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Guerra santa

Esta pugnacidad no se resolverá, se hinchará y continuaremos en la gazapera verbal hasta que en el 2018 haya una definición electoral.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
17 de abril de 2017

En vez de disminuir, el odio y la rabia se vienen acrecentando y expresando en Colombia.

Desde el 9 de abril, día de las víctimas y durante la Semana Santa las expresiones en redes sociales, radio y prensa en Colombia se repiten con adjetivos descalificadores, cargados de tanta ira y ánimo vengativo, que parecería que lo que sigue es pasar a la confrontación desarmada o armada, o mejor dicho, retomar las violencias que hemos padecido por décadas.

Hay llamados a evitar la fracasomanía y también a que las expresiones de opinión ayuden a la reflexión antes que calcar la pugnacidad de la calle.

Mucho me temo que dichos llamados son inútiles.

Sobre la fracasomanía hay una realidad, y es que los liderazgos, las instituciones, los gobernantes no dan espacio a una visión positiva.
Por tanto hablar de ello es imperativo y el “dossier Odebrecht” tan escondido por estos días, sigue ahí, esperando momento para reclamar su rol protagónico en Colombia tal como viene haciéndolo en los países de la región.

Otro asunto es el de la pugna y el odio. Frente a esto no podemos olvidar que quienes siembran vientos, recogen tempestades, y quienes demonizaron los cambios e incentivaron la rabia por décadas han sido los mismos que dirigen el poder con Santos y quienes están en la oposición con Uribe.

Por esto puede afirmarse que el proceso de paz ha estado en guerra desde sus inicios. Pretender ahora que quienes aborrecen el acuerdo con las FARC lo respeten, es batalla perdida.

Debe advertirse que los odios no se restringen a querientes y malquerientes del proceso de paz con las FARC. No señor, no es esa la única razón de división entre los colombianos.

Con algo que podría llamarse fuego amigo, Timochenko acusa publicamente a Sergio Jaramillo por estar azuzando y alimentando el odio. Si Gobierno y FARC redactaron juntos el acuerdo e hicieron una alianza para implementarlo, la descalificación mutua repetida habla mal de lo convenido y los intervinientes.
La ciudadanía que todo lo observa concluye que la puja de la negociación sigue en marcha y se asusta.

En Bogotá, sus liderazgos están atentísimos a la definición sobre la revocatoria del alcalde, en una algarabía de marcados odios y amores.

Peñalosa, querido salvador equivale a Petro, maldito destructor.

Si así no le gustó entonces:

Petro querido salvador equivale a Peñalosa maldito destructor.

Y hay más.

A la hija de Jorge Eliecer Gaitán, Gloria luego de haber permanecido en el ostracismo mediático y de ser vilipendiada por la dirigencia del poder Liberal-Conservador, la confrontación con Uribe le abrió micrófonos y espacios en los medios que le alcanzaron hasta para pedir como deseo antes de morir que se le conceda el milagro de ver a Uribe tras las rejas.

El remate de la Semana Santa lo puso el anuncio de Pastrana sobre su reunión con Trump y con Uribe complementado por la nada novedosa carta enviada por el jefe del Centro Democrático al congreso estadounidense sobre la paz con las FARC y Venezuela.

Esta pugnacidad no se resolverá, se hinchará y continuaremos en la gazapera verbal hasta que en el 2018 haya una definición electoral.

Esperar que cambiemos el discurso de los odios y que los colombianos de repente entremos en trance de reconciliación es creer en pajaritos preñados.

Adenda: Si el ELN y la delegación del Gobierno continúan debatiendo sus diferencia en la mesa por twitter y en medio de la confrontación armada, mucho me temo que se hace frágil el espacio de conversaciones en Quito.

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