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Orgía en latín

Como en los tiempos de la Inquisición, muchos de los 700 invitados fueron a la ceremonia por miedo a ser quemados en la hoguera de la Procuraduría.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
9 de febrero de 2013

Leí al jugosa crónica que publicó El Tiempo sobre la fastuosa boda de la hija del procurador Alejandro Ordóñez y todavía no me la creo. Su lectura me hizo sentir que Colombia había vuelto al pasado: misa en latín, con el sacerdote oficiando de espaldas mirando al santísimo, una homilía ofrecida por monseñor Libardo Ramírez, cargada de mensajes en contra del aborto, de los matrimonio gays y una eucaristía en cálices de oro que datan del siglo XVI. ¿Se estará reconstruyendo en el país una
extrema derecha ortodoxa y religiosa en torno al procurador?, me pregunté. Bastó que mirara las fotos del matrimonio que publicaron de manera pródiga las páginas sociales de los medios de comunicación en donde salen muy bien ataviados los ilustres invitados para concluir que entre tanto sancocho ninguna caverna sobreviviría. Descubrí entonces que el procurador es un hombre de carne y hueso y que como nosotros está expuesto a las tentaciones más perturbadoras. Y que en el fondo no le teme a las orgías, mucho menos si estas son en latín. 

La presencia de las élites más rancias de todos los poderes haciéndole venia al procurador me devolvió a las épocas palaciegas, en las que los reyes pactaban sus alianzas políticas en los matrimonios de sus hijas, a espaldas de sus súbditos. Estuvo todo el poder judicial en ese ágape. Allá llegaron los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; los mismos que postularon a Ordóñez para su reelección y a quienes el procurador maneja a control remoto desde la Procuraduría como todo un jerarca. También se hicieron presentes los magistrados del Consejo de Estado. Poco les importó que en ese momento estuvieran estudiando una demanda en contra de la reelección del dueño de la fiesta. Dirán y con razón que esta interacción tan propia de las orgías es para ser disfrutada, y no para convertirla en fuente de debates morales. De todas formas, es difícil aunque no imposible pensar que estos magistrados del Consejo de Estado van a tener la independencia necesaria para fallar en justicia esa demanda en contra de su faro emocional e ideológico. 

También fueron al matrimonio los senadores clave en su reelección. Allá llegó Roy Barreras de La U muy majo a pagar indulgencias: hace unos días, vaya suerte, la Procuraduría le pidió al Consejo de Estado mantener su investidura de congresista, argumentando que las pruebas aportadas no servían para afirmar que había cometido el delito de tráfico de influencias en la venta de un bien que estaba a cargo de la DNE. También estuvo el senador conservador José Darío Salazar mejor conocido como Cielito lindo. Según La Silla Vacía el procurador le nombró a Salazar una cuota suya en la Procuraduría Regional de Santander de Quilichao, y la Corte Suprema le tiene abierta una investigación por el escándalo de la DNE, que se está apolillando. Otro de los invitados fue el senador conservador Juan Manuel Corzo. Tiene una investigación en la Corte Suprema de Justicia por parapolítica y según La Silla Vacía tiene cuota en la Procuraduría Regional de Norte de Santander. Por menos hay otros congresistas que han perdido la investidura, pero por cuenta de esta orgía jurídica de pronto todos estos invitados terminan salvándose de ir a la horca. 

Como en los tiempos de la Inquisición, muchos de los 700 invitados fueron a la ceremonia por miedo a ser quemados en la Hoguera de la Procuraduría. Con el rabo entre las piernas, llegaron ataviados de sus mejores prendas y joyas a demostrarle al inquisidor que eran siervos devotos a la Virgen María y que eran merecedores de su indulgencia. Así llegó el exgobernador de Santander Horacio Serpa, tal vez el único masón que ha recibido la sagrada comunión del cáliz del siglo XVI por temor a ser sancionado. Y detrás de él, llegó el ministro de Vivienda, Germán Vargas quien, me dicen, no musitó palabra por miedo a desatar la ira del jerarca. El procurador le abrió hace unos meses una investigación por sus presuntas relaciones con el paramilitarismo. Invitar al matrimonio de su hija a sus investigados tiene su morbosidad. Y es que el poder, mi querido procurador, resulta siendo el afrodisiaco más poderoso.

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