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No hay preñez

Tiene que haber un truco. No es posible que Uribe haya metido la mano en su cubilete de prestidigitador y la haya sacado vacía una vez más.

Antonio Caballero
9 de junio de 2007

¿Se acuerdan de aquella muchachita cartagenera que hace unos cuantos años mantuvo a Colombia en vilo durante un mes porque iba a tener octillizos? Era impresionante. La inmensa barriga tensa parecía un globo aerostático, y en los noticieros copaba entera la pantalla de la televisión. En la calle la gente felicitaba al novio. De todas partes llegaba ropita de regalo para los ocho bebés. Se hacían colectas populares para comprarles casa y conseguirles becas. Todos estábamos a la espera. Y llegó finalmente el día del parto. Y no hubo nada. Los octillizos prometidos resultaron ser sólo un bulto de trapos sucios y de sábanas viejas que la presunta preñada les había venido robando a sus papás.

Con el presidente Álvaro Uribe pasa igual. Cada quince o veinte días, y en eso lleva ya cinco años, anuncia un parto de dimensiones apocalípticas: el fin del narcotráfico, la derrota de las guerrillas, la victoria del Cúcuta Deportivo. Todos, amigos, enemigos, indiferentes (que también los hay) contenemos la respiración. Como en la fabulita clásica del parto de los montes, el cielo se oscurece, se estremece la tierra, se ponen en alerta roja la iglesia y los "países amigos", las "mesas de donantes" y las oenegés, se interrumpen todas las transmisiones del espectro electromagnético de radio y televisión y es convocado de urgencia el Cuerpo Diplomático en pleno al Palacio de los Presidentes, frente al retrato de Simón Bolívar pintado en tamaño heroico por Acevedo Bernal. Suenan las notas del Himno Nacional. Y el presidente Álvaro Uribe sale, en vivo y en directo, y pare un ratón.

El que parió esta vez, aunque insignificante, no es fácil de describir. Consta de un cuerpo llamado "gesto humanitario unilateral", que es la liberación sin contraprestaciones de unos ciento cincuenta miembros de la Farc presos. Guerrilleros arrepentidos, según el gobierno, o desertores y traidores, según las Farc. No sabe cuántos son exactamente, ni qué va a pasar con ellos, ni si el decreto que más o menos los deja libres ha sido ya firmado o no, ni si es legal o no. Consta también de una cabeza, añadida paradójicamente a posteriori, que es la liberación de otro guerrillero de mayor importancia: Rodrigo Granda, llamado por los medios "el canciller de las Farc" y nombrado por el presidente Uribe "gestor de paz" aunque sus jefes del Secretariado de la organización subversiva no la hayan aceptado como tal ni haya existido comunicación entre ellos. Ni vaya a haberla tampoco, pues el "gestor de paz" recluido en la sede de la Conferencia Episcopal en Bogotá, no puede sin que le pinchen el teléfono tenerla ni está decidido aún si va a ser enviado a Suiza, a Cuba, o a una cárcel del Paraguay, que los reclama en extradición por asesinato.

Esa cabeza de Granda fue injertada, según el presidente Uribe, a petición expresa y personal y reservada del presidente de Francia, sin que se supiera por qué ni para qué y sin que el propio Uribe considerara pertinente preguntarlo. "Primó la confianza -explicó- sobre la curiosidad". Y a cambio de ese segundo gesto generoso, tan enigmático como el primero, consiguió, según nos dicen, que el presidente francés le diera las gracias (no se sabe bien por qué) y que a instancias suyas el llamado "Grupo de los 8" (los países más poderosos del mundo) le diera también las gracias (auque tampoco se sabe por qué).

Por el momento eso es todo. Al ratoncito recién nacido le falta todavía la cola, o eso, al menos, piensan los uribistas: tiene que haber un truco. No es posible que el presidente Uribe, con tanta prosopopeya, haya metido la mano en el fondo de su cubilete de prestidigitador y la haya sacado vacía una vez más. Tiene que haber una paloma, un conejo, un pañuelo de colores, algo. Y si no hay truco de Uribe, tiene que haberlo de Nicolas Sarkozy, el presidente de Francia. De modo que seguimos a la espera.

Uribe anuncia entre tanto que le piensa otorgar un premio -el premio de "Colombia es pasión"- al ex presidente de los Estados Unidos Bill Clinton. Porque lo que se necesita ahora es una gran campaña publicitaria de Colombia en el exterior. Y él mismo va a ponerse a la cabeza de ese movimiento.

La muchachita cartagenera que no consiguió parir los octillizos anunciados tuvo por lo menos la discreción de retirarse. El presidente Uribe sigue pujando.