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No hay intocables

La decisiòn de Uribe tiene efectos muy positivos. Ya es hora de que sean los criminales quienes sientan miedo

Semana
1 de septiembre de 2007

El grueso de los opositores no le perdona una al presidente Uribe. Es entendible e incluso deseable: el control político y la supervisión de los actos de los gobernantes resultan fundamentales para el buen gobierno y la salud de la democracia. Lo que no resulta sano es que tampoco le reconozcan mérito alguno. Y que cuando el éxito del gobierno es fundamental, se siembre cizaña en su entorno.

Es lo que ha ocurrido con la expulsión de ‘Macaco’ de la Ley de Justicia y Paz y con el traslado de ‘Don Berna’ a la cárcel de máxima seguridad en Cómbita. Frente a estas trascendentales acciones los opositores, tan acostumbrados a alzar la voz y mostrar el dedo acusador, pasaron agachados. Los que hablaron lo hicieron para quitarle valor a la decisión sugiriendo que fue contra la verdadera voluntad del gobierno y como resultado de la presión de los gringos. Y para introducir sospechas insinuando que si no se han tomado acciones similares en relación con otros ‘paramilitares’ es porque éstos tienen información que perjudicaría al Presidente.

La presión del gobierno de Bush nunca existió. No la ha habido antes y no la hubo ahora. No ha habido ningún cambio esencial en la situación ni nuevo motivo que la justificara. De hecho, no había siquiera solicitud de extradición para quien se preciaba de ostentar un alias de simio. Y la de ‘Don Berna’ ha estado suspendida desde el principio, con anuencia norteamericana. De manera que los gringos siguen ahí, en lo mismo; los republicanos apoyando el proceso con todas sus dificultades y un sector dominante de la izquierda del partido demócrata envenenado con Uribe y buscando pretextos para enredarnos el TLC. Aunque debiera ser distinto, no es previsible que la acción gubernamental siquiera cambie la ecuación.

Tampoco se ve por ningún lado a los ‘paras’ con la tan mentada y nunca aparecida información contra el Presidente. La munición de la oposición resultó un juego de pirotecnia en manos de Petro. Y las otras ‘pruebas’, de las que se habla tanto en algunos corrillos, nada que asoman. Si existieran, no dudo de que hubieran emergido en medio de la contienda electoral para fulminar la pretensión de reelección presidencial.

En fin, algunos alegan que la decisión fue tardía. En realidad fue prudente: ‘Macaco’ se había acogido al proceso de paz con los ‘paras’ y en principio tenía derecho a gozar de sus beneficios. Aunque a algunos no les guste el proceso, el gobierno está obligado a respetar sus reglas, fijadas, además, por ley. No podía retirarlo de ahí arbitrariamente o por información de prensa. Tenía que tener la seguridad de que seguía delinquiendo desde Itagüí. Cuando tuvo la certeza, realizó una operación impecable. ¿Habrá que recordar que no era tarea fácil y que se tenía el antecedente del bloqueo en el Valle de Aburrá hace dos años por parte de las huestes de ‘Don Berna’? ‘Don Berna’, por cierto, está en capilla. Todo indica que el gobierno quiere verificar ciertas pruebas y obtener algunas otras. Si los resultados confirman la información preliminar de que ha seguido delinquiendo, también se le expulsará del proceso. Y él sí será extraditado de inmediato. Su extradición fue suspendida cuando se acogió a la Ley de Justicia y Paz. Bastará con descongelarla.

La decisión de Uribe tiene efectos muy positivos. ‘Macaco’ y ‘Don Berna’ fueron los ‘paras’ más poderosos. Su poderío, por supuesto, provenía de su vinculación con el narcotráfico. Eran los capos más fuertes. El mensaje es que no hay intocables. Que el que se salga del juego y rompa las reglas perderá los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, pasará a la justicia ordinaria y se expone a ser extraditado. La pedagogía no puede ser más clara. Dicen quienes estuvieron en Itagüí que el par de personajes temblaba cuando supo los motivos de la operación gubernamental. Ya es hora de que sean los criminales quienes sientan miedo y entiendan que la generosidad estatal no admite abuso. Por eso, nada sería mejor ahora que capturar o dar de baja a Vicente Castaño.

No basta, sin embargo, con que los bandidos tengan la seguridad de lo que se les viene encima si delinquen. Es indispensable también que cumplan a cabalidad con las obligaciones de contar la verdad y reparar a las víctimas. Hay que acabar el jueguito de verdades, medias verdades y falsedades que han venido montando en sus versiones libres. Esa es tarea de la Fiscalía.

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