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Nosotros e Irak

No hay 'chance' de que el gobierno de Estados Unidos asuma como propia la guerra de Colombia. Lo que asumen es la parte que a ellos les afecta

Semana
30 de marzo de 2003

La cosa es simple: los gobiernos que acompañan a Bush en la guerra de Irak son los que más necesitan de Estados Unidos; Colombia lo necesita más que otros 149 países del planeta y por eso adhirió a la lista de 37 Estados que apoyan la invasión.

Era un asunto de interés puro y plano, que debimos haber examinado como tal. Pero el doctor Uribe y sus voceros optaron por decir que es cuestión de valores y principios, con lo cual deseducan, despistan y hacen daño. Deseducan, porque los jóvenes aprenden que los "principios" se acomodan. Despistan, porque la oposición se quedó en debatir los "principios". Hacen daño, porque al fin no queda claro cuáles son los intereses efectivos de Colombia.

No aburriré al lector con el catálogo de falacias que hay detrás de cada pretexto de USA para invadir Irak: ni pruebas, ni legítima defensa, ni derrocar un tirano, ni cumplir resoluciones de la ONU -porque todos sabemos que Mr. Bush tomó primero la decisión y después encontró los argumentos-. Notaré sí que, al suscribir sus pretextos, Colombia queda en una posición de "principios" tan precaria como la de Washington. Y a eso le agregó un par de falacias criollas:

-Colombia, se nos dice, había hecho lo mismo en Corea y en la Guerra del Golfo. Pero resulta que estas dos guerras fueron justas, que acudimos en legítima defensa de un país invadido sin derecho, y por orden expresa del Consejo de la ONU.

-Colombia, oímos también, ya había roto el consenso latinoamericano en las Malvinas. Pero en ese caso era Colombia la que tenía razón (principio de no hacerse justicia por su propia mano) y el interés nacional estaba en censurar a Argentina (dado el riesgo de San Andrés frente a Nicaragua).

Hoy son dos los intereses obvios que tiene Colombia para estar con Bush. El interés económico que se plasmó en 103 millones de dólares incluidos en el presupuesto de emergencia. Y el interés estratégico de incorporar nuestro conflicto interno a la guerra mundial contra el terrorismo. En la opinión fundada y respetable del presidente Uribe, estos dos intereses justifican los costos y los riesgos de ser el "Blair de América Latina". Y sin embargo habría que refinar el cálculo de costo-beneficio:

-Si Colombia se calla o se opone a la guerra habría perdido varios millones de ayuda militar. Pero el grueso del Plan Colombia se mantendría, por la simple razón de que le sirve al interés de Estados Unidos (87 de cada 100 dólares se van en droga y en cuidar petróleo).

-La guerra mundial contra el terrorismo no es contra el terrorismo a secas sino contra el "global" vale decir, contra aquel que pone bombas en Nueva York, Londres o Tel Aviv, no el que mata transeúntes en Manila, Medellín o Freetown. Como no sea pues que 'Marulanda' cambie su toalla por un turbante, no hay chance de que aquí lleguen los Jdam, los Patriot o las caretas antigás siquiera.

O sea que no hay chance de que Estados Unidos asuma como propia la guerra de Colombia. Lo que asumen y seguirán asumiendo es la parte de la guerra que a ellos les afecta. El resultado casi inevitable es que las pocas fuerzas del ratón terminan dedicadas a atender las prioridades del león; y es por eso que nuestra Fuerza Pública destina más recursos a erradicar la coca que a prevenir masacres.

Tenemos pues que los dos beneficios previstos por Colombia -el económico y el estratégico- no son tan pulpos como parecía. Y en el lado de los costos tendrían que contarse por lo menos tres:

-El alza en la tasa de interés que traería el déficit fiscal norteamericano, la parálisis de inversión mundial y el descenso en las exportaciones nuestras si la guerra se alarga o si el ataque a Irak levanta una ola de terrorismo árabe. Juntos o separados, estos hechos podrían reventar la ya maltrecha economía criolla.

-El frío adicional en las relaciones con Ecuador, Brasil y Venezuela (por donde pasa, y mucho, el futuro del conflicto colombiano).

-El romper la tradición invariable y unánime de América Latina frente a las intervenciones unilaterales de Estados Unidos en su patio trasero.

No sé qué crea usted. Pero yo creo que un país que cambia de principios y que no piensa en cuáles son sus intereses nacionales es un país perfecto para patio trasero.

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