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ALFREDO RANGEL

No más secuestros, o se suspenden los diálogos

El “intercambio humanitario” es un instrumento con el que, según las FARC, pueden lograr el tan anhelado reconocimiento de ejército beligerante.

Alfredo Rangel, Alfredo Rangel
2 de febrero de 2013

Aunque han anunciado su liberación, con el secuestro de dos policías en el Valle, las FARC han vuelto a sus andanzas. Tal vez pensando con el deseo de que ahora sí los terroristas se habían vuelto buenos chicos, en su momento el país no se percató bien de que cuando hace un año prometieron que no volverían a secuestrar, dejaron claro que se referían al secuestro extorsivo únicamente, ro dejaban abierta la posibilidad de seguir realizando secuestros con otros fines. Por ejemplo, el secuestro de militares y policías para presionar la salida de las cárceles de los guerrilleros presos, mediante el manido “intercambio humanitario”. 

Entre sus planes está secuestrar miembros de la fuerza pública de manera sistemática y frecuente hasta reunir un grupo suficiente para exigirle al Gobierno en la mesa de diálogos dicho “intercambio humanitario”. Este es un legado de Manuel Marulanda que los dirigentes de hoy se ven obligados a cumplir. También es una manera de fortalecer su moral interna, al enviarles a todos sus integrantes el mensaje de que deben permanecer unidos y combatiendo, pues en caso de caer presos, nunca serán olvidados. Por eso también reclaman, aunque sea retóricamente, por ahora, la presencia de ‘Simón Trinidad’ en la mesa de diálogos de La Habana. Pero, por sobre todo, el “intercambio humanitario” es un instrumento con el que, según las FARC, pueden lograr el tan anhelado reconocimiento de ejército beligerante, hoja de parra con la que, suponen, van a esconder su naturaleza terrorista.

En su alocución de anuncio de los diálogos de paz, Santos justificó este nuevo intento con el argumento de que el mundo había cambiado y que el país había cambiado. Pero le faltó averiguar si las FARC habían cambiado. Pues debió enterarse de que no lo han hecho, antes de meter al país en la aventura de unas nuevas conversaciones de paz que en las condiciones en que están planteadas –y con unas FARC inmutables–, no conducen a ninguna parte. Su insistencia en retomar, sin decirlo, la agenda del Caguán, y la futura exigencia de un intercambio humanitario son pruebas ácidas de que las FARC son las mismas de antes. Digo, por si el terrorismo brutal y la soberbia y el cinismo del que hacen gala no fueran suficientes. 

Pero en su desconexión del mundo y del país, las FARC tal vez no se están dando cuenta de que con una nueva escalada de secuestrados de la fuerza pública les estarían poniendo una bomba de tiempo a los diálogos de paz. Entonces no faltarán los mismos idiotas útiles de siempre que abundarán en argumentos a favor de un “intercambio humanitario”, una vez tengan el suficiente botín humano para presionarlo, haciéndoles un favor impagable a las FARC; sin embargo, el país, que en el 70 por ciento ya no cree en los diálogos de paz, no va a tolerar que la tragedia de los militares y policías presos se repita y va a exigir que sean liberados sin condiciones, como requisito para continuar esas conversaciones de paz. 

A estos avatares se expone y se seguirá exponiendo el Gobierno por haber aceptado dialogar en medio de la violencia y del terrorismo. La guerrilla no va a cambiar, va a seguir utilizando la violencia para conseguir réditos económicos y políticos. No va a hacer otra cosa, hasta que se le reduzca lo suficiente. Con la seguridad democrática íbamos por buen camino, pero su abandono por este gobierno nos vuelve a conducir por los caminos ya trillados del fracaso.

Y para quienes creen que estoy basando mis argumentos en meras suposiciones, les recuerdo que el pasado 3 de diciembre Andrés París, uno de los negociadores de la guerrilla en La Habana, en una entrevista a Prensa Latina decía que las FARC “seguirán luchando por la libertad de nuestros compañeros”; después de la tregua “continuarán los combates, y es previsible que caigan en nuestras manos oficiales y soldados (…) que seguirán puestos nuevamente como condición  de una negociación”, y entonces “la discusión en torno a esta cuestión se actualizará”. Hay que reconocerles que lo han advertido. 

Si después del secuestro de los policías el Gobierno continúa los diálogos como si nada hubiera pasado, les estaría dando carta blanca a las FARC para que lo sigan haciendo. La opinión pública no lo va a tolerar, y en contra de la opinión es imposible hacer unos diálogos de paz viables y legítimos. Si el Gobierno no condiciona la continuidad de los diálogos a la liberación inmediata e incondicional de los policías y a la no repetición de esos secuestros, entonces se resignará  a que esta bomba de tiempo tarde o temprano le explote en sus manos. 

N.B. Seguramente la presión de la opinión pública obligó a las FARC a recular. Pero no hay que confiarse. Siguen reivindicando su derecho a hacerlo y en el futuro lo harán. Por eso, el fin absoluto del secuestro y la liberación de todos los secuestrados deben ser exigencias no negociables.

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