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No hay derecho

"Las cualidades y hasta las eternas ganas de Juan Manuel Santos de ser Ministro merecen mejores causas que la que se lagartió en esta oportunidad dentro del uribismo", escribe Claudia López.

Semana
15 de mayo de 2005

Hagamos una encuesta. ¿Cuál es el cargo de Juan Manuel Santos en el uribismo? Propongo varias opciones: jefe del partido, coordinador de conversos, organizador de la lista única o jefe de lagartos de alta estirpe. ¿Se les ocurre otra? La más tentadora para mi gusto es la última. Pero no, para quienes no se habían enterado, el verdadero cargo del doctor Santos es el de Ministro de la Reinserción Renovadora. Si señores como lo leen. Juan Manuel se pidió ser el MRR del uribismo.

Ministro, porque un hombre de la estirpe y el prestigio de Juan Manuel no se presta para nada menos. De Reinserción porque su principal trabajo es reinsertar en una sóla lista a los uribistas no necesariamente liberales, a los caciques liberales conversos y ahora sin partido como el, y a los nuevos caciques paramilitares, con paz o sin ella. Y Renovadora porque según el doctor Santos lo que amerita este nuevo sacrificio es la noble causa de renovar la política.

No hay derecho. El prestigio, las cualidades y hasta las eternas ganas de ser Ministro del doctor Juan Manuel merecen mejores causas que la que se lagartió en esta oportunidad. Porque no es cierto que lo hubieran llamado a salvar la patria. El hizo toda suerte de llamadas, mensajes y antesalas hasta que al fin cuadró su nombramiento y luego ha ido cuadrando su tarea.

La tarea del nuevo Ministro Santos está llena de eufemismos. A los caciques polítiqueros que se trajeron del liberalismo ahora los llaman convergentes. A los nuevos caciques paramilitares los llaman uribistas rurales. A los elegidos mayoritariamente por voto de opinión los llaman uribistas urbanos. El partido en formación no es de derecha sino del centro independiente. A todo ese sancocho lo llaman uribismo. No hay derecho.

Es muy desafortunado que a uno le toque de vecino un latoso o un matón. Es peor de desagradable que el latoso o el matón voten por uno al consejo de administración del edificio. Pero es una voltereta incalificable que para reorganizar el edificio uno decida casarse con el latoso y el matón para constituir una única familia. Algo más o menos así es lo que le está pasando al uribismo y el Ministro Santos está oficiando de maestro de ceremonia.

Digamos, en gracia de discusión, que no se puede culpar al presidente Uribe de que haya politiqueros y politícos de los paramilitares en el Congreso. Uno puede hasta comprender que el Presidente le haga venias y homenajes a esos personajes para sacar su agenda legislativa, al fin y al cabo toca gobernar con los congresistas electos le gusten a uno o no. En un extremo de compensión infinita muchos colombianos, entre los que no me cuento, pueden pasar de agache el hecho de que a esas joyas deba el Presidente la aprobación del articulito que le permitirá reelegirse. Pero que la gratitud llegue hasta proponer la unión matrimonial, o el partido único que es lo mismo, ya desborda todos los límites.

El presidente Uribe no necesitó ni va a necesitar los votos de los politiqueros tradicionales ni de los nuevos caciques paramilitares para reelegirse. Y si los necesitara es mejor que pierda antes que deberles su reelección. El Presidente tiene razón cuando afirma que la guerrilla sólo negociará cuando se sienta acorralada y deslegitimada. Debe saber que la misma norma aplica para los paras. El problema es que los paras no se sienten ni acorralados ni deslegitimados. Contra ellos no hay Plan Patriota. Y tampoco marginalización política. Por el contrario, gracias al sabio consejo del doctor Santos, hay ofrecimiento para encaletarse todos en un solo partido y listas únicas al Congreso. A esa asociación cuasidelincuencial el doctor Santos la justifica como gobernabilidad. Otro eufemismo para la colección. ¿Esa es la renovación política? ¿Esa es la tercera vía? Y todavía nos dice que es un sacrificio por la patria y, además, hay que darle las gracias. No hay derecho!

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