Jorge Enrique Vélez, columnista invitado

Opinión

Ni quitando la letra “i”

No todo puede explicarse como estrategia mediática.

Jorge Enrique Vélez
17 de septiembre de 2025

Quedará en la historia de Colombia que tuvimos un presidente que convirtió sus redes sociales en una herramienta para desviar la atención de los cuestionamientos que recaían, no solo sobre su gobierno, sino también sobre su vida personal.

Con frecuencia utilizó lo que muchos llamaron cortinas de humo, estrategia que en varias ocasiones le funcionó. Un ejemplo recordado es el de las absurdas estadísticas sobre las lechonas vendidas en Japón, que le generaron burlas y críticas merecidas, pero que, al mismo tiempo, le sirvieron para opacar otros hechos de mayor gravedad: el nuevo llamado de la Fiscalía a su hijo por delitos de corrupción y la denuncia sobre su intención de comprar votos en el Senado para imponer a su candidata a la Corte Constitucional.

Sin embargo, no todo puede explicarse como estrategia mediática. La semana pasada, durante una intervención en territorio brasileño, el presidente afirmó airadamente: “Lo ilícito se acaba quitándole la letra, y se vuelve lícito. Todo consiste en quitar la letra i”. Lo preocupante no fue solo la superficialidad del comentario, sino que presentó esa ocurrencia como parte de su visión para enfrentar problemas complejos y encontrar “soluciones innovadoras”.

No sé si a ustedes, lectores, les ocurre lo mismo, pero yo sentí vergüenza al escuchar que el máximo representante de nuestro país pretende resolver sus fallas y cuestionamientos con un simple juego de palabras.

Quizás esa manera de actuar resume su estilo de gobierno. Sus actuaciones han sido tan cuestionables que, en su lógica, la única forma de cambiar la percepción que los colombianos tenemos de él sería eliminar letras a las palabras que definen sus fracasos y su personalidad. Según esa visión, bastaría con quitar la “i” para transformar lo negativo en positivo.

Con ello, el presidente no solo trivializa la gravedad de sus propios escándalos, sino que también ofrece una fórmula simplista e irresponsable para enfrentar los profundos problemas que aquejan a la sociedad colombiana, en especial durante su mandato.

Propongo hacer un ejercicio con algunos comportamientos habituales del presidente: quitarles la “i” para ver si, al hacerlo, cambia la percepción que tenemos de él.

Empecemos con la palabra INJUSTO. Quitarle la “i” no lo convierte en un hombre JUSTO, pues sus actuaciones demuestran que prioriza su ideario y su proyecto político por encima de los principios democráticos y de las instituciones colombianas. Un ejemplo claro es la manera en que ha debilitado a las Fuerzas Militares y a la Policía, no en beneficio del país, sino de su propio proyecto de poder.

Otro término es INMORAL. Ni eliminando la “i” podrá presentarse como un líder MORAL. Su trayectoria política ha estado marcada por la doble moral, y hoy como presidente continúa actuando bajo esa lógica. Lo vemos en su llamada “paz total”, una política impuesta a cualquier costo, que en la práctica ha fortalecido a narcotraficantes y grupos ilegales, otorgándoles poder territorial y poniendo sus intereses por encima de los derechos de los ciudadanos de bien.

También está la INCONSISTENCIA. Aunque le quitemos la “i”, no se volverá un gobernante CONSISTENTE. Su gobierno se caracteriza por la falta de claridad en sus objetivos y prioridades, lo que ha generado confusión e incertidumbre tanto dentro de su administración como en la ciudadanía.

Sus decisiones, más viscerales y emocionales que racionales, han traído graves consecuencias para la estabilidad política, económica y de seguridad del país.

Por más letras que se eliminen, lo que permanece es la realidad de un presidente injusto, inmoral e inconsistente, cuya forma de gobernar ha debilitado la democracia y ha sumido a Colombia en mayores riesgos e incertidumbres.

Sigamos con otras palabras que comienzan con “i” y que, según el presidente, bastaría con eliminar esa letra para cambiar la realidad del país. La más evidente es su INCAPACIDAD para gobernar, la cual refleja la percepción de la mayoría de los colombianos y, lamentablemente, también de gran parte de la comunidad internacional.

Pretender que al quitarle la “i” se transformará en un mandatario “capaz” en la etapa final de su gobierno es un engaño. Su administración ha estado marcada por escándalos de corrupción, ausencia de resultados en áreas cruciales y, sobre todo, por su fracaso en materia de seguridad, economía y salud.

La incapacidad de manejar el sistema de salud quedó en evidencia durante su reciente alocución presidencial, cuando afirmó que, “por las buenas o por las malas”, acabaría con las EPS. En lugar de buscar consensos que fortalezcan la salud pública, insiste en imponer decisiones cargadas de ideología y retórica divisiva, calificando como “traidores” o “fascistas” a quienes no comparten su visión. Esto no solo polariza aún más al país, sino que nos acerca a una crisis total en un sector tan vital como la salud.

Si realmente existieran resultados concretos en seguridad, economía y salud, podríamos pensar que su INEPTITUD, otra palabra que comienza con “i”, podría quedar atrás. No obstante, lo cierto es que ningún juego de letras reemplaza los hechos. Los buenos gobiernos no se sostienen con metáforas ni ocurrencias, sino con resultados tangibles. Ojalá, en el tiempo que le resta de mandato, lograra demostrar alguna capacidad para manejar con seriedad lo público, como lo prometió al jurar su cargo el 7 de agosto de 2022.

Señor presidente Petro: aunque usted intentó ser simbólico al decir que “lo ilícito se convierte en lícito” quitándole una letra, esa afirmación solo evidencia falta de seriedad y de visión.

Los problemas del país no se resuelven con juegos de palabras, cortinas de humo en redes sociales ni distracciones como las famosas “lechonas vendidas en Japón”. Colombia necesita soluciones reales, no metáforas vacías que terminan siendo una muestra más de su incompetencia y la de su gobierno.

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