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NO HAY CAMA PARA TANTA GENTE

Semana
21 de diciembre de 1998

Cada vez que una nueva tanda de colombianos pasa por la Fiscalía para explicar porqué en sus cuentas bancarias hay registro de un cheque girado por alguien vinculado al cartel de Cali, hay emociones encontradas en la tribuna: medio país aplaude porque se está castigando una relación pecaminosa con el narcotráfico y el otro medio tiembla a la espera de que le toque el turno de responder esa pregunta.
Eso está bien. Significa que se sigue adelante en el empeño de castigar a las personas que se arrimaron a la sombra fresca del narcotráfico para mendigar ayudas, grandes y chiquitas, a los traficantes poderosos a quienes les salían billetes por todos los poros. El espectáculo fue bochornoso. Hubo un momento en que los narcos eran los dueños de casi todo, y la sociedad se humillaba a sus pies con una complacencia vergonzosa. Mucha gente pensó que el asunto iba a seguir así toda la vida.
Sin embargo nunca he entendido el procedimiento mediante el cual el país ha emprendido esa tarea de purificación frente al narcotráfico. Para castigar a los responsables por el ingreso de plata del narcotráfico en la campaña de Ernesto Samper se les aplicó la figura del enriquecimiento ilícito en favor de terceros, que había sido diseñada para evitar el testaferrato; y para sancionar a quienes recibieron plata de los capos se eliminó el requisito elemental de que éstos deberían haber sido condenados previamente por narcotráfico para que se configurara el enriquecimiento ilícito de particulares. Pero el debate sobre este tema ha sido tan histérico que es imposible sentarse a hablar del tema con un grado mínimo de sosiego.
Entiendo el enredo en que tiene que estar el fiscal Alfonso Gómez Méndez. Cuando llegó a la Fiscalía encontró una bóveda inmensa llena de copias de los cheques que el cartel de Cali le había girado a un grupo muy grande y variado de colombianos, pero sólo estaban siendo procesados un puñado de políticos liberales que están en la cárcel desde hace un buen tiempo. La pregunta es obvia: ¿cuándo serán llamados los destinatarios de los demás cheques?
Pero el asunto no para ahí. Hasta el momento sólo han sido investigadas las chequeras de Miguel Rodríguez Orejuela. Ni siquiera hemos pasado a las de su hermano Gilberto ni a las del resto del llamado cartel de Cali, y falta aún el análisis de los cheques girados por todos los narcos de todos los mal llamados carteles que ha habido y hay regados por toda Colombia. Los de Pablo Escobar, los de El Mexicano... y así sucesivamente, hasta que todos expliquen la operación que hizo posible que la plata de la droga terminara en sus bolsillos.
La cosa, sin embargo, no es nada fácil. De acuerdo con datos del Inpec, en Colombia hay más de 20.000 personas condenadas por narcotráfico, y la mayoría de ellas manejaban unos volúmenes importantes de dinero, producto de su jugosa actividad. Es presumible que cada uno de ellos haya girado muchos cheques durante su vida fuera de la cárcel.
¿Quiere decir esto que van a pasar por la Fiscalía todos los destinatarios de esos cheques para justificarlos? Sería lo más justo y lo más lógico. El problema es que si cada uno de esos narcotraficantes giró, por ejemplo, 200 cheques, estaríamos hablando de cuatro millones y medio de cheques que reclaman explicación. Y si cada uno giró 500, la suma total llega a más de 11 millones. Esto sin contar los dineros girados por gente acusada pero no condenada, que también tendrían que ser analizados por la justicia a la luz de la interpretación que declaró al enriquecimiento ilícito un delito autónomo.
Sería absurdo pensar que la purificación de la sociedad contra el narcotráfico se va a reducir a quemar en la hoguera a un puñado de políticos frente a la algarabía del respetable. Si vamos a hablar de purga, tiene que ser en serio, y todo aquel que recibió plata de esa gente tiene que pasar al tablero y explicar en público cómo fue la cosa. De lo contrario estaríamos ante un episodio de ceguera, torpeza e injusticia sin precedentes. O todos en la cama o todos en el suelo. Aunque en el caso de los vínculos de los colombianos con el narcotráfico, no va a haber cama para tanta gente.

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