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No da lo mismo

Bush claramente representa la opción belicista, el unilateralismo y el irrespeto del derecho internacional para librar su guerra

Semana
30 de octubre de 2004

Sería una hecatombe. Una pequeña banda de fanáticos podría causar una explosión atómica en Manhattan o envenenar el acueducto de Chicago. Esta imagen, que entrevimos el 11 de septiembre, explica por sí sola el apoyo popular que tiene Bush. sus cómplices reales o probables. Otro, el de Kerry, era una alianza internacional que, además de atacar al agresor, pusiera al mundo árabe en contra de los grupos terroristas.

La fórmula de Bush es disparar a donde ve peligro, pero en cambio despierta más odio hacia los gringos. Estados Unidos está mejor blindado, pero hay más terroristas en potencia. El resultado neto es agravar el riesgo, porque más terroristas buscan más ventanas.

La estrategia de Bush es por lo mismo torpe, aunque explicable. Su punto flaco es no poder determinar quiénes son cómplices del grupo terrorista. Bush de entrada acusó a los talibanes, con lo cual convirtió la persecución de Al Qaeda en ocupación militar de un país sumamente complicado. Y en Afganistán se forma cada día otra oleada de terrorismo en ciernes.

Esa flaqueza se hizo aún más evidente con Irak. Hussein no tenía bombas ni venenos que exportar. Tampoco estaba en vías de obtenerlos. Ni tuvo tratos con Ben Laden, por la buena razón de que lo odia tal vez más que a los gringos. Y así, el mundo todo fue cayendo en cuenta de que atacar a Irak por 'terrorista' fue un acto de paranoia pura y simple.

En el caso del 11 de septiembre, lo inteligente habría sido aprovechar la indignación mundial para que tropas de la ONU, incluyendo al mundo árabe, con tanto poder de fuego y tanta presencia gringa como se quiera, persiguiesen a Al Qaeda donde estuviese y llevaran los reos ante una corte multinacional, donde también habría algún juez musulmán.

En el caso de Irak, el propio Collin Powell vio que lo sensato habría sido esperar a que los inspectores acabaran su visita, y así dejar sin argumentos a Chirac, Schröeder y Putin. La Otan o la ONU habrían invadido, y los gringos no tendrían el encarte que tienen, principiando por Bush. O tal vez nos habríamos ahorrado la invasión, Hussein habría caído por otro medio o sería todavía un dictador horrible como hay otros.

No insistiré en que Corea e Irán sí tienen bombas y Bush no los invade. No hablaré de petróleo u otras cosas mezquinas. Es más: no diré que la invasión de Irak fue inmoral, ilegal e inoportuna. Basta que haya sido inútil o, peor, que haya creado más riesgos de atentados contra Estados Unidos.

Eso sí: un gigante paranoico es más peligroso que una banda terrorista. Aunque le sirviera al pueblo norteamericano -y no le sirve-, la reelección de Bush mantendría a Estados Unidos como primer factor de perturbación -no ya como garante del orden mundial-. Que invocando el derecho a la defensa (Al Qaeda) o el esperpento del ataque preventivo (Irak), el Presidente por sí y ante sí pueda escoger a quién y cómo y cuándo y cuánto bombardea es una pesadilla mucho peor que el incendio de las Torres Gemelas.

Los cínicos dirán que nada nuevo, que los gringos siempre han hecho lo que les da la gana con el mundo. Pero no es tan así. Está en primer lugar el poderoso freno interno de los aislacionistas, los pacifistas, los internacionalistas y el más obvio de las madres de los marines caídos. Luego está el freno 'multilateralista', las condiciones que ponen los aliados con poder de opinar. Y está también el derecho internacional, que, gústenos o no, les debe mucho a gobernantes gringos como Wilson.

Bush claramente representa la opinión belicista, el unilateralismo y el irrespeto del derecho internacional para librar su guerra contra el terrorismo: es el Imperio sin sus ataduras. Kerry también es el Imperio, pero atemperado por los tres costados.

Los señores que mandan en Colombia no piensan sino en el Plan Colombia y en el TLC. No han descubierto que somos parte de la humanidad y que la humanidad tiene mucho que perder si Bush vuelve a ganar.