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Nicolás Maduro, el “perro colombiano”

Crece la certeza de que el dictador es colombiano, nacido en Cúcuta, donde vendía bollos de maíz y fue chofer de Expreso Bolivariano, oficio que lo acercó a Hugo Chávez.

Gonzalo Guillén, Gonzalo Guillén
11 de mayo de 2017

Ya no tiene ni la más mínima importancia que Nicolás Maduro Moros, el tirano que manda en Venezuela contra el derecho, sin justicia y a la medida de su voluntad, sea colombiano, como lo es el resto de su familia. Hubo un momento en que la posibilidad altísima de que evidentemente lo sea amenazaba con ponerlo a tambalear en el poder puesto que la constitución política que mandó hacer el idolatrado y hoy difunto cuadrumano Hugo Chávez Frías lo prohíbe de manera expresa en los artículos 41 y 227. Pero vale la pena examinar – así sea solamente como simple entretenimiento en ratos de ocio– los fundamentos y recursos ciertos que ayudan a determinar la real nacionalidad del mandamás que no hace mucho le declaró la guerra al “Hombre Araña” por considerarlo “una fábrica de antivalores”; que proclamó con entusiasmo intenso la existencia en su país de “millones y millonas de Bolívar” y dictó un decreto para crear el “Viceministerio para la Suprema Felicidad” mientras las calles y avenidas del país permanecen colmadas por la enardecida población nacional que reclama a gritos raciones de comida, medicinas y papel higiénico.

Solamente un abogado (Adolfo Martínez López) y un comisario (Rafael Rivero Muñoz) se han atrevido hasta ahora en Venezuela a emprender acciones legales y reclamar documentación idónea que demuestre dónde diablos nació Maduro Moros. Tengo entendido que hasta ahora ninguno de los dos ha sido asesinado, como le ocurrió al magistrado de la Corte Suprema del Perú Carlos Giusti que llevaba la investigación sobre el pregonado nacimiento en Japón del dictador Alberto Fujimori, lo que resultó ser cierto y fue gracias a ello pudo abandonar la presidencia, huir y guarecerse en Tokio, lejos del alcance de la justicia peruana. Giusti fue el único rehén asesinado –exprofeso– por los militares cuando, en abril de 1997, tomaron por asalto la embajada japonesa que permanecía en poder de una célula terrorista del movimiento Tupac Amaru.
Vuelvo a Venezuela: Martínez López acudió al Juzgado de Sustanciación de la Sala Electoral del Tribunal de Justicia para que fuera anulada la primera elección de Maduro debido a que, además de los indicios, pruebas y testimonios que llevan a creer que es colombiano de cuna, no acreditó –y sigue sin hacerlo– documento fehaciente alguno que demuestre su condición de venezolano por nacimiento, como lo exige de manera taxativa la constitución del eximio antropoide Hugo Chávez para poder ejercer la presidencia de Venezuela.

Un pedido tan simple, que se puede comprender cualquiera sin hacer ningún esfuerzo, el Tribunal lo rechazó con una respuesta en la que se puede leer, tal cual, sin cambiar una coma: ”Existe la ausencia de un claro razonamiento del vicio (sic), en la invocación de una supuesta inelegibilidad (sic) de quien resultó electo como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, sobre el alegato por demás confuso, genérico, contradictorio e infundado en cuanto al no cumplimiento del requisito de la nacionalidad”.

Nicolás Maduro se limita a asegurar que no es lo que llama con desprecio “un perro colombiano” y sostiene que nació –sin precisar dónde- el 23 de noviembre de 1962, con lo cual no explica específicamente la realidad de su origen. Para comenzar, su madre, Teresa de Jesús Moros de Maduro, nació el 23 de diciembre de 1927 en la ciudad colombiana de Cúcuta. Conforme a averiguación que yo mismo he hecho, tiene la cédula de ciudadanía colombiana número 20007077, la que le fue expedida el 9 de diciembre de 1957. No ha sido dada de baja por muerte, no la ha renovado y no ha sido registrada en ningún servicio estatal actual.

