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NO SE DEJE ENGLOBAR

Semana
12 de mayo de 1986

Para el Maestro Osuna, por ser el único caricaturista que no se ha dejado englobar.
Sobre cómo llegué a la conclusión de que el cometa Halley era un invento de la campaña barquista constituye una historia larga y quizás aburrida.
Todo comenzó cuando descubrí que la "halleyitis" estaba in.
Se trata de aquel fenómeno consistente en poseer y practicar la creencia de que se tiene la obligación generacional de ver el Halley antes de que este desaparezca en el firmamento durante otros 76 años.
Y como toda moda que se respete, hay "halleyómanos" auténticos e imitaciones; los hay con vocación transitoria o permanente; por seriedad o por bluff; profesionales o aficionados. Escoja usted la modalidad de su interés por el dichoso cometa, y le diré que clase de "halleyómano" es.
El "halleyómano" auténtico, el que tiene vocación permanente, es serio y es profesional, realiza por lo menos una vez por semana una expedición encaminada a ver el Halley. Y para ello escoge un lugar distante por lo menos una hora del sitio de su residencia. (El "halleyómano" más refinado ha puesto en práctica yo pensado en alquilar una avioneta para verlo desde el Vichada, o un yate para detectarlo desde las costas de San Andrés).
El "halleyómano" auténtico colecciona la "Guia para ver el Halley" que viene publicando El Espectador por entregas, y la reza en voz alta entre los miembros de la expedición. Posee algo más que un par de binóculos para espiar el cometa en el firmamento.
Y, lo más importante, el verdadero "halleyómano" es aquel que ya ha visto el cometa Halley.
Los miembros del segundo grupo de "halleyómanos" se contentan con ser simples imitadores de la moda del cometa, y no les da pena reconocerlo. Su vocación es transitoria e incluyen en ella grandes dosis de bluff, aceptando que son unos vulgares aficionados.
Este grupo de "halleyómanos" también organiza expediciones encaminadas a detectar el cometa, pero escoge lugares que estén necesariamente a menos de una hora de su lugar de residencia.
Varias veces ha intentado leerse la "gula" para ver el Halley de El Espectador, pero nunca ha pasado del quinto renglón. Para adelantar sus incursiones celestes no posee más que un vulgar par de binóculos, y a veces ni eso. Pero lo más importante de esta clase de "halleyómanos" no es que jamás ha logrado ver el cometa Halley, sino que eso le importa un comino.
Desde luego, la primera clase de "halleyómanos" desprecia profundamente a la segunda. Porque mientras para los afiebrados del primer grupo el cometa es motivo de "cheveridad" espiritual, para los del segundo grupo es un vulgar motivo de diversión.
Un afiebrado tipo A habla del cometa con una mística casi ecológica, y describe la experiencia de la visión del Halley como un acto sublime de amor por la naturaleza.
El afiebrado tipo B presiente, en el fondo de su corazón, que de llegar a ver el Halley antes de que vuelva a desaparecer, será una experiencia que probablemente no logrará partirle la vida en dos.
Cree en silencio que ver el Halley será como ver una estrella común y corriente, sólo que un poco más brillante.
Más aún, los "halleyómanos" tipo B son hasta capaces de irse a ver el Halley en una noche encapotada, más por la expectativa de pasar una noche de rumba, aunque llueva un poco, que de verdadero contacto con los misterios del firmamento. Pero sobre todo para quitarse de encima la petulancia de un "halleyomano" tipo A, que despreciaria profundamente a alguien que, a estas alturas de la reaparición del Halley, no haya intentado al menos una vez hacer un contacto del tercer tipo con el cometa.
Fue de un "halleyomano" tipo B de quien escuché la última teoria con respecto al cometa Halley. A este se le han atribuido todo tipo de leyendas, desastres, augurios y hasta advertencias divinas. Se le ha relacionado con episodios de la humanidad aparentemente poco vinculados entre sí, como la toma de Constantinopla por los turcos y la aparición del SIDA. Se ha descrito el cometa como el óvulo del Universo, o sea el órgano de su reproducción, o, un poco más anticuado, como la escoba que utilizan los dioses para barrer los demonios de los cielos.
Pero, como les estaba contando, fue de un "halleyómano" tipo B de quien escuché el último grito en teorías con respecto al cometa.
Asegura mi amigo poseer la sospecha de que el Halley es un invento de los rusos, destinado a lograr que los capitalistas dejen de trabajar por pasársela mirando hacia el cielo.
Para mí, en el fondo, la explicación es mucho más sencilla.
Quien se inventó el Halley es aquel quien aprovecha que tres cuartas partes del pais estén mirando atentamente hacia el cielo, mientras que la otra cuarta parte está a punto de elegir al Presidente equivocado --

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