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JOSÉ MANUEL ACEVEDO M.

Ni alianza. Ni verde. Ni nada.

Entonces quedaban pedazos de burocracia y nada de aquella ilusión que con auténtico entusiasmo puso en jaque la candidatura de Juan Manuel Santos en el 2010. Los fundadores de la ola verde prefirieron aguas más calmadas para no marearse, y se largaron.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
8 de febrero de 2014

En una columna que más parecía un obituario, describimos hace meses el triste final que había tenido el Partido Verde. Entonces quedaban pedazos de burocracia y nada de aquella ilusión que con auténtico entusiasmo puso en jaque la candidatura de Juan Manuel Santos en el 2010. Los fundadores de la ola verde prefirieron aguas más calmadas para no marearse, y se largaron.

Sin embargo, cuando parecía que todo estaba perdido –¡y lo estaba!–, algunos políticos decidieron darle una segunda vida artificial al esqueleto verde. Me consta que la representante a la Cámara Ángela Robledo y Claudia López y Angélica Lozano se esforzaron de verdad para reanimar la cadavérica estructura política con ideas serias. Al final, les está tocando conformarse con la vida, literalmente, artificial.

Y es que la dichosa ‘Alianza Verde’ no es ni verde, ni alianza, ni nada. No puede serlo cuando todos los días el jefe político natural del progresismo, Gustavo Petro, se empeña en negar su vinculación con esa nueva mezcolanza. Tampoco puede haber alianza cuando un grupo significativo de su numerosa dirección colegiada decide desconocer lo que ellos mismos previeron en sus estatutos, apartándose de los resultados que provengan de una consulta presidencial previamente acordada.

Pero, sobre todo, no puede haber una auténtica alternativa de poder cuando el único factor de cohesión que existe es el deseo de pasar el umbral el próximo 9 de marzo para no perder una personería jurídica que de algo servirá en el futuro y que les permitirá a algunos alzarse con una credencial en el Congreso.

Lo que resulta más triste es que en medio de la división se erija una candidatura presidencial también artificial, por lo falsa y lo mentirosa. Lo de Enrique Peñalosa es oportunismo puro. No de otra forma se pueden entender sus declaraciones en el programa radial Voces RCN, que dirige Juan Carlos Iragorri.

Preguntado por su cambio de parecer frente a la revocatoria del alcalde Petro, Peñalosa respondió: “Yo no he dado volteretas. Yo lo único que tuve fue un gesto amable”. ¡Vaya, vaya! Ahora a los triples saltos mortales en política se les llama gestos amables.

Que en menos de seis meses, el exalcalde de Bogotá haya pasado de decir que votaría SÍ a la revocatoria a convertirse en decidido promotor del NO, tiene que significar mucho más que simple amabilidad.

Pero la cosa empeora cuando le preguntan a Peñalosa si cree que va a ganar la consulta en la que compite con John Sudarsky y Camilo Romero y afirma sin pudor que espera que todos voten por él, no importa si van y votan por otros candidatos al Senado o si son de otros partidos. “Pidan el tarjetón y voten”, responde el exalcalde.

La colectividad del “no todo vale” terminó valiéndolo todo. Desde la juntada entre antagonistas políticos que no comparten nada hasta el llamado de Peñalosa para que ciudadanos de otros partidos voten en una consulta que no les pertenece. ‘Todo’ con tal de ganar.

Ojalá en esa dizque alianza le pusieran más bolas a las valientes mujeres que intentan abrirse espacio y que tienen más coraje que todo el resto de políticos de ocasión que hacen parte de esa colcha de retazos verde desteñida.

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Twitter: @JoseMAcevedo

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