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Ni Amparo detiene al tiempo

La verdad es que la publicidad siempre es engañosa y está diseñada sobre exageraciones imposibles de probar científicamente.

María Jimena Duzán
31 de marzo de 2012

Me uno a la cruzada que ha emprendido José Miguel de la Calle, el superintendente de Industria y Comercio, en defensa del Consumidor. Con tanto indio amazónico que anda por ahí suelto vendiendo pomadas que acaban con la disfunción eréctil o mágicos ungüentos que detienen la caída del pelo o que acaban con la hinchazón de las almorranas, ya era hora de que un funcionario se apiadara de los consumidores y defendiera nuestros derechos, distinto a Ariel Armel.

Aplaudo también que haya puesto su ojo escrutador sobre los productos de belleza, que se venden como pan en el mercado; que se preocupe por saber si cumplen o no con las normas de sanidad y que sancione a los laboratorios que las incumplen. Lo que sí resulta poco contundente es su decisión de multar al Revertrex, el producto que promociona Amparo Grisales como el elixir de la eterna juventud, con el argumento de que se trata de una publicidad engañosa en virtud de que su "oficina no encontró ninguna prueba sustancial, técnica o científica que demuestre que ese producto prevenga o retrase la edad de los seres humanos". Obviamente, el tiempo no lo detiene ni Amparo y otorgarle esas atribuciones a esa diva tampoco es justo. No se necesita ser un científico para saber que el elixir de la juventud no lo tiene Amparo sino el expresidente Belisario Betancur.

A uno puede gustarle o no Amparo Grisales. Parecerle una diva odiosa o admirada, una mujer antipática o devota de su público. Entre gustos no hay disgustos. Pero no creo que ella haya incurrido en una publicidad engañosa por el hecho de haber promocionado su producto diciendo lo que dicen todas la cremas que hay en el mercado. ¿Y qué dicen todas las cremas que hay en el mercado? Pues lo mismo que dicen las de Revertrex: que sirven para rejuvenecer la piel, así solo sirvan para humectarla.

La verdad es que la publicidad siempre es engañosa y está diseñada sobre exageraciones que son imposibles de probar científicamente. Nadie se atrevería a probar científicamente que la Coca-Cola es "la chispa de la vida", o que una bebida energizante como el Red Bull de veras "te da alas para volar", como dicen sus comerciales. O que quienes usan el desodorante Lady Speed Stick se convierten en Barbara Blade, un personaje de ficción, presuntamente inspirado en la película de Lara Croft que no solo se convierte en una supermujer despampanante sino en la más deseada de todos los hombres, la que -hablando de exageraciones- "nunca veras sudar". Para no hablar de lo que le pasa al hombre que usa Speed Stick Man en esos comerciales: termina convertido en un héroe ante las mujeres que pasan por la calle, quienes caen rendidas a sus pies al oler el poder seductor de su desodorante. Y ahora que lo pienso, su parecido con el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, es innegable.

Que yo sepa, no han sancionado a ese producto por recurrir a una publicidad engañosa porque en el fondo los consumidores saben que la propaganda es una farsa que permite la sociedad de consumo para poder vender desaforadamente sus productos. Tampoco nadie ha multado por engañoso el comercial de televisión de Colgate que equipara el resplandor de unos dientes cepillados con esa crema al destello del flash de una cámara, o el comercial de televisión que le da una fuerza excepcional a un cachorro gracias a que se alimenta con Purina Dog Chow.

Me parece importante que la Superintendencia de Industria y Comercio se preocupe por el consumidor y por sus derechos. Pero me gustaría verla más activa defendiéndonos ante atropellos más evidentes que nos afectan cotidianamente, como sucede con el pésimo servicio que prestan en Comcel o en Movistar cada vez que uno requiere cambiar de teléfono o hacer un simple trámite. Eso sin contar con el tiempo que hay que esperar para que alguien en el servicio al cliente de Telmex o DirecTV le conteste a uno y le informe que todos los operadores están ocupados y que llame en diez minutos. Esa sería una importante cruzada, en lugar de andar por ahí sancionando productos por incurrir en publicidad engañosa cuando una y otra siempre van de la mano.