en Colombia a todo el que llega a un cargo público, y muy particularmente a los alcaldes de Bogotá: enfrentados a un problema, para resolverlo crean otro, como proponía el buen Simoncito de las fábulas de Pombo ante el caso de "un montón de arena que estorbaba el paso": "Que hagan un gran hoyo y lo echen allí". Pero lo de Peñalosa es aún más grave porque viene acompañado del 'síndrome de Nerón', que para embellecer a Roma primero la incendió. Con sus proyectos megalomaníacos, nuestro alcalde está haciendo lo mismo.
Sólo me queda pedirles disculpas a los lectores de esta columna, a quienes hace un año les recomendé desde aquí mismo que votaran por Enrique Peñalosa para el puesto de alcalde de Bogotá porque me parecía "el más serio" de los candidatos en liza.

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