Home

Opinión

Artículo

No hay peor sordo.

Hay paras porque hay guerrilla. Hay guerrilla porque hay razones objetivas para ello. Y ambos se mantienen y crecen gracias al narcotráfico

Antonio Caballero
21 de julio de 2003

Leo que el general retirado Fernando Tapias, ex comandante de las Fuerzas Armadas, pide una pensión especial de 200 millones de pesos con el argumento de que se ha quedado sordo a fuerza de oír tiros durante toda su vida. Pensión muy merecida, no lo dudo. Pero la merecemos todos los colombianos.

Ahora bien: en realidad la cosa es al revés. No es que nos hayamos vuelto sordos de tanto oír tiros, sino que si oímos tantos tiros es porque somos sordos. No hay peor sordo que el que no quiere oír, dice el refrán. Y los colombianos no queremos oír.

No lo digo por el general Tapias, sino por el presidente Alvaro Uribe.

Me explico.

Resulta que al parecer se desmovilizan, paulatinamente, parcialmente, algunos bloques de los paramilitares. Y según el acuerdo firmado por ellos con el Alto Comisionado para la Paz en Santa Fe de Ralito, "el gobierno se compromete a adelantar las acciones necesarias para reincorporarlos a la vida civil". El presidente Uribe traduce eso explicando que se harán guardabosques. (Alguien comentó, macabro, que la idea le debió venir de saber que los paras usan con gran pericia la motosierra).

Eso no funciona así. Uribe, por habérsela pasado oyendo tiros desde que nació, no ha oído nada de todo lo demás. Porque (y no soy yo el único que se ha pasado media vida clamando esto mismo en el desierto) el problema es otro.

Eso no funciona así porque, para usar de nuevo la retórica acertada del fallido proceso de paz de Belisario Betancur, hace casi mil años, el paramilitarismo es como la guerrilla. Tiene causas subjetivas y causas objetivas, y no es posible darle solución si no se eliminan las unas y las otras. Las subjetivas se pueden tratar mediante diálogos, indultos, etc., por complejo que sea el proceso; y a lo mejor, con suerte, se desmovilizan unos cuantos miles de paramilitares y se reinsertan de guardabosques o de parlamentarios, o incluso de mendigos de semáforo. Pero entonces los sustituyen de inmediato otros paramilitares nuevos, porque la causa objetiva de que el paramilitarismo exista es que existe la guerrilla.

¿O es que el presidente Uribe ya no se acuerda de eso, él, que como gobernador de Antioquia alentó tanto las llamadas 'autodefensas', que es como los paras se llaman a sí mismos? Los paras se inventaron para defenderse de la guerrilla. Los inventaron los narcoterratenientes (aquel MAS de hace casi mil años); y luego entraron a financiarlos también los terratenientes tradicionales, los transportadores, los comerciantes; luego los impulsaron los militares y los políticos de las provincias enguerrilleradas, Uribe entre ellos. Mientras exista la guerrilla, seguirán existiendo los paras. Y si algunos se retiran, fatigados y ricos, los sustituirán otros nuevos para enriquecerse ellos también en uno de los dos únicos negocios lucrativos que todavía subsisten en el arruinado campo colombiano: el paramilitarismo y la guerrilla.

Los cuales, ambos, son lucrativos a su vez gracias al único verdadero negocio agrícola rentable que queda en este país: los cultivos ilícitos de droga, que son rentables porque son ilícitos. Y son ilícitos porque así lo han decidido los gobiernos de los Estados Unidos. Resumiendo: los paras existen porque existe la guerrilla; la guerrilla existe porque hay razones objetivas para su existencia (sociales, económicas, políticas, jurídicas, de mera ineptitud del Estado). Y tanto la guerrilla como los paras se mantienen y crecen gracias al narcotráfico, que sólo es rentable gracias a que está prohibido, y sólo está prohibido gracias a que los gobiernos de los Estados Unidos lo han decidido así. Por muchas razones, que llevo treinta años exponiendo: la principal es que el negocio, por estar prohibido, deja cada año quinientos mil millones de dólares en los bancos norteamericanos.

Pero claro: todo eso es muy complicado. Para un gobierno colombiano es más fácil borrar los síntomas que tratar las causas.

Porque el problema que tenemos en Colombia es que nuestros gobiernos nunca quieren ver cuál es el problema. Sino que prefieren buscar otro, inexistente, pero más fácil de resolver. Son como el borracho del chiste, que había perdido su llave en lo oscuro pero la buscaba veinte pasos más allá, bajo la luz de un farol. La llave no estaba ahí, pero ahí era más fácil buscarla.

¿Y quién nos pagará las pensiones de nuestra ceguera, cuando se hayan agotado las de nuestra sordera?

Noticias Destacadas