Ahora bien, la madre y sus cuatro hijos (María de Jesús, María Adelaida, María Teresa y Nicolás Maduro Moros) fueron cedulados en Venezuela el mismo día, en la misma Unidad Móvil número 52 de Caracas, y tres de ellos, sin ser trillizos, tienen números de identificación consecutivos, lo que fue característico de los inmigrantes colombianos que se iban a buscar mejores aires en Venezuela: familias completas recibían la ciudadanía el mismo día. A Nicolás Maduro Moros, nacido virtualmente en Cúcuta el 23 de noviembre de 1962, le correspondió la cédula venezolana número 5.892.464. Josefina Maduro Moros, nacida en Cúcuta el 30 de enero de 1960, recibió la cédula venezolana 5.892.463 y a María Adelaida Maduro Moros, nacida en Cúcuta el 20 de julio de 1961, le tocó la 5.892.462. Por último, a María Teresa de Jesús Maduro Moros –la mayor de todos–, nacida en Cúcuta el 21 de diciembre de 1956, le dieron la 5.138.332.

Del padre de Nicolás Maduro Moros, Nicolás Maduro García, se sabe que estudió en el Colegio Colombiano José Eusebio Caro, de Ocaña, Norte de Santander, y se graduó en 1947. No hay certeza documental conocida de que sea colombiano de nacimiento o venezolano. No obstante, de él y de su familia subsisten recuerdos entre los vecinos que los conocieron en el humilde barrio Carora, de Cúcuta, formado en sus orígenes con la inmigración de una muchedumbre de personas de los municipios nortesantandereanos de Gramalote y Salazar que huyeron de la violencia política de los años 50. El joven Nicolás Maduro Moros jugaba al fútbol sobre el barro con otros muchachos y desempeñó oficios humildes en distintas partes de su natal Cúcuta, en donde un consejero comunal de la alcaldía llamado Walter Cardona cuenta que callejeó en la infancia con el hoy dictador venezolano, el cual se procuraba el sustento, según recuerda, vendiendo hayacas y bollos de maíz que su familia fabricaba en un local llamado Casaverde. Más tarde se convirtió en ayudante de buses de pasajeros que iban hasta la vecina ciudad venezolana de San Cristóbal, lo que en versiones de prensa ha ratificado Édgar Rodríguez, antiguo despachador de la flota de buses Expreso Bolivariano. Maduro, dice este último, llegó a ser chofer y luego le perdió el rastro. Los hermanos Maduro Moros, rememoran vecinos que los conocieron, oyeron clases por un tiempo en el colegio San José, regentado por la profesora Cecilia Mendoza, quien les tomó cariño y varias veces fue a visitarlos a Caracas, donde se establecieron como inmigrantes ilegales colombianos.

El periodista Néstor Alfonso López escribió en El Tiempo que estuvo buscando el rastro de Maduro en las oficinas de la Registraduría en Cúcuta y no halló nada porque, según le explicó un dependiente, “se han extraviado algunos documentos de esa época”.

En Venezuela, como en Colombia, Maduro ejerció el oficio de chofer de bus de pasajeros y ascendió desde abajo en el gremio del transporte hasta hacerse líder sindical del metro de Caracas. Fue entonces cuando conoció al coronel Hugo Chávez quien, con su agresividad de macho dominante, siempre se impuso y predominó de tal manera que alcanzó la presidencia de la república, trazó un modelo autocrático y mesiánico de dominio ilimitado del poder y al sentirlo amenazado por el cáncer que se lo comió con ansia, dispuso que la tiranía se extendiera en manos del obrero grandulón que cumplía su voluntad con la docilidad de un animal doméstico y del que, no obstante, nunca conoció su origen verdadero. Bocón y soez como fue, pienso que si se hubiera enterado de que el siervo de sus afectos era –por nacimiento– compatriota legítimo de su traicionero y desgraciado enemigo y émulo Álvaro Uribe Vélez y del caudillo decimonónico Francisco de Paula Santander –frustrado asesino de Simón Bolívar– tal vez no se le habría ocurrido herirle el amor propio llamándolo “perro colombiano” (expresión ajena al vocabulario venezolano) sino “malnacido”.

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