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Nos embutieron a los 'paras'

No pasará mucho tiempo antes de que nos encontremos a Mancuso sentado a manteles en un conocido restaurante del norte de Bogotá

Semana
8 de noviembre de 2004

Y eso -me pregunto-es bueno- o es malo?

La historia es la única que podrá escribir la respuesta. Álvaro Uribe se dio un enorme lapo político con esta aventurada acción que ha emprendido de la mano de su Comisionado de Paz. Si se va a equivocar o no es imposible anticiparlo. Dios nos ayude a llegar a puerto seguro.

Pero lo que sí es cierto es que este proceso ya no escandaliza a los colombianos, y que muchos países que antes observaban horrorizados el fenómeno paramilitar en Colombia hoy le han abierto un compás de espera.

La primera vez que vimos a Carlos Castaño entrevistado en la televisión por Darío Arizmendi el país se paralizó. En la pantalla de la televisión estaba la encarnación del mal, la cara del diablo, del asesino de asesinos. Por primera vez escuchábamos a ese hombre tremendamente misterioso que había logrado organizar un ejército en el país para combatir la guerrilla, acción con la cual simpatizaban soterradamente varios sectores de la sociedad, pero ninguno se atrevía a decirlo abiertamente.

Era una complicidad clandestina, secreta, que les traía tranquilidad a los agricultores y ganaderos, que le resultaba cómoda al Ejército y que respondía por el cuidado de las parcelas de los narcotraficantes.

Pero todavía era pecado comulgar con ellos en público.

Mucho trecho hubo de pasar entre su fundación, con el nombre de MAS, tras el secuestro por parte del M-19 de Marta Nieves Ochoa, y su posterior transformación en las llamadas autodefensas que se tomaron el Magdalena Medio con el fin de expulsar de ahí a las Farc y la subsiguiente prohibición del movimiento por parte del gobierno Barco, hasta terminar en la forma como se les abrió la puerta hacia la negociación con el Estado a través de las modificaciones hechas a la ley 418, que por primera vez permitía que se adelantaran procesos de paz con grupos sin necesidad de otorgarles estatus político.

Y así arrancó el experimento de este gobierno.

Tres años después de la entrevista de Arizmendi a Castaño, éste supuestamente está muerto, pero sus socios y aliados han roto su clandestinidad y hoy por hoy participan activamente en actividades nacionales que antes les eran absolutamente vedadas.

Cuando Mancuso dijo hace tres años que el 30 por ciento del Congreso era simpatizante o integrante de su movimiento lo escuchamos con terror pero con incredulidad.

Aunque la cifra es imprecisa, hoy nadie duda de que los paras llegaron al Congreso. Dos de sus más importantes exponentes son Eleonora Pineda y Rocío Arias, que al principio eran motivo de susurros, pero hoy asisten a cocteles, se visten de Louis Vuitton, almuerzan en los restaurantes más vistosos de Bogotá, hacen proyectos de ley y llevan a sus jefes a visitar al Congreso vestidos de pies a cabeza de Hermenegilo Segna, para quitarles el moho de la selva y el olor rancio de la pólvora.

Eleonora y Rocío saludan ante las cámaras como Lady Di, cuando se ven acosadas por los periodistas que las interrogan a donde quiera que vayan porque son consideradas fidedignas voceras de las autodefensas.

Esa ida al Congreso la ganaron los paramilitares. Ver a Mancuso y Cía. sentados en el recinto de la Cámara en las mismas sillas en las que se sientan los ministros les otorgó indudablemente un papel de actores políticos del cual hasta el momento carecían.

Los parlamentarios visitan ahora a los paras en piquetes de a 30 (cosa que nunca pasó en el Caguán: allí iban más graneaditos) y escuchan sus propuestas a ver cómo las tramitan en forma de ley.

Tienen asesores de prensa, de imagen; hasta tienen infiltrados en la oficina del Alto Comisionado.

Y más aún: los dirigentes paras tienen autorización para moverse por todo el territorio nacional con la garantía de que no podrán ser capturados a pesar de que tienen orden de captura con fines de extradición.

Aunque el Presidente ha rechazado la idea, ya se habla de que los paras podrían terminar engrosando las filas del Ejército o instruyendo a nuestros soldados en técnicas de combate. Se habla también de que con ellos se harán experimentos agrícolas en gigantescas extensiones del país. De todo eso se habla, pero nadie sabe en realidad cómo hará el Estado para absorber a los 20.000 hombres de las autodefensas que se desmovilizarán en el curso de los próximos meses. Porque, francamente, yo no creo que sea una solución sostenible los 300.000 pesos y los auxilios de transporte y de asistencia médica que el Estado, a través del Comisionado de Paz, se ha comprometido a entregarles.

No pasará mucho tiempo antes de que nos encontremos a Mancuso sentado a manteles en un conocido restaurante del norte de Bogotá.

Ese día entenderán por qué les digo que nos embutieron a los paras. Y nosotros no tendremos más remedio que embutirnos las costillitas de cordero con el corazón en ascuas.



ENTRETANTO.¿Cuáles son más impactantes: las calzonarias del Ministro de Defensa o las del Alto Comisionado para la Paz?

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