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MARTA RUIZ

Las justas proporciones

El reportaje de Rodrigo Bernal, donde pone en tela de juicio la carrera del científico Raúl Cuero, deja al desnudo la manera como el periodismo crea ídolos pasajeros.

Marta Ruiz, Marta Ruiz
2 de noviembre de 2013

Del científico Raúl Cuero se puede decir cualquier cosa, menos que no sea un inventor. Su hoja de vida es, en parte, una invención mediática, alimentada por los imprecisos datos que él mismo ha dado sobre su carrera. Y no creo, como dice María Isabel Rueda, que sea envidia lo que motivó al profesor Rodrigo Bernal a poner a Cuero en su lugar en un reportaje de El Espectador. Más que una crítica al eminente profesor de Buenaventura, lo que Bernal deja al desnudo es la manera como el periodismo crea ídolos pasajeros.


Aceptemos con humildad esta mordaz crítica y saquemos más bien algunas lecciones del episodio. Se me ocurren estas.

La disciplina de la verificación está en decadencia. Bernal demuestra que, no pocas veces, los periodistas repetimos sin beneficio de inventario lo que dicen fuentes interesadas, jefes de prensa o propagandistas de oficio. Por candidez o pereza, se convierten en verdades de a puño lo que son verdades a medias. La verificación es sin embargo en tiempos de hiper información lo que realmente hace que un periodista sea más creíble que cualquier tuitero, que cualquier autor de blog. 

La segunda es que el periodismo especializado en ciencia prácticamente no existe en Colombia. Eso se explica en parte porque la agenda informativa del país está excesivamente judicializada. Tristemente, desde que somos esclavos del clic del internet, el lector es el editor, y por eso abunda lo que el público quiere ver: violencia y entretenimiento; y salta a la vista la escasez de lo que el público debería saber: análisis e investigación. 

Tiene razón Bernal cuando dice que a los científicos se les trata como si fueran de la farándula, quizá por lo precaria de nuestra propia ciencia, o por simple provincialismo. A lo mejor un periodismo de ciencia podría indagar sobre lo que realmente está pasando en Colciencias, convertido en cuota política del Partido Verde o sobre como los alcaldes se convirtieron en los determinadores de la agenda de los científicos por cuenta de la ley de regalías. 

Tan poco valor se le da a la ciencia en nuestros medios, que hace unos años The New York Times nos reveló, en su portada, que una de las investigaciones más serias que hay en el mundo sobre el Alzaheimer se estaba realizando en Yarumal, Antioquia, por el neurólogo Francisco Lopera, quien venía trabajando silenciosamente hace años en este tema. Habrá muchos loperas cuya obra seguimos ignorando porque no tienen jefe de prensa.

El caso Cuero también prende las alarmas en los medios sobre el eventual daño que internet le puede causar a la información. La red se ha convertido en la fuente primaria para muchos periodistas y los medios no tienen suficientes filtros para separar el oro y la escoria de lo que allí aparece. Si usted va a una sala de redacción de los llamados punto.com encontrará allí sentados a decenas de jóvenes reporteros, navegando.

Se han acabado las historias propias, las que le toman el pulso al ciudadano, el periodismo de calle.
Finalmente, el episodio reciente le da la razón a Mario Vargas Llosa cuando critica la “cultura del espectáculo”.

Este es un buen ejemplo de cómo se construyen héroes de papel, y muchos villanos también, sin beneficio de inventario. Todo porque hay varios malentendidos instalados en nuestra cultura. Por ejemplo, que los buenos nunca mienten. O que en un país tan sufrido como el nuestro hasta los triunfos pírricos sirven para elevar la autoestima nacional. 

Por eso no está mal que alguien desde la academia como Bernal nos dé lecciones de objetividad. Por el contrario, lo que necesita el periodismo de hoy es un público crítico, que exija un mejor estándar de calidad en la información que le damos. Que los hechos y los personajes se presenten en sus justas proporciones.

